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En boca cerrada no entran pleitos, pero al saber popular le está saliendo jurisprudencia. Y es que últimamente la censura se parece a la letra de los antiguos maestros, los que atizaban con la regla en las uñas. Últimamente, no hay semana de algún ejemplo ... que nos muestre que el silencio «con sangre entra», pero esta hemos tenido muestra por partida doble: la retirada en ARCO de una obra de denuncia política, y el secuestro de un libro, ‘Fariña’, que nos retrotrae a tiempos muy negros de un pasado no tan lejano.
La retirada de la obra ‘Presos políticos’ de Santiago Sierra de la feria de arte contemporáneo puede que resulte muy aplaudida por aquellos que se ubican políticamente en las antípodas de Sierra, pero negar al arte la posibilidad de expresión política no sólo supone un severo retroceso en la libertades civiles, sino que evidencia un absoluto desconocimiento de la esencia de la creatividad y las manifestaciones artísticas. Pero prohibir– porque ‘retirar’ no deja de ser un eufemismo– aquello que no nos gusta es jugar a ser juez y parte.
El asunto ‘Fariña’ resulta mucho más jugoso, tanto por la miga como por la cáscara. Lo de ‘secuestrar’ un libro suena a los arrestos militares; en un cuartel de León, la piscina estuvo décadas ‘arrestada’, según la leyenda, porque se había ahogado un soldado, aunque probablemente de debiera a que el llenado y mantenimiento disparaba un presupuesto más que menguado. Pero en el mundo civil lo del secuestro es un asunto muy serio, con jueces y alguaciles de por medio. Como medida cautelar, una magistrada ha decidido que nadie pueda ver lo que el periodista Nacho Carretero ha escrito sobre el alcalde de O Grove, en relación a unos hechos juzgados hace años. ¿Acaso lo que dirimen los tribunales no debería ser público?
La cáscara, además, es ciertamente amarga. Al menos, para el demandante. Resulta que, tal como funciona hoy día el flujo de información, no hay nada como prohibir, pretender ocultar algo por la fuerza, para que se desate el interés del mundo entero por algo que, de no haber intentando taparlo, probablemente hubiera más o menos desapercibido. Efecto Streissand, le nombró algún cachondo, aunque siempre se le llamó ‘el tiro por la culata’, en román paladino. Así, a los editores de Libros del KO les han paralizado la edición pero en cuestión de horas se dispararon las ventas del libro prohibido en formato electrónico, además de agotarse los ejemplares en papel que ya estaban en las librerías. ¿El resultado? Que ahora el nombre de José Alfredo Bea Gondar, antiguo alcalde de O Grove, ya no sólo aparece en unas líneas de un libro, sino en todos los medios digitales en castellano del planeta. Prohibir, en ocasiones, es sinónimo de perder.
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