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El escritor Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) se desplaza en su última novela 'Antes de los años terribles' hasta Uganda para alcanzar a un niño soldado, Isaías Yoweri, una de las víctimas del líder del Ejército de Resistencia del Señor Joseph Kony. ... El joven tendrá que afrontar su pasado ya como adulto tras varios años viviendo en Barcelona con su pareja mientras intenta abrirse camino con un negocio de restauración de bicicletas. Sobre su historia, que ha tardado en escribir siete años –«no me sentía capaz porque me tocaba mucho en lo personal, pero al final me ha ayudado mucho a crecer como escritor», reconoce–, hablará hoy en el Aula de Cultura de El Diario Montañés, en su sede del Ateneo de Santander (19.30 horas).
–¿Cómo surgió la novela 'Antes de los años terribles' que hoy presenta en el Ateneo de Santander?
–La novela no surge de una sola razón, es la suma de varias factores. De un lado, mi interés por los temas sobre la violencia en la infancia y, por otro, el descubrir la historia de Joseph Kony, un señor de la guerra que operó en el norte de Uganda entre 1987 y 2015. Estos dos hechos me metieron en la historia que me envió a los años terribles en ese país.
–Usted llega a la historia no por su protagonista final, Isaías, sino por su torturador Joseph Kony. ¿Qué es lo que más llamó su atención cuando conoció esta historia?
–En primer lugar, necesitaba comprender cómo una sola persona es capaz de organizar una milicia con más de 30.000 niños secuestrados. Y, en segundo lugar, cómo ha sido capaz de operar con total impunidad durante más de 25 años y que a día de hoy siga desaparecido sin que nadie sepa dónde está... La gran pregunta es por qué no le han atrapado. Eso me hizo introducirme en este mundo, primero para entender cómo funciona la cabeza de un personaje como él y segundo, cómo es posible que esto pueda suceder en el mundo. Lo que ocurrió después es que cuando contacté con gente y empecé a meterme de lleno en la historia, el foco pasó enseguida de Kony a Isaías, a los niños secuestrados en ese país.
–¿Ha conocido niños soldados durante estos años mientras preparaba la historia? ¿cómo ha sido?
–He conocido varias historias de militares, exmilitares, dos niños que pasaron por esta situación... Cuando uno lee la novela se nota el grado de empatía que he llegado a tener con estos jóvenes después de hablar con ellos y recoger todos sus testimonios.
–¿Ha sido duro para usted escribir esta historia?
–Es muy duro, pero la historia real es más dura todavía. He hecho un ejercicio de generosidad con los lectores y conmigo mismo porque la realidad es muchísimo peor. Es una historia muy dura pero necesitaba contarla sin caer en clichés o estereotipos. Lo más duro no es lo que pasa sino comprender cómo estos jóvenes que han sido víctimas cuando fueron secuestrados de niños, acabaron convirtiéndose en verdugos. Es durísimo cuando tienes que rehacer tu vida como hombre o como mujer. Las consecuencias de lo que viene después y convivir con ello toda tu vida es difícil.
–¿Qué destaca de su protagonista, de Isaías?
–Lo que más me impresiona es su capacidad de resistencia, cómo un niño de 12 años es capaz de encontrar fuerza para sobrevivir a ese horror y no volverse loco. Es lo que más llamó mi atención, cómo uno acaba encontrando momentos para la bondad y la humanidad incluso en el infierno. Además, Isaías no lucha contra nadie, sino por alguien. Eso marca la diferencia porque no lucha contra Joseph Kony, sino para proteger a su hermano. Es una lección de vida muy importante.
–Es cierto...
–Cuando conoces a estos hombres y mujeres de adultos te das cuenta de la fuerza que tienen, de lo agarrados que están a la vida, porque lo normal en esta situación es acabar loco o marginado. Muchos consiguen hacerse hombres y mujeres de bien, tener familia y un trabajo. Esta es la mayor victoria que Isaías tiene sobre Joseph Kony, que no consiguió convertirlo en un despojo humano.
–¿Por qué dejó pasar siete años desde que decidió escribir la historia hasta que se puso manos a la obra?
–No me sentía capaz ni preparado para escribirla porque me tocaba mucho en lo personal. Cada vez que intentaba escribirla, me salía de dentro un ejercicio de rabia, muy violento, y me daba cuenta de que se me escapaba lo importante de la historia, el factor humano, y me quedaba en las anécdotas. Empezaba con la novela y la dejaba porque me dolía bastante, hasta que al final me puse a escribir. Este tipo de historias van macerando dentro, van madurando, hasta que salen porque no puedes ignorarlas más. Al final, me ha costado escribirla pero siento que me ha ayudado mucho a crecer como escritor.
–¿Usted ha estado en Uganda?
–He estado en varios países de África, entre ellos Uganda, pero no en la zona norte donde suceden los hechos, sino en la capital, en Kampala. Pero he viajado a Uganda a través de los ojos de los demás, que también es importante, porque a veces vamos por la vida como turistas, con la cámara de fotos, sin ver la realidad y es bueno que la gente te abra los ojos, sobre todo los que trabajan allí. He hablado con cooperantes, sacerdotes y voluntarios que me han enseñado una realidad que no es la de un blanco occidental, sino una visión que se acerca bastante a la de los ugandeses.
–¿Cómo empezó su pasión por la literatura?
–Cuando era niño mi madre decía que tenía mucha imaginación y mi padre que era un mentiroso (ríe). Ahora en serio, una de las cosas que tengo en común con el joven Isaías es que tuve un entorno complicado cuando era un niño y la escritura se convirtió en un refugio, una especie de burbuja o mundo paralelo donde me sentía seguro y donde ponía orden a lo que fuera de ese entorno consideraba que era un caos. Escribir se convirtió primero en una adicción que practicaba todos los días, luego fue una necesidad y después una pasión.
–Usted fue mosso d'Esquadra, ¿no se ha planteado escribir una novela sobre esta experiencia?
–Han pasado ya años y alguna vez me lo he planteado. Supongo que algún día lo haré porque allí estuve veinte años y trabajé mucho el tema de las mujeres maltratadas y la violencia con los menores. En todas mis novelas la violencia con los niños es un tema recurrente, es algo que siempre me ha tocado mucho y me afectó en gran medida. De alguna manera mi experiencia profesional está en mis novelas, lo que no quiere decir que en el futuro escriba sobre mi experiencia como mosso d'Esquadra.
–¿Trabaja ya en la que será su siguiente novela? ¿Tiene alguna idea en la cabeza?
–Noooo. Mi cabeza no para de pensar, pero después de escribir esta historia me he quedado muy vacío por dentro y necesito descansar y recuperarme. Pero en cuanto encuentre una gran historia, iré detrás de ella. Ahora me quedo con Isaías y esta historia.
–¿Es difícil escribir la palabra fin en una novela?
–Sí, pero también es bonito ver hasta donde seré capaz de llegar con la novela. Tengo curiosidad porque hice alguna apuesta con estos Isaías que he conocido y quiero ver si será una novela más o ha valido la pena escribirla para que el tema vuelva a estar de actualidad y sirva para algo. De momento voy a apoyarla todo lo que pueda.
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