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Una de las atracciones del festival.
Lollapalooza: noria, circo, talleres… ah, y música

Lollapalooza: noria, circo, talleres… ah, y música

El reconocido festival ha celebrado este fin de semana su réplica europea con más de 200 acres de diversión. Cerca de 140.000 personas han abarrotado Berlín para disfrutar de Radiohead y Kings of Leon

Silvia Cantera

Miércoles, 14 de septiembre 2016, 18:57

Linterna, tienda de campaña, saco, esterilla Antes de irse a un festival, uno siempre tiene que repasar mentalmente la lista de cosas imprescindibles, el kit básico. Pero cuando el trayecto lo haces en avión ya sabes, antes de llegar, que será un viaje especial. Si cuando se celebran eventos como el FIB y el BBK Live, Benicasim y Bilbao se llenan de rubios de ojos azules, desde que el Lollapalooza se organiza también en Europa, el extranjero allí eres tú. Aprovechando que el legendario evento ha ampliado sus fronteras y ya no es algo exclusivo de los yanquis, hicimos las maletas -tampoco hace falta ir con mochila de montaña- y nos plantamos en Berlín para disfrutar de un fin de semana de los que dejan huella. Nada más llegar te ponen una pulsera de tela y en ese momento te das cuenta de que se trata de un festival distinto. Masivo. Todo es increíblemente grande.

- ¿A qué equivalen 200 acres?

-... ¡a una barbaridad!

El Lollapalooza empezó su expansión en 2011 al organizarse en Santiago de Chile. No tardó en celebrarse en Brasil, y en Argentina ya van por la tercera edición. En Europa ha empezado a echar raíces en Berlín. El año pasado se organizó en el aeropuerto de Tempelhof, este se ha mudado a Treptower Park y ya se ha confirmado que en 2017 la ciudad repite como anfitriona. Normal.

La única pega que se le puede poner al festival es que sea tan corto. Es imposible abarcar todo en un único fin de semana, el sábado y el domingo. Bueno, hay otro lunar más. No es para todos los bolsillos, y menos aún teniendo en cuenta que la cantidad de gente que previamente tuvo que pasar por el aeropuerto. Algunos se dejaron alrededor de 200 euros para ver en directo a bandas como Radiohead o Kings of Leon.

Sí, porque el cartel es muy bueno, pero hay que reconocer que en cuanto entras por la puerta, de pronto, parece secundario. Coges tu mapa -sin un plano parece imposible ubicarse por muy boy scout que se sea- y al momento te das cuenta de que no vas a tener ocasión de aburrirte. Hasta los niños son bienvenidos en una zona en la que pueden pintarse la cara, disfrazarse, conducir por un circuito y crear su propia banda. ¡Qué pena haber dejado de medir un metro hace unos años!

Para quitar el gusanillo, nos subimos a la noria del recinto ferial, como los chavales. Pequeña, sí, pero una noria después de todo. Antes pasamos por una carpa llena de juegos de puntería y de habilidad de esos que hacen que te des cuenta de que no tienes ni puntería ni habilidad. ¡Qué desastre! Decidimos quitar la 'pena' yendo a un espectáculo de magia y para seguir con la boca abierta nos acercamos hasta una gran carpa. ¿Es un circo? Pues sí, con una docena de pequeños acróbatas que ya dejan entrever que tienen madera de artistas. Y por si todo eso fuera poco, el festival también contaba con una zona para hacer todo tipo de talleres: cuidado de plantas, diseño de camisetas y de bisutería, bricolaje bricomanía en versión hippie.

Habría cerca de un centenar de puestos de comida en los que incluso se podían degustar platos típicos alemanes -muy recomendable el kässpatzen-, helados, gofres, menús de pasta y una amplia oferta de productos para vegetarianos y veganos.

Por cierto, en el Lollapalooza también dijimos adiós a eso de programar los viajes al baño para no tener la sensación de pasar media hora esperando. Pese a reunir a unos 70.000 festivaleros, ¡no había cola! Donde sí que había más follón era en las barras, que de alguna manera había que remediar el sofocante calor. Por cierto, por cada trago te pedían un euro de fianza y si devolvías el vaso o la botella lo recuperabas. Es una técnica que también emplean en los supermercados para favorecer el reciclaje y la manera de evitar que después de cada concierto el recinto acabe como un vertedero.

Grupos de primera línea

El desembarco del Lollapalooza en Europa llegó de la mano de Muse, Crystal Fighters, Tame Impala y Fatboy Slim. En esta ocasión, el festival no desmereció en absoluto. Como cabeza de cartel llevaban a Radiohead y a Kings of Leon, que en 2013 tuvieron que desafiar a la lluvia bilbaína en su paso por el BBK Live.

El grupo británico, que ofreció un increíble despliegue audiovisual, sorprendió en la recta final con 'Creep'. Radiohead acabó odiando este tema ya que estaban hartos de que la gente únicamente les relacionara con esta letra. De hecho, durante años la aparcaron y dejaron de tocarla. Pero reapareció. Consumidas casi dos horas de concierto y en el segundo bis. «Madre mía, pensé que nunca escucharía esta canción en directo», se escuchó decir a una chica entre el público mientras trataba de sacar el móvil de la riñonera para mandar un vídeo a sus amigas. Grabó magia.

Kings of Leon compartieron protagonismo con New Order, que tocaba al mismo tiempo en otro escenario. Lástima el solapamiento porque los antiguos Joy Division siguen en un buen estado de forma, tal y como demostraron en esta edición del BBK Live. Nostalgia sobre el escenario. En cuanto al trío de hermanos de Tennessee, uno a uno fueron desgranando sus éxitos hasta llegar al momento cumbre con 'Use Somebody' y con 'Sex on fire', una de esas canciones que no puedes cantar sin destrozarte la garganta.

Pues bien, acabó el concierto en todo lo alto y nos encontramos con un problema para quienes no acostumbramos a cenar a las ocho de la tarde. ¿Son las once y ya cierra el festival? Sí, fuera de nuestras fronteras programan conciertos desde primera hora de la mañana. Eso mismo le pasó a L.A., el único grupo español que se coló en el cartel. Su actuación fue a las 12.30 horas, antes incluso de que los festivaleros más parrandistas hubiesen amanecido.

Además de grupos alemanes de lo más interesantes -nos apuntamos los nombres de Trocotronic y Paul Kalkbrenner- el cartel también incluía propuestas internacionales nada desdeñables. Regresamos a la adolescencia con las letras pegadizas de Years & Years, un grupo en el que solo caben melodías agradables y en el que las sonrisas y los bailes imposibles corren a cargo de su cantante, Olly Alexander. Kaiser Chiefs pusieron el festival patas arriba con su 'Everyday I love you less and less' y cn 'Ruby', un auténtico subidón de adrenalina. Tampoco hay que desmerecer a los estadounidenses Major Lazer, creadores de auténticos temas rompepistas y unos expertos a la hora de animar al personal. Por cierto, los alemanes llegaban a ser tan sumamente respetuosos que había conciertos en los que apenas cantaban para que la música se escuchase perfectamente. Ese concierto fue una excepción. Y bendita excepción. Seguro que más de uno se fue para casa con una seria afonía. En nuestro caso es posible que no nos desprendamos del pañuelo al cuello hasta la próxima edición. Que nos reserven un hueco.

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