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La música pierde una histórica figura. El compositor santanderino Eduardo Rincón, fallecido ayer en su casa de Torroella de Montgrí (Gerona) a los 98 años, representaba un fragmento esencial de la partitura del siglo XX. La Guerra Civil marcó de manera decisiva su trayectoria ... vital. El exilio en Francia, las cárceles franquistas, la militancia en el Partido Comunista y su vínculo autodidacta y pasional con la música y la creación determinan una biografía ligada a una generación histórica de la poesía, el arte y la literatura de Cantabria.
Rincón (1924-2023) compartió celda con el poeta José Hierro. Aunque recibió clases de Cándido Alegría, compositor y organista de la Catedral de Santander, su formación musical fue esencialmente autodidacta y se adentró tarde en la composición. Su catálogo incluye más de treinta estrenos y abarca desde la música sinfónica hasta la pianística, con especial profusión en el repertorio de cámara-cuartetos de cuerda, tríos y quinteto con piano- y en la música vocal. En su travesía vital y creativa tuvo un significado especial su amistad con Hierro hasta la muerte del Premio Cervantes. Eduardo Rincón compuso varias obras para formaciones musicales diversas, basadas en los poemas del autor de 'Cuaderno de Nueva York'. Además de la composición, ejerció también la crítica musical. El Festival Internacional de Santander dio cabida al estreno de varias de sus obras.
Rincón forjó una trayectoria construida con el pulso de una vocación, un aprendizaje y una sensibilidad que fueron labrándose en una lucha permanente desde que a los 15 años fuera encarcelado por motivos políticos y entrara en contacto con la música en la Prisión Provincial.
La pasada década vieron la luz las memorias de Rincón en Ediciones La Bahía, el proyecto editor paralelo de José María Lafuente, artífice del Archivo ligado al desembarco del Reina Sofía en Santander. Bajo el epígrafe 'Cuando los pasos se alejan' la obra constituye un testimonio escalofriante de lo que significó la lucha antifranquista desde el Partido Comunista de España durante casi cuarenta años. En las páginas de este libro Rincón, procurando ser fiel a lo vivido, teje el hilo argumental del recuerdo de una existencia y circunstancias donde queda reflejada, además de otras vidas y discursos, la lenta evolución de un panorama social, político e histórico muy determinado, ofreciendo retratos impagables de variados personajes, como Hierro, Jorge Semprún o Santiago Carrillo.
A modo de «fresco emocionante, vívido, directo, enjundioso, subjetivo y valiente de una historia sobre la que nunca se escribirá bastante: la de quienes sacrificaron su vida y la de sus familias por enfrentarse al poder en plena dictadura militar», su libro es testimonio, autorretrato y compromiso ético. El Festival Internacional de Santander estrenó en paralelo a la presentación de las memorias su obra 'La Sinfonía Cántabra'.
Escrita en 2009 y estrenada en San Petersburgo ese mismo año, fue profundamente revisada y presentada en el FIS con la colaboración del Centro para la Difusión e Investigación de la Música en Cantabria de la Fundación Botín, con edición y prólogo del poeta Juan Antonio González Fuentes, hoy director de Cultura del Gobierno cántabro. El libro conforma el discurrir de un tiempo dolorido, la escritura vital y comprometida del músico cántabro.
Esa construcción autodidacta de su vínculo con la música se edificó a través de las experiencias y personas: siempre que tenía ocasión en la cárcel se ponía a estudiar. Citaba a una maestra, durante su estancia en la colonia Coromina de Cataluña, tras huir de Santander al estallar la guerra, que tocaba el piano y le despertó su afición; y en París le acogió una pareja, Jean y Denis Torchensky hasta su regreso a España, que puso a su disposición un piano. Además, en 1960, ya en su segundo exilio francés, recibió en París consejos sobre contrapunto y orquestación del compositor Jean Wiener, cuya ayuda fue inestimable posteriormente, cuando ya de nuevo en prisión «necesité libros y consejos para proseguir mis estudios». Pero durante sus estancias en la cárcel, con su actitud autodidacta, si tenía papel pautado se ponía a escribir música. Algunos de sus ciclos vocales fueron grabados por la soprano Elena Gragera y el pianista Antón Cardó en un disco del sello Columna Música, 'Álbum de Comendadoras'.
El compositor estrenó en el FIS esta colección de dieciséis canciones escritas a partir de los poemas que recitaba el autor de 'Cuanto sé de mí' a escondidas en ese convento convertido en prisión. Aquellos poemas que recitaba el Premio Cervantes en el convento madrileño a la edad de 17 años, tras la guerra civil, fueron musicados por Rincón y recogidos en un CD editado por el Gobierno regional.
Entre aquellos versos se hallaba la poesía de Juan Ramón Jiménez, el poeta preferido del autor de 'Alegría', y los versos de Miguel Hernández. El compositor recordaba que siempre que trabajó con los poemas de Pepe Hierro «la música ha brotado como el agua de la fuente».
Eduardo Rincón estrenó en el FIS, en la iglesia de San Martín de Cigüenza, este homenaje a Hierro. En el convento madrileño, donde fueron trasladados centenares de presos antes de ser juzgados, surgió la actitud «solidaria de Hierro durante los días de cautiverio y las fórmulas que buscó el poeta para intentar superar aquellas largas jornadas hasta que consiguieron la libertad provisional», gracias al padre del compositor. «La forma de ser de Pepe Hierro: pensante, solidario y amigo» quedó reflejada, según Rincón, en ese disco «fruto del momento dramático que nos tocó vivir juntos». El poeta falleció «justo cuando tenía preparadas las partituras para enviárselas». Hierro, evocaba Rincón, «se colocaba en una columna de la prisión, rodeado de los presos sentados, mientras uno vigilaba la posible llegada de los guardias, y recitaba; nos sentábamos todos a su alrededor mientras uno se quedaba en pie vigilando y así pasaba una hora, una hora y media...». Así se sucedieron las noches en torno a la poesía de Alberti, de Hernández o de Gerardo Diego, según la evocación de Rincón.
Rincón vivió su infancia en Menéndez Pelayo primero, en San Celedonio después y Casimiro Sainz más tarde. Sus estudios de Secundaria se verían interrumpidos con el comienzo de la contienda. A partir de ahí el periplo vital es una sucesión de salidas y entradas al país; ingresos en la cárcel; u organizar huelgas junto a obreros y mineros. Después de unos meses en Madrid tratando de rehacer su vida gracias al dinero de su padre, vuelve a Santander. Decide proseguir su lucha contra la dictadura, conoce al diseñador santanderino Daniel Gil y entra en contacto con los ambientes literarios. Edita, junto a unos amigos, la revista Novas. Después funda 'El timbre del despertador' para más tarde unirse al grupo inicial de Proel.
Los primeros encontronazos de Rincón con la dirección del Partido Comunista en París son narrados en el citado libro, por ejemplo con Santiago Carrillo. Después se sucedieron su paso por la cárcel de Oviedo en 1960 y al Penal de Burgos. En 1965 sale de la cárcel y le proponen reorganizar el partido en Santander. Sin embargo, ante la precariedad económica en la que se encuentra, trabajando como traductor, decide ir a Madrid. Allí, Jesús Polanco y Francisco Pérez le ofrecen la posibilidad de un trabajo más estable. No le condicionan su lucha política, pero él decide abandonarla totalmente. Con el partido rompería poco después, con motivo de los acontecimientos de Praga en 1968.
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