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El padre de Antonio Altarriba se suicidó hace 23 años. Fue el desenlace de un largo proceso de depresión «en el que sufrió enormemente». Una muerte «muy deseada por él», que dejó en el autor zaragozano un gran remordimiento, ya que le pidió ayuda para ... morir, que no fue capaz de prestarle. «Casi formaba parte de la terapia el contar y reivindicar la figura de mi padre, todo lo que había vivido» y, así, desmentir el resumen desolador que hacía de su existencia tras la enfermedad. El resultado fue 'El arte de volar' (2009), un cómic ya canónico que le permitió cerrar un proceso de duelo y «me sirvió como terapia», explicó en el Paraninfo de la Magdalena.
Como «todo un personaje» definió Regino Mateo a Altarriba en la presentación de una tarde diferente en los Martes Literarios, pionero abriendo brecha con el género de tiras y viñetas en esta cita vernácula de la UIMP. «Desde mi punto de vista, el cómic, como la novela o el ensayo, es narrativa impresa», defendió para abrir boca en una dualidad sobre la que desarrollaría su argumentación. Su tacto es de papel, se compra en librerías, pero «no es un medio esencialmente literario», si bien es posible encontrar adaptaciones de un lenguaje a otro. La del cómic de 'Patria', por ejemplo, le gustó a Altarriba más que la propia novela. La faceta del cómic como facilitador, divulgador de algo que, si no fuera por él, resultaría más difícil, ha disminuido enormemente, «y además a los autores no nos interesa; no queremos ser los divulgadores de la papilla ya deglutida de la obra seria y formal escrita en un tomo de 700 páginas. No queremos ser el hermano pequeño de otras disciplinas que facilite lo que no se puede entender», enfatizó.
«Sus recursos expresivos son propios de la literatura, pero el alma del cómic no es literaria», incidió. Los personajes y su entorno, el escenario en el que actúan, es dibujado y no narrado. Algo que hace que «la descripción documental tenga que ser más concreta y más precisa». Por ello, una de las decisiones más importantes que tendrá que tomar el guionista «es decidir qué dibujante te lo va a hacer». Hay que conocer muy bien el sector, quiénes están trabajando, disponibles y abiertos a aceptar guiones, pues hay quien se escribe sus propias historias. La convivencia entre ambos creadores se puede prolongar durante mucho tiempo. «La realización de un cómic es muy laboriosa y muy lenta». 'El arte de volar' supuso casi cinco años de trabajo. Sin llegar a ese margen, entre doce y veinticuatro meses es lo habitual. «Vas a vivir en el mismo universo imaginario con el dibujante y el guionista y eso une mucho», frente a la llamada soledad del escritor. Una relación que acaba retroalimentándose, creando complicidades «para toda la vida».
Enfrentarse a la hoja en blanco es un proceso habitual en todos los ámbitos creativos, también en este. A pesar de sus años de experiencia y de contar con galardones como el Premio Nacional del Cómic 2010, a Altarriba no se le pasa la sensación de nervios cada vez que saca un libro, pendiente del público, también de la crítica. «No tengo el aplomo y la seguridad de sentirme consagrado y creo, además, que eso es instalarse en una forma de cómodo triunfalismo». Prefiere la inquietud de dudar de uno mismo, «motor de mejora».
En España, el cómic va bien «desde algunos puntos de vista», un aspecto este que abordará en el curso que dirige desde hoy en la UIMP. Pero también presenta unos cuantos problemas. «Por la edad, agradezco la evolución en estos treinta años, de ver cómo va consiguiendo un reconocimiento». La dignificación ha supuesto llegar a un foro como la Menéndez Pelayo, hablando del cómic en los Martes Literarios, «es un hito muy importante en ese recorrido». Es posible reconocer una selección de autores, obras y personajes que está muy arriba en el ranking internacional. «El patrimonio que hay para estudiar y reivindicar, descubrir y redescubrir, es inmenso». Existen tres cátedras de cómic en universidades españolas, destacó el autor, que leyó en el año 81 la segunda tesis doctoral de España sobre la materia. «Necesitaríamos que la enseñanza superior diera entrada a estas enseñanzas de manera más reglada».
Su principal problema es la superproducción. Aunque en el último año han bajado un poco las ventas, están apareciendo unos cinco mil títulos al año. «Es mucho, el mercado no está preparado para absorber tanto y entre tantos a repartir, el trocito del pastel es muy pequeño». En Francia, donde son «mucho más meticulosos» y llevan años dando vueltas a esta problemática, saben el porcentaje de autores que se pueden considerar precarios, cuyos ingresos de derechos de autor están por debajo del salario mínimo interprofesional. En España, la situación «es mucho peor». Se sostiene una producción de una calidad aceptable, pero de esos 5.000 títulos, muchos pasan desapercibidos, otros consiguen vender unas decenas de ejemplares, en un equilibrio inestable de un medio «que ha adquirido mucho prestigio, pero está sostenido con pies de barro», que se refleja en la precariedad de la mayoría de los autores. A Altarriba le da mucha pena que autores con talento e interesantes obras, «desaparezcan» tras un intento o dos, al comprender que no hay opción a ese tipo de vida desde un punto de vista económico. «Nos hemos educado y crecido con Carpanta», que con una monda de patata se aseguraba el menú, pero «¿Cuánto tiempo puede aguantar un creador de cómic, aunque sea muy frugal, sin comer?», ironizó.
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