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Ramón Barea (Bilbao, 1949) ha cogido 'El viaje a ninguna parte', la exitosa novela y posterior película de Fernando Fernán Gómez, adaptada al teatro por Ignacio del Moral, y ha construido una obra muy cuidada, que mantiene la esencia del original y el espíritu de ... su autor y que se representará mañana sábado en el Palacio de Festivales, a las 19.30 horas. En su doble papel de director y actor –pues representa a uno de los personajes– Barea recuerda que la obra es un homenaje al oficio de los cómicos, «inseguro y un poco absurdo, pero el mejor del mundo».
–Usted trabajó en la que fue la última obra de teatro de Fernando Fernán Gómez como director, 'Morir cuerdo y vivir loco', ¿qué recuerdos conserva?
– Efectivamente fue la última cosa que hizo como director de teatro. Se trataba de una dramaturgia que hizo él con la segunda parte del Quijote. Y yo hacía de Quijote y nunca supe muy bien porqué acabé yo protagonizando esa obra. Acababa de hacer a Max Estrella de 'Luces de bohemia' en Madrid y me engancharon sobre la marcha. Pero yo estaba encantado porque tenía muchas ganas de conocer a Fernando (Fernán Gómez). Fue poquito antes de que nos abandonara, tenía ya una visible dificultad para andar y moverse y llegaba al Centro Dramático Nacional acompañado siempre por su mujer Emma Cohen que le dejaba en la puerta del salón de ensayos. Pero aguantó muy bien el tirón.
–¿Y cómo era?
–En esos ensayos yo descubrí una cabeza lúcida, divertida, irónica y muy cariñosa con los actores. Una figura muy lejana a esa imagen hosca que ha pervivido de él.
–De todas las obras que dejó escritas ha elegido para representar 'El viaje a ninguna parte'. ¿Por qué?
–Hay una parte de homenaje al oficio de cómico que me emociona y eso que Fernando nunca fue un cómico de legua. Nunca fue por los bares y casinos de los pueblos haciendo comedietas y demás porque, afortunadamente para él, se movía en otro nivel. Pero esta obra es un precioso homenaje a este oficio inseguro, romántico, vocacional y un poco absurdo que es el mío.
–¿El oficio ha cambiado mucho desde entonces?
–Creo que sigue siendo igual de absurdo y vocacional y continua siendo un oficio un poco en precario, pendiente de la próxima contratación tal y como se refleja en la obra. El homenaje que Fernando hace, es un tributo irónico pero muy cariñoso. Él llega a burlarse de los personajes y convertirlos en personajillos, un poco a la manera de Valle Inclán. Pero los mira con mucho cariño, casi como si fueran figuritas de un Belén de Navidad.
fernán gómez
–Antes decía que el de los cómicos siempre ha sido y sigue siendo un oficio inseguro, sin embargo muchos actores y actrices proclaman que es el mejor del mundo. ¿Comporte esa afirmación?
–Sin duda. Es el mejor oficio del mundo porque es muy vocacional. El espectador, en general, tiene una idea de que es un trabajo muy glamuroso, pero lo cierto es que el 90% de los profesionales de este sector están por debajo de los ingresos mínimos. Es una profesión muy insegura e irregular, salvo casos muy contados, que solo se sostiene por la cabezonería de los que la ejercemos.
–Aparte de ese homenaje al oficio, ¿qué destacaría de la obra?
–Los diálogos. Son un material maravilloso. La obra, antes que novela y película fue un guión radiofónico. Fernando intervino en esos tres apartados. Donde no participó fue en el teatro, aunque hay que reconocer que de alguna manera dejó escrito el texto teatral porque los diálogos están ahí. Esta obra no reinventa la novela ni añade nada. Aquí la adaptación la ha hecho Ignacio del Moral.
–¿Cómo es su personaje en la obra?
–Represento el mismo papel que hizo Fernando en la película, el del patriarca. Es el abuelo de los Galvanes, una familia de actores que viaja por todo el país. Este personaje realmente podría tener la edad que yo tengo y cuando le escuchas parece que estás escuchando al propio Fernán Gómez. Con sus textos pasa una cosa y es que todos suenan a él porque están escritos de manera que te llevan a su forma de hablar y a su estilo. Yo definiría a Fernando como al cronista de la segunda mitad del siglo XX. Todas sus obras, tanto las que ha dejado en novelas como sus textos de teatro o su cine, son un fresco de la sociedad en la que el vivió. Creo que en este año no ha habido tiempo para rendirle el homenaje que merece en todas las facetas que tocó. Fue novelista, escribió ensayos, artículos en periódicos y además hizo teatro y cine. Detrás del señor de «a la mierda» hay un legado magnífico y un gran trabajador, pese a que él siempre decía que tenía vocación de vago. Y además era muy divertido el puñetero de él.
el espectáculo
–¿Qué tal se lleva el Ramón Barea actor con el Ramón Barea director?
–Están hechos un lío. El Ramón Barea director lo pasa peor que el Ramón Barea actor. El director, en esta ocasión, ha tenido la astucia de juntarse con un elenco muy especial, que ya había trabajado conmigo y que admiro en algunos casos. Con lo cual, y eso es una cosa que se repetido en los sitios en los que se ha estado, la crítica ha elogiado lo compacto de la compañía. Realmente acabamos pareciéndonos a la familia Iniesta-Galván de los que habla la obra. Y eso es fruto de la comunicación, del trabajo y de un sabor especial que compartimos el elenco. Pero vamos, yo te confieso que prefiero actuar que dirigir. El director sufre mucho más porque llega un momento en que la obra cobra vida propia.
–Por cierto, la última película en la que participa 'Cinco lobitos' que aún está sin estrenar ya ha sido seleccionada para la Berlinale.
–Sí. Estamos muy contentos. Es una opera prima de Alauda Ruiz de Azúa, una mujer muy interesante como directora y que ha hecho un guión increíble que ha peleado mucho. Es una película muy sencilla, y lo más difícil es la sencillez, que toca un tema muy concreto que es la maternidad desde dentro.
–Algún otro proyecto más.
–De forma inmediata no. En Bilbao, en Pabellón 6, sigo con la dirección de 'Luces de Bohemia'.
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