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Este señor «renacentista» sigue ejerciendo a sus 80 años el mejor oficio del mundo: humanista. Su fe en el activismo de la generosidad y la construcción social es tan fuerte, pese al dolor lacerante de la pérdida (dos hijos), que cada idea e inquietud se ... han plasmado en una edificación colectiva. A la «calidad y calidez humana y cultural» de José María Pérez, Peridis, como subrayó su amigo Jesús Herrán, suma un vínculo natural con el sentido del humor. A su «personalidad inabarcable», otra definición aportada por el editor de Valnera, incorpora el ADN de saber contar el mundo. Lo que en otros es una prótesis de egolatría, en este poliédrico caricaturista de hombres y espacios, todo tiene su traducción en una manera de narrar.
De Peridis (Cabezón de Liébana, 1941) conocemos las etiquetas: arquitecto, dibujante, viñetista, escritor, divulgador del patrimonio, emprendedor, innovador. En la Torre de Don Borja, en Santillana del Mar, los Encuentros que coordina su director, Marcos Díez, acogieron ayer ante medio centenar de personas, un ameno itinerario, a modo de conversación, entre Peridis y Herrán, que sembró de recuerdos y anécdotas la cartografía de ciudades, edificaciones, rehabilitaciones, compilaciones, viñetas y ficciones que habitan en la trayectoria biográfica y creativa del gran defensor del románico. Durante cerca de dos horas asomaron las huellas familiares y el travelling por las acciones más llamativas de un trabajador incansable. Un diálogo confesional y evocador en el que también hubo tiempo para revelar el presente: Peridis escribe una nueva novela deudora de su infancia lebaniega en la que el Beato es su personaje.
La línea vital y el trazo del dibujante llegan a encontrarse en Peridis en esa luz cenital (genital dice con humor) que vio filtrarse del techo el día que su tío le preguntó sobre su futuro. «Quiero ser arquitecto», dijo entonces. Un nómada creativo, del románico a la viñeta de El País, que lleva consigo cada día como un equipaje existencial. De la «cultura del esfuerzo» a la posibilidad que se halla en las entrañas de las ruinas como las «que tenía a la vera de mi casa y que fueron el mejor juguete». Trayectos que confluyen en ese monasterio, el de Santa María la Real en Aguilar de Campoo.
En el hábitat de la histórica Torre de Santillana -hoy sede de las familias de Polanco y Pancho Pérez González- Herrán, su cómplice en la elaboración de ese macroproyecto que es la 'Enciclopedia del Románico', pulsó las pruebas de vida de Peridis: Liébana, Aguilar y Madrid. El Centro de Estudios del Románico y la Fundación Santa María la Real. Las Escuelas taller y las Lanzaderas de empleo. Y esa senda del narrador plasmada ya en cinco novelas, entre la ficción y la historia, entre premios y la respuesta del lector. Siempre con el eco unamuniano como friso: «Hasta una ruina puede ser una esperanza».
Peridis, amante del ciclismo, artífice de rehabilitaciones respetuosas y constructor de casas prefabricadas de maderas, antecedente de edificaciones adosadas. Lector compulsivo de prensa. Un luchador con fe en lo que reivindica, consciente de que Liébana y el Beato «me han bendecido siempre y de que siempre he encontrado un cántabro en las decisiones importantes». Y «generosidad y credibilidad» a la hora de abordar sus iniciativas insólitas como las Escuelas taller (más de 750.000 jóvenes en todo el mundo) o al encauzar una empresa ingente como la del románico que alcanzará los setenta tomos.
«Somos lo que hacemos y tenemos lo que damos» repite Peridis en su particular trayecto de «vocaciones y habilidades». Superviviente tras lograr salir de las garras más oscuras del covid, Peridis busca el aliento «a monte de roble, después de un chaparrón de otoño», que le lleva de inmediato a sus primeros años de vida. A esa Liébana natal del amante del patrimonio: «No hay nada más hermoso que revivir un edificio antiguo».
El autor de 'El Corazón con que vivo', Premio Primavera, ha vuelto a mirar a Picos desde la primera ventana, a la escuela, a los recuerdos de ese paisaje al que regresa cada año. Si como dibujante se fijó en Snoopy y Mafalda, como escritor considera que lo esencial es «tener buenos personajes, creíbles, fantásticos. Hay que demostrar la capacidad de entrar en la vida de otros y deleitar».
Ahora, desde estas premisas, escribe una novela con el Beato como referente que recobra Liébana, «el punto luminoso de toda mi vida». Y un recorrido: «Sudar mucho para que llegue la inspiración, encontrar la historia y sus personajes». Al cabo, Peridis sigue siendo el niño al que le gustaba que le «contaran historias».
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