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No hay muchos retratos de Leonora Carrington. Pero todos son coincidentes en el mapa humano de la pintora: su mirada. Intensa y distante. Una mirada que escudriña y se aleja con idéntica sensación de extrañeza. Entonces, ¿cómo habitar esas distancias, esa cartografía de vértigo y temblor existencial? La artista solía subrayar que no había nacido y que su llegada al mundo había sido una especie de gran recreación artística. Sueño, creatividad, imaginarios, surrealismo, mundos fantásticos, magia... El ecosistema Carrington está contenido en casi cada una de sus obras pero, al tiempo, se revela en una gran red, densa y tupida, que conecta de forma inasible el viento, las palabras y el deseo de búsqueda y de viaje interior que recorre toda su expresión: la de la pintora, la de la escritora, la de la escultora...
Durante décadas ha sido incomprendida, reverenciada de forma minoritaria u olvidada. Pero en la última década ha implosionado esa interiorización reducida hasta que su nombre se ha hecho grande. Exposiciones, publicaciones, indagaciones en su figura y huella asoman más allá de efemérides y aniversarios, de homenajes y evocaciones oportunistas. Hasta el mercado, siempre caprichoso y letal a la hora de agrandar o empequeñecer su carnaza, demuestra día a día que ahora su obra forma parte de esa selecta cotización global.
Es bien conocida su sentencia vital: «No tuve tiempo de ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista». En realidad toda su vida representa una huida hacia adelante. Un viaje no solo físico y geográfico –Inglaterra, París, Santander, Portugal, Nueva York, México–, sino místico y sagrado, mitológico, en una continua construcción de ese hábitat poblado por seres y espacios surrealistas. Carrington (Lancashire, Inglaterra, 6 de abril de 1917–Ciudad de México, 25 de mayo de 2011), una mujer entre la alquimia y los cuentos de hadas, entre lo fantástico y la edificación de un mundo propio que se adentra en la entraña de la vida, evitó etiquetas y declaraciones superficiales, encasillamientos y entrevistas. «Aunque me gustaban las ideas de los surrealistas, André Bretón y los hombres del grupo eran muy machistas. Solo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos».
La suya es una trayectoria marcada siempre por su biografía, que la convirtió, para muchos, «en una persona excéntrica y trágica». Sin embargo, su trabajo no puede ser reducido al producto de una mente inestable, y sí al fruto de una extraordinaria imaginación y con un significado no siempre fácilmente descifrable.
No solo son sus pinturas, sino también los dibujos, cuentos, poemas, tapices o vestidos, donde la artista disecciona, desnuda, desangra aspectos del ser humano que no son siempre reducibles a palabras. «Conceptos abstractos como el miedo, el dolor, la alegría, la extrañeza o la felicidad nutren sus obras, llenas de magia y de misterio para que cada uno de nosotros, espectadores, podamos encontrar en ellas un espejo para el presente».
Fotografía de autor desconocido, fechada
en 1956, en la que aparece la artista
Leonora Carrington pintando
‘Unscape at Manzanillo’.
EFE / LEOPOLDO SMITH
Fotografía de autor desconocido, fechada en 1956,
en la que aparece la artista Leonora Carrington
pintando ‘Unscape at Manzanillo’.
EFE / LEOPOLDO SMITH
Fotografía de autor desconocido, fechada en 1956,
en la que aparece la artista Leonora Carrington
pintando ‘Unscape at Manzanillo’.
EFE / LEOPOLDO SMITH
Fotografía de autor desconocido, fechada en 1956,
en la que aparece la artista Leonora Carrington
pintando ‘Unscape at Manzanillo’.
EFE / LEOPOLDO SMITH
Este redescubrimiento de la artista, hasta ahora pausado, con su crecimiento invisible a través de varias señales, vive ya su epicentro en la confluencia de varias convocatorias e hitos. El Peggy Guggenheim de Venecia y su Bienal y la Tate Modern de Londres, con sendas exposiciones, más la publicación de una monografía. No obstante, el foco estará puesto en la gran exposición de su obra que exhibirá desde febrero de 2023 la Fundación Mapfre en colaboración con Arken Museum (Copenhague), en lo que se postula como la primera retrospectiva de Leonora Carrington en Europa continental. Una muestra que sigue la carrera de la ecléctica artista desde los primeros dibujos hasta su obra tardía. El feminismo, la independencia, la mirada libre, la construcción de una ecología vital y artística se hallan tras esta resurrección mediática y pública de su creación. Recientemente Sotheby's vendía su cuadro Jardín de Paracelso (1957) por más de 3 millones de euros. Hace poco más de quince años una de sus pinturas alcanzaba en venta la cifra de 700.000 euros.
Alquimista de sueños, la artista que vivió una apasionada relación con el pintor surrealista Max Ernst, se involucró con todo el grupo surrealista. Como certifican las fotografías de Lee Miller, esa etapa se tradujo en vitalidad y creación. El trayecto desde ahí es bien conocido: el pintor es arrestado y enviado a un campo de trabajo. Leonora Carrington huye de la ocupación nazi y viaja a España. La artista que siempre tuvo a su familia en contra de sus decisiones, ingresó en un centro psiquiátrico en Santander tras una intervención de su padre que alegaba que su estado mental estaba desequilibrado. La autora de 'La tentación de San Antonio' plasmó su estancia en un horrible lugar, en sus 'Memorias de abajo', «un texto surrealista fundamental que ella escribe como una simple catarsis para escapar de la tortura a la que la sometían».
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Tras escapar a Lisboa, acude a la embajada mexicana en busca de refugio para huir de Europa y conocer al poeta y diplomático Renato Leduc, con el que se casa en 1941, que la ayuda a emigrar a Nueva York, aunque se divorcian dos años después. En su convivencia con fotógrafos y pintores surrealistas, conoce en 1944 a su futuro esposo y padre de sus hijos, el fotógrafo húngaro Emérico 'Chiki' Weisz, colaborador habitual de Robert Capa. Entre su grupo de amigos y colegas cabe destacar a Alice Rahon o Remedios Varo, a quien la unió una estrecha amistad. También conocerá a Frida Kahlo, Diego Rivera y Octavio Paz, que definió a Carrington como «la hechicera hechizada».
Carrington se definió en 1945 como «un viejo topo que nada bajo los cementerios». Aún no había cumplido los treinta pero su vida ya daba entonces para varias novelas, según ha destacado Javier Martín-Domínguez, periodista y autor de un documental sobre la pintora ('Leonora Carrington y el juego surrealista'). De la autora del autorretrato 'La posada del caballo del alba' y su paso por Santander –el psiquiátrico del doctor Morales–, la compañía teatral Ábrego concibió 'La novia del viento'. El montaje, protagonizado por María Vidal, que ha pululado por festivales, circuitos y programas, recoge esa estancia convulsa y la escritura de uno de sus relatos más dolorosos: 'Memorias de abajo'. Un tiempo en el que se suceden y solapan el amor, el surrealismo, la política, la guerra, el feminismo, la represión, el castigo extremo por su inadaptación, el intento de castración artística y existencial, y la recuperación de la libertad. Una etapa aún no del todo desvelada.
Gran retrospectiva. Febrero 2023. Fundación Mapfre, en colaboración con Arken Museum (Copenhague), presenta la primera retrospectiva de Carrington en Europa. Una muestra que sigue la carrera de la ecléctica artista desde los primeros dibujos hasta su obra tardía.
Otras. Museo Peggy Guggenheim de Venecia ('Surrealismo y Magia: Modernidad Encantada') y la Tate Modern de Londres ('Surrealismo: más allá de los límites').
Estudio. Monografía de la científica y artista Catriona McAra ('The Medium de Leonora Carrington: una obsesión feminista del arte contemporáneo').
Documental. Realizado en 2011. 'Leonora Carrington. El juego surrealista' de Javier Martin-Domínguez.
Ahora se suceden los estudios, la citada monografía de la científica y artista Catriona McAra ('Una obsesión feminista del arte contemporáneo') y exposiciones con la producción de Mapfre en el punto álgido. Martín-Domínguez, a propósito de su estancia en México donde convenció y conoció a la artista para abordar el documental, fechado hace más de una década, escribió una impresión y definición tan poética como ilustrativa: «Inclasificable, más allá de ser la última superviviente del grupo de los surrealistas, la infatigable Leonora dice que le da miedo el tiempo «porque no lo entiendo». Quizá por eso permanece. Tan fuerte como el tronco y tan enigmática como la flor azul de la jacaranda que crece encerrada en el patio de su casa. «¿Y si fuera una flor?».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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