«Si Rosika Schwimmer viviera hoy estaría delante del Kremlin, con una pancarta»
Kirmen Uribe | Escritor ·
El autor de 'La vida anterior de los delfines' habló en la Feria del Libro de su obra y sus proyectos próximosSecciones
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Kirmen Uribe | Escritor ·
El autor de 'La vida anterior de los delfines' habló en la Feria del Libro de su obra y sus proyectos próximosEl escritor Kirmen Uribe (Ondarroa, 1970) es uno de los más destacados escritores vascos de la actualidad. En 'La vida anterior de los delfines' (Seix Barral, 2022), su última novela, nos relata la peripecia vital de la sufragista y pionera del pacifismo húngara Rosika Schwimmer ... que fue candidata en varias ocasiones al premio Nóbel de la Paz. La novela narra, además, la investigación que el escritor realizó, gracias a la prestigiosa beca Cullman de creación literaria, en la Biblioteca Pública de Nueva York, que custodiaba su legado De todo ello habló ayer en un encuentro de la Feria del Libro (Felisa).
-¿Qué hace un delfín en la vida antes de ser un delfín?
17.15 horas. Taller de creación de marcapáginas con Mónica López, actividad infantil.
18.00. Patricia Manrique&CIA presenta 'Feminismos de cercanía'
19.00. Fernando Gómez Aguilera presenta 'El pájaro que pía posado en el rinoceronte'
20.00. 'El universo de Pepe Hierro'. Conversación con los poetas Lorenzo Oliván y Adela Sainz Abascal.
21.30. Concierto del grupo cántabro La mala hierba.
-Parece ser que, según una leyenda cantábrica, antes eran humanos. Humanos que se enamoraron de una lamia, una sirena.
-Un castigo cruel para el amor, ¿no?
-Bueno, en las leyendas griegas las sirenas devoraban a sus amantes... Aquí al menos tienes una segunda oportunidad; vas a vivir, aunque sea como delfín. Es una transformación, no necesariamente negativa. Esto me hizo pensar que todo el que migra también, de alguna manera, se convierte en delfín.
-Su lamia, entonces, era sufragista, pacifista, judía y, encima, sin novio ni marido declarado...
-Es curioso, pero Rosika Schwimmer es la persona que me ha llevado a Nueva York y me ha cambiado la vida. Una persona ya fallecida, cuya vida estaba metida en cajas.
-Sentiría un pálpito especial al descubrir no sólo la historia de Rosika Schwimmer, sino sobre todo que nadie la había contado aún, ¿no?
-Yo pensaba: ¿Bolaño, dónde estabas? (risas) Los novelistas siempre andamos buscando historias, y me encontré con este personaje en la web de la Biblioteca de Nueva York, en el archivo de Edith Wynner, una bibliotecaria que estuvo cuarenta años escribiendo un libro y nunca lo acabó. Toda una vida de trabajo sin culminar. Ya solo ese dato me enamoró. Y el libro trata sobre Rosika Schwimmer, que había sido muy famosa a principios del siglo XX, pero aún no hay muchos estudios sobre ella, ni siquiera una biografía.
-Algo que pudo hacer gracias a la beca Cullman, que podría ser el equivalente literario a que te toque la lotería...
-Es que no me lo creía, hasta el punto de que, cuando me llamaron y vi en la pantalla el famoso 212 (el prefijo de Manhattan) me puse tan nervioso que ni cogí el teléfono. El miedo al sí.
-¿Y cómo ha sido su experiencia en la biblioteca? ¿Borgiana o de copista medieval?
-La felicidad borgiana, sin duda. Es increíble, el Vaticano de la cultura, como una catedral, llena de bibliotecarios memoriosos. Y allí fue donde empecé a abrir esas cajas sobre Rosika, buscando los retazos de una vida y queriendo aprender, sobre todo, porque cuando empiezas una novela no sabes sobre el tema que vas a escribir, sino que vas aprendiendo cosas y luego trasladas al lector ese descubrimiento. Y solo así tiene sentido, porque si escribes sobre algo que conoces mucho, al final ni hay emoción ni hay nada.
-¿Y cómo era esa vida que descubría poco a poco?
-Increíble y apasionante. Y también triste, en ocasiones. Pero, a medida que iba abriendo las cajas, también se abrían otras cajas en mi memoria, de manera que, como en un experimento, escribía sobre ella pero también las reacciones que se producían en mí. Así que en el libro no solo cuento la vida de Rosika sino qué pasa en la mente del novelista, cómo vive en Nueva York, cuál es su relación con el pasado... Porque el pasado no lo puedes meter debajo de la alfombra: siempre vuelve.
-Si volviera hoy Rosika, ¿dónde se la imagina?
-Delante del Kremlin, con una pancarta. Y también en la Casa Blanca con Biden. Ella era húngara y estaba orgullosa de su cultura, pero también estaba abierta al mundo. Llegó a proponer la creación de una república federal mundial, para acabar con las guerras. Puedes considerarla inocente, pero creo que necesitamos de esa ingenuidad para hacer del mundo un lugar más habitable.
-No parece ese el camino de la actualidad, últimamente...
-Es que cuando empecé la novela vivíamos en otra época, no teníamos este ambiente bélico. Pero fue salir la novela y de repente invadieron Ucrania.
-¿Nos hacen falta muchas Rosikas?
-Sí. Estamos volviendo a una visión tribal del mundo, en el que cada uno mira por sus propios intereses, se está exacerbando el nacionalismo, y me da miedo. Prefiero el espíritu de Rosika.
-En la primera parte de la novela, ¿quién es ese Uri que nos habla?
-Uri es... Bueno, Uri soy yo. Si me vas a preguntar por la autoficción, te diría que ahí no hay ficción. Es un relato autobiográfico: lo que pasa con mi familia, las dificultades que afrontan todos los migrantes a Nueva York... Y todo lo que se cuenta ahí es verdad.
-En la segunda parte, en cambio, habla Nora, la mujer del escritor.
-Quería que se viera al escritor desde fuera. También sus miserias, sus debilidades. Pero esa parte sí tiene un punto más de ficción, donde yo me tengo que imaginar cómo me ven.
-Cambia el narrador justo cuando aparecen los durísimos años de la violencia y la heroína.
-Cambio porque la ficción te ayuda a ser más directo y más empático con el lector. No estás contando tus cosas, eso permite que te puedas identificar más con los personajes.
-En la tercera parte, en cambio, ve el futuro...
-Es un juego, un guiño al lector. Quería que al final mis hijos tuvieran la voz, y así puedan tener también un futuro diferente al nuestro, que tuvimos una infancia tan difícil.
-Seis años de silencio... ¿Qué hace un novelista cuando no escribe?
-Bueno, publiqué poesía, que es un género que me da mucho. Y donde tengo mi 'guardia pretoriana' de lectores. Pero un escritor siempre está pensando, investigando... Y escribiendo: en realidad, esta novela me ha llevado cuatro años. Y siempre tienes otros proyectos, que vas adelantando mientras tienes uno en marcha.
-¿Así que ya está en otros proyectos?
-Sí, pero prometo que no voy a tardar seis años.
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