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«Estoy viviendo los años más bonitos e intensos de mi vida profesional, porque estoy haciendo cosas que me mueven». Sheila Blanco, (Salamanca, 1982) tiene una voz delicada y un carácter apasionado. En su constante investigación se encontró con los versos de mujeres a los ... que la historia sepultó en silencio y se propuso «recuperarlas». Así nació 'Cantando a las poetas del 27', el proyecto con el que ha recorrido países y conciencias y que esta tarde la trae a Santander, para abrir las 'Noches de Felisa' (20.45 horas).
Los versos de Carmen Conde, Ernestina de Champourcin, Concha Méndez, Elisabeth Mulder, Pilar de Valderrama, Margarita Ferreras, Josefina Romo Arregui y Dolores Catarinéu, resonarán en la plaza Porticada, tras la inmersión de Blanco en sus palabras, en sus historias. En el trabajo que desarrolla hay una porción «muy importante» de investigación. Máxime porque «la parte creadora de la música tiene que ver también con el contexto de cada poeta; cómo escribió y por qué». Una búsqueda «complicada» de sus obras, a través de bibliotecas y universo digital.
13.00 horas. Daniel Garrido presenta 'Arte rupestre en Cantabria'.
17.15 horas. José María Gruber presenta 'Una flor en el alero'.
18.15 horas. Marcos Diez presenta 'Con sol dentro. Poesía reunida'.
19.15 horas. Encuentro con Ian Gibson.
20.45 horas. Las Noches de Felisa. 'Cantando a las poetas del 27', con Sheila Blanco.
La también compositora, pianista y arreglista afirma que, en su caso, la música tiene casi un componente genético. Su madre es una gran cantante. «Nos cantó mucho a mis hermanas y a mí y sigue cantándole a mis sobrinos», relata. Su padre un gran melómano. «Ninguno de los dos pudo estudiar música, pero son grandes aficionados y lo tuve ahí desde siempre». Con ese material intangible rodeando su infancia, resultaba natural que desde los 4 años, Blanco dijera que de mayor quería ser actriz y cantante, hasta que eso se convirtió en una realidad. «Nunca fui muy consciente de ese paso, fue una transición natural». Empezó a estudiar música en una academia, pasó al conservatorio, sus primeros grupos, sus primeras canciones y versiones de sus bandas favoritas. «Se fue convirtiendo en algo real». En el año 2009, la también periodista dejó los medios y dio el salto. «Era lo que más me gustaba hacer y tenía que servir para algo».
La función divulgativa de su labor tiene gran importancia para la cantante. Recuerda cómo el 23 de febrero de 2016 asistió en el Palacio de la Prensa a la presentación del libro y documental de Tania Balló sobre 'Las Sin Sombrero'. «Supuso un antes y un después» para esta aficionada a la literatura a quien le viene a la cabeza la profesora que la hizo enamorarse de esa generación y de poetas como Lorca o Cernuda. «Me explotó la cabeza al ver que había mujeres y no las conocía». Cantar a esas poetas sirve para «compartir esa emoción que yo sentí, ayudar a conocerlas, a escucharlas, a saber quiénes eran». Ponerle voz a sus versos para recuperarlas. «Digo que soy Robbin Williams porque le canto a poetas muertas», bromea. Pero adora sentir que vuelven, que son recuperadas, como parte de una generación perdida.
Pasión y emoción son indispensables para iniciar un proyecto. Se levanta con ganas de sentarse al piano y musicalizar los poemas que de pronto le han atravesado. «Amor a primera lectura», lo llama. Un impulso para elegir los proyectos que le apetecen y meterse en ellos «hasta el tuétano». «Necesito sentir que me tienen enamorada», explica, en procesos casi obsesivos que disfruta mucho. «Poder abrir vías nuevas de comunicación y contar las cosas para que lleguen me interesa muchísimo y con este proyecto lo hago».
¿Y funciona? «A mí me pone muy contenta lo que pasa», afirma. Durante estos años se ha producido «una especie de unanimidad en cuanto a conexión, a ganas de conocerlas, con mucha emoción y comunicación». Un proceso hecho a fuego lento, «en el que el boca a boca ha funcionado». Así, ha ido tocando en muchos lugares «a los que han llegado ellas», defiende. Hasta el Instituto Cervantes, cuya colaboración surgió a partir de otra feria del libro, en este caso, la de Francfort. Las poetas, de la mano de Sheila Blanco, iniciaron un viaje conjunto por Europa y Latinoamérica, recorriendo las sedes del buque insignia del español. «Puedo decir que el público, en su mayoría, lo ha recibido muy bien».
El público más difícil al que se enfrenta es de los adolescentes, con quienes interactúa acudiendo a cantar y contar en colegios e institutos. «Hay jóvenes más conectados con una escucha diferente, pero la adolescencia es un carrusel en el que la poesía tiene mala fama». Como con la música clásica se le dota de una solemnidad que las aleja. «Poder abrir vías nuevas de comunicación y contar las cosas para que lleguen me interesa muchísimo y con este proyecto lo hago». Su meta, desde el principio, «es que la gente tenga ganas de escucharlo y le aporte algo a su vida».
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