Así se escribe la historia literaria
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Álvaro Salvador reivindica en este libro su principal papel en los cambios poéticos que tuvieron lugar a comienzos de los ochentaLa historia que se cuenta en los manuales es siempre una simplificación, cuando no una falsificación, de la realidad. Ocurre con la historia en general y con la historia literaria en particular.
Los años ochenta, en la literatura española, han pasado a ser los de la «poesía de la experiencia», realista y comprometida, escrita con el lenguaje del hombre de la calle, opuesta al hermetismo y al experimentalismo de la década anterior. Y un nombre se ha ... convertido en el más representativo de esa tendencia, Luis García Montero («nuestro Garcilaso» le llamó Jon Juaristi en uno de sus poemas generacionales).
Para Álvaro Salvador, la llamada «poesía de la experiencia» no es más que un malentendido de las teorías de Robert Langbaum, popularizadas en España por Jaime Gil de Biedma, y una versión light de «la otra sentimentalidad», la propuesta teórica y práctica de un grupo surgido en Granada a principios de los ochenta. A explicar cuál era la poética de «la otra sentimentalidad» y a reivindicar su papel central en ella dedica la mayor parte de 'Los trabajos del outsider', recopilación de trabajos dispersos escritos a lo largo de las últimas décadas.
Autor Álvaro Salvador
Editorial Centro Cultural de la Generación del 27. Málaga, 2023.
Páginas 286
Precio 20 euros
El maestro, el mentor teórico, fue Juan Carlos Rodríguez, profesor de la Universidad de Granada que trataba de aplicar las teorías de Althuser y de Lacan a los estudios literarios, pero fue Álvaro Salvador quien reunió en torno suyo a los jóvenes aprendices de poeta. En 1980, le hablaron de un chico que acababa de ganar el Premio García Lorca con 'Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn': «El libro apareció en la primavera de ese mismo curso, aunque yo ya lo había leído en copia mecanografiada que tuvo la cortesía de prestarme el interesado. Luis no era solamente un buen poeta, sino que era un chico encantador y servicial, dispuesto a adelantarse a los deseos de todo el mundo». También sería el primero en corregir y promocionar los poemas de Antonio Jiménez Millán, Javier Egea o Ángeles Mora, los otros integrantes del grupo.
Pero muy pronto, a partir de 1983 con 'El jardín extranjero', premio Adonáis, Luis García Montero, aquel chico «encantador y servicial», se convertiría en la cabeza del grupo, opacando al resto y ampliándolo más allá de los límites provinciales con la incorporación de poetas como Benjamín Prado o Felipe Benítez Reyes.
Las no siempre precisas teorías de la «otra sensibilidad» (que algunos se empeñaban en llamar «nueva sensibilidad») partían de conceptos expuestos por Antonio Machado y hacían hincapié en la historicidad de los sentimientos. Serían sustituidas por una poética que hablaba de poesía escrita por personas normales para personas normales, de musas con vaqueros y del hombre de la calle. Se reivindicó la generación del 50, que había sido arrumbada por los novísimos, y Ángel González y, sobre todo, Jaime Gil de Biedma se convirtieron en los más cercanos maestros. Antes Rafael Alberti, que había regresado a España con la democracia, sería el principal referente, el enlace con el esplendor cultural republicano tras la oscuridad franquista.
Álvaro Salvador dedica varios capítulos a explicarnos lo que debe entenderse por «poesía de la experiencia», una etiqueta que se popularizó sin que la mayoría de los que la empleaban hubieran leído el libro de Langbaum del que procedía. Pero ese libro, que trataba de caracterizar a la poesía del romanticismo («la poesía moderna») frente a la de la ilustración, tenía en realidad poco que ver con los debates de la poesía española contemporánea, salvo en la reinterpretación –muy personal, no sabemos hasta qué punto Langbaum se reconocería en ella– que hizo Gil de Biedma y que parece más bien una explicación a posteriori de sus poemas (como hizo Poe con alguno de los suyos) que el punto de partida de los mismos.
Los detractores, abundantes en los ochenta y los noventa, contribuyeron a popularizar esa etiqueta, que al final triunfó, como a principios de siglo la de modernismo. 'El libro Habitaciones separadas', de Luis García Montero, publicado en 1994, acabaría convertido en un nuevo clásico escolar.
Las teorías envejecen mal, a veces peor que los poemas que tratan de explicar. Hoy nos preocupa poco saber lo que en verdad fue, o sus promotores querían que fuera, «la otra sentimentalidad» o «la poesía de la experiencia». Nos interesan los poetas y los poemas que han sobrevivido de aquel tiempo.
A la manera de Cernuda, Álvaro Salvador titula 'Historial de un libro' las páginas dedicadas a contarnos la intrahistoria de 'Ahora, todavía', de 2001, que considera una de sus obras más significativas. Las consideraciones literarias se entremezclan con apuntes confesionales: «De otra parte, mi vida personal se había precipitado en esos primeros años de la década por los despeñaderos de una ruptura sentimental, de una separación física de mis hijos, una decepción política, un accidente gravísimo y un desprecio profesional».
Emocionantes resultan las páginas dedicadas a Javier Egea, cuya vida bohemia y su suicidio final contribuirían a mitificar una figura pronto utilizada como ariete contra los poetas del grupo que se habían dejado seducir por el poder traicionando sus orígenes revolucionarios. Un equívoco más de los que abundan en la historia literaria.
La historia literaria carece de piedad, es una historia cruel –muchos son los llamados y pocos los escogidos– que deja en la cuneta a unos para encumbrar a otros, quizá con menos méritos. Álvaro Salvador reivindica en este libro su principal papel en los cambios poéticos que tuvieron lugar a comienzos de los ochenta, un tiempo en que la poesía aspiraba a ser una forma de lucha contra la «ideología burguesa».
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