Joseph Conrad a cien años vista

El fallecimiento de Joseph Conrad el 3 de agosto de 1924 deja al autor anglo-polaco en el centro de la diana de esa atención que se concede a los escritores cuya obra no solo se corona con el reconocimiento de los laureles, sino que ofrece alguna clase de representatividad mediante la que los lectores gustan de verse reconocidos. La obra de Conrad se vincula, aunque no exclusivamente, a áreas de la experiencia humana respecto de las cuales el lector ordinario en Inglaterra tenía en su momento insuficiente o desfigurada información. Una de estas áreas la formaban los problemas asociados a la gestión a pie de obra de un imperio, ejemplificados mediante el testimonio de un imperio fallido, como el de Bélgica, presentado como escenario imperial, sin duda, para no herir las delicadas susceptibilidades de los imperialistas británicos. 'El corazón de las tinieblas' encierra todo cuanto podía o puede saberse sobre la albañilería de los imperios. Otra segunda área la representa la conciencia atormentada o culpable del aventurero que en sus viajes por el mundo halla suficientes contradicciones entre su formación y el mundo con el que tiene que relacionarse; 'Lord Jim' o 'Nostromo' son obras que brindan representaciones de esta índole.

Hay un área menos conocida que es la del terrorismo y la violencia urbana, que acaso no haya disfrutado de la popularidad de las dos anteriores, pero que es especialmente interesante a la vista del funesto florecimiento del terrorismo en tiempos posteriores. 'El agente secreto' exhibe el repertorio completo de los intereses personales, sociales e internacionales, que justifican la acción política mediante el terror. Es un hecho cierto que a Joseph Conrad no lo han tratado bien las nuevas sensibilidades en materia de corrección política y en materia de respeto al otro, a la alteridad. 'El corazón de las tinieblas' se ha denunciado como ejemplo acabado de racismo (Chinua Achebe). La percepción de Joseph Conrad respecto de los pueblos orientales o de Latinoamérica exhibe diferentes grados de paternalismo o incomprensión del otro. 'El agente secreto' frivoliza con una forma de terrorismo que se caracteriza a través de un grupo de anarquistas pintorescos y, de forma general, inofensivos. El terrorismo, hoy se sabe, es mucho más y más destructor de lo que pudo prever en novelista polaco.

El lector de Conrad, sin embargo, no se embarca en la lectura de sus obras porque espere revelaciones del pensamiento social y doctrina como las que sí halla en las obras de Judith Butler o Michel Foucault. No. Dejar de leer a Conrad por su presunta falta de conexión con el mundo contemporáneo equivale a renunciar a Homero, porque vivió en una sociedad esclavista, o renunciar a Dante porque predicaba una teología vengativa.

Motivos para elegir

Se lee a Joseph Conrad porque supo ver y describir, como nadie, las tribulaciones del individuo frente al vendaval de la acción política. Supo llegar a la frontera de un mundo tras la que se suspenden las normas y garantías de las sociedades europeas del siglo XIX, y donde el hombre 'civilizado' puede sentir la tentación de unirse al proyecto de una sociedad en la que todo está por hacer, en la que la humanidad comienza desde cero y puede alcanzar las más elevadas alturas de refinamiento social y de progreso. Son ideas en las que está muy presente la filosofía de la historia de Giambattista Vico.

Se lee asimismo a Conrad porque acaso descubrió una forma de acción política que es rigurosamente contemporánea. 'Nostromo' se publica en 1904; 'Tirano banderas', en 1926. 'Nostromo' lleva en su interior la semilla de la demagogia, del populismo y de las turbias maniobras de los poderes económicos que saben torcer la voluntad de los países débiles. Todas las novelas de dictador latinoamericano, de una forma u otra, recuerdan a 'Nostromo', cuyo personaje principal, por cierto, está inspirado en un contrabandista de armas a quien conoció Conrad durante las guerras carlistas en España.

Se lee al novelista polaco porque supo interpretar y describir la violencia latente y patente de las ciudades. El objetivo de 'El agente secreto' es el de analizar y descomponer en sus piezas más pequeñas un atentado terrorista. En la novela, el autor caracteriza la explosiva mezcla de puerilidad, ignorancia, crueldad y miedo que puede llegar a cristalizar en un atentado en el que se pierde una vida humana.

Mientras en el mundo haya ocasión para exclamar, con Kurtz, «¡El horror, el horror!», habrá oportunidad de regresar a las páginas de Conrad, donde el lector hallará la suficiente cantidad de profecía y de minucioso análisis de móviles e intenciones de los personajes que le permitirá averiguar en qué medida al ser humano sigue representándolo la oscuridad que anida en su corazón.

El recuerdo del centenario del fallecimiento de Conrad debe ir más allá de la celebración papanatas, debe buscar la explicación demorada y detallada del sentido de la existencia. Un estrambote: «¡Vaya si es curiosa la vida!, la misteriosa conjunción de una lógica despiadada y una finalidad nimia». Si Conrad regresara a la tierra, no hallaría muchas razones para cambiar nada importante en lo que escribió.