El libro perdido de Loynaz
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La pintora santanderina Mo Gutiérrez Serna y el poeta Juan Kruz publican un herbario en homenaje a la obra extraviada de la premio CervantesSecciones
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La pintora santanderina Mo Gutiérrez Serna y el poeta Juan Kruz publican un herbario en homenaje a la obra extraviada de la premio CervantesEste curioso «libro-emoción» –así se define en su contracubierta– tiene un doble origen, con otros dos libros como protagonistas. Y es que hace un año la editorial Creotz presentaba una obra exquisitamente editada: el 'Bestiario' escrito en su juventud y que Dulce María Loynaz rescató de un cajón en los años ochenta. Se trataba de una pequeña venganza poética, tras un suspenso en Historia Natural que consideró completamente injusto. Para conmemorar el trigésimo aniversario de la última visita a España de la cubana –en abril de 1993, para recoger el Cervantes–, Creotz encargó a la artista santanderina Mo Gutiérrez Serna que ilustrara el texto original, que apareció el 2023 en una cuidadísima edición entelada. Gutiérrez Serna reinterpretó gráficamente el poemario de Loynaz desde una perspectiva contemporánea, pero no exenta de guiños a los ecos vanguardistas del texto original.
Pero junto al capítulo del reino animal, Loynaz había escrito otros dos cuadernos, que se perdieron: los dedicados al reino mineral y al vegetal. Así que, como particular homenaje a esos textos extraviados, la editorial presenta ahora este 'Dulce herbario', donde se recrea la estructura ... del bestiario, una especie de fichas con una breve descripción de cada especie y un poema.
La pintora Gutiérrez repite en la ilustración, pero para los poemas han contado con Juan Kruz Igerabide, un escritor guipuzcoano de extensa trayectoria, fundamentalmente en euskera, y que en 2018 recibiera el premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por su «maestría en el uso de un lenguaje poético que se nutre de la aliteración de ecos simbolistas, el humor nonsense, el absurdo, la fantasía rodaria y los ecos de la tradición oral vasca».
Así, bajo la doble advocación de Loynaz y de Emily Dickinson –una gran herbolaria–, los autores acometen este libro-planta; las especies han de ser, por causa de las diferencias geográficas, muy distintas de las reseñadas en el manuscrito perdido, pero el aliento poético es el mismo: «operar un poco de magia para que las semillas germinen y desplieguen toda su belleza». Y vaya si lo hacen, del líquen o el helecho hasta la cizaña, gracias los delicados poemas de Kruz y el fascinante universo gráfico de Gutiérrez Serna, más colorido que nunca. Cierran el libro unos hermosos versos dedicados a la correhuela, una planta que crece como los intereses bancarios: «El problema no son las vistosas flores, sino las raíces ocultas bajo la tierra».
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