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El nuevo libro de Javier Bozalongo (Tarragona, 1960), 'Mecanismo de arena', supone un giro temático con respecto de sus dos últimas entregas -excluimos deliberadamente el libro de haikus 'Todo es azar'-, 'Este país' (2021) y 'Nombrar la herida' (2022), dos títulos que podríamos circunscribir en ese epígrafe, por otra parte tan impreciso, de 'poesía civil' ya que recreaba el primero, no sin ciertas dosis de fatalismo mezclado con la ironía, noticias periodísticas relacionadas con el día a día político, y el segundo, como el propio autor aclara, «partía de la realidad de veintitrés mujeres a las que pretendía dar voz». Los registros formales entre aquellos y los poemas de 'Mecanismo de arena' son comunes, aunque hay en estos una intención más alusiva, menos directa. Sí es idéntica la preocupación por el lenguaje, pero aquí no está al servicio de la denuncia, de una, por otra parte, imposible, fiel recreación de la realidad personal o de los sucesos que determinan la orientación poética.
Autor Javier Bozalongo
Editorial El toro celeste
Precio 14 euros
Ahora Bozalongo nos ofrece una visión más intimista de esa realidad, aunque no pierde pie en ella porque su concepto de poeta -y en ello coincide con algunos de los mejores poetas del Cincuenta o con José Hierro, por ejemplo- es la de que es ... un hombre como los demás, «un ciudadano que pasea, observa, siente, retiene, describe… y después trata de explicar(se), de contar(se) o de cantar(nos) de la mejor manera posible, pero inevitablemente condicionado por el entorno al que pertenece y por el territorio que habita».
La escritura de Bozalongo no puede ocultar su base biográfica -en estos poemas se enfrasca en la tarea de reconstruir el puzle de su vida, pero es una tarea imposible porque el mecanismo que podría hacerlo es de arena-, pero eso no implica que se desnude emocionalmente y desvele al lector las claves de su existencia -«Se trata -afirma- de evocar sin desvelar, de situar al personaje poético frente a un espejo o frente a un público al que contarle lo que sucede…»-, eso conllevaría tener una visión muy plana y superficial de la vida misma y descartar, por tanto, los misterios y enigmas que le dan sentido. De hecho, en la poesía de nuestro autor la duda y la incertidumbre están muy presentes. La dicotomía entre la luz y la sombra, entre lo visible y lo que se nos oculta es un continuo: «¿Dónde hay más poesía, en la luz pertinaz / que entra a su antojo y dibuja a su antojo / las formas más extrañas a las que busco nombre, / o en las leves palabras que buscan una voz / que las pronuncie y dé sentido a su existencia?». 'Mecanismo de arena' está divido en tres secciones. La primera -'Exterior. Día'- y la última -'Exterior. Noche'- se complementan. Si en la primera, la cotidianidad y sus afanes, entre ellos, y con especial relevancia, la necesidad de amar y sentirse amado, son motivo de celebración -«celebremos los dos con un abrazo / un nuevo amanecer», escribe en el poema 'El tiempo de los sueños' y «Después de tantos años de complejos, / tu cuerpo no merece un sacrificio / que no sea ofrecerse / ante el altar de otro / cuerpo igualmente libre, / en una comunión que lleva siglos / alimentando el fuego», en la tercera sección, las evocaciones de la noche y con ella del sueño, denotan un descenso a la melancolía. Como si durante las horas de oscuridad la mente pasara revista al pasado y algunos recuerdos especialmente dolorosos atormentaran al personaje de los poemas. Afortunadamente, al final prevalece la luz, luz que limpia esas telarañas de la mente y en la que la escritura se convierte, más que en herramienta para ajustar esos resortes que permiten levantar el velo del presente, en un reconstituyente que devuelve el vigor y la tensión a los músculos de la emoción acalambrados por la indolencia: «Pero lo que sí es seguro que cuando te digo / que escribo diferente, / pensando otros caminos / donde el lenguaje deje de doler / y se vuelva la luz tan transparente / como cuando me miras y te ríes…». Ejerciendo bisagra entre las dos secciones está 'Pas de Deux', un título metafóricamente muy poderoso que establece una sugestiva relación entre el comienzo de baile y el inicio de una relación de pareja. Una vez comenzada la acción se entiende «el silencio como una bendición, / porque la boca a veces tiene otros menesteres / en los que es necesario poner todo el empeño, / donde el lenguaje es fruto de la imaginación / y sobran las palabras, la ropa y la vergüenza / en la coreografía de un baile no ensayado…». De nuevo aparece aquí la incertidumbre vital, el conflicto íntimo que da origen a la escritura del poema, la apuesta por ese temblor amoroso que sitúa al personaje en un nuevo punto de partida.
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