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El escritor catalán Alejandro Palomas (Barcelona) afrontó su nueva novela, 'Un país con tu nombre', como un reto narrativo y como una liberación personal. El reto fue retratar y poner en valor a unos personajes entrados en años y marcados por una invisibilidad que, lejos ... de oprimirles, les libera y les permite soñar y representar nuevas esperanzas. La liberación llegó cuando se descubrió trascendiendo sus propios planteamientos habituales y conquistando nuevos horizontes literarios. Palomas, que ganó en 2018 el premio Nadal con el libro 'Un amor', presenta hoy, a las 19.30 horas, su nueva novela en el Aula de Cultura de El Diario, en el Ateneo.
-'Un país con tu nombre' combina un complejo y variado retrato social con el sueño de un mundo mejor. ¿Qué ha planteado en este libro?
-La gran novedad de esta novela es que la elaboro sobre la base de una familia escogida. Las columna vertebral de la mayoría de mis libros se basa en la familia, y en este caso he querido salir de ese formato y adentrarme en aquello que elegimos. Sentí que había llegado la hora de dar un paso adelante respecto a lo que había hecho hasta ahora. En ese sentido, en este caso he sido yo quien ha creado la familia desde el principio, eligiendo a sus distintos miembros.
-¿Cuál fue la causa de esa necesidad de avanzar?
-Han coincidido muchos factores, el primero de los cuales fue la muerte de mi madre. Entonces no lo sabía, pero ahora sí. Me he quedado huérfano. Mi madre y mi padre murieron con pocos días de diferencia y coincidió con el momento en que estaba escribiendo el libro. De hecho la noticia del desenlace me llegó cuando llevaba una semana escribiendo. Por eso entendí que ya no podía hablar de lo mismo porque iba a dejar de tenerlo y debía empezar a mirar el mundo de otra manera, siendo consciente de que la familia de sangre empezaba a desaparecer.
-¿Fue una catarsis, o su forma de buscar un nuevo lugar en un mundo que había cambiado?
-Exactamente. Se trataba de buscar, más que un nuevo lugar, una nueva posición. Y después, tratar también de trasladar ese cambio a mi faceta de narrador.
-Los protagonistas son dos almas solitarias y peculiares que se encuentran y comparten su extrañeza y desamparo ante el mundo... ¿Por qué le han interesado unos perfiles tan singulares?
-Mis personajes son siempre bastante singulares. Intento utilizar tipologías que digan algo por sí mismos, que encierren algún interés propio. En este caso entendí que funcionaba muy bien utilizar un hombre y una mujer en edades de invisibilidad. Hay una especie de vado en la edad de mujeres y hombres en el que no son para nada viejos, pero tampoco jóvenes o maduros. Es un limbo extraño. Son edades en las que no aparecen protagonistas así, salvo que sea en novelas negras.
-¿En qué consiste ese interés genuino de los personajes de 'Un país con tu nombre'?
-Son dos personas que deciden hacer cosas en la vida, que son activos y tienen iniciativa. Me apetecía mucho jugar con esa invisibilidad.
-¿A modo de crítica ante una sociedad en la que en muchos casos se arrincona u olvida a los mayores?
-La clave es que cuando eres invisible, como ellos, eres más libre porque nadie te mira. Puedes ser más loco u osado, no tienes esa presión porque eres consciente de que no eres el foco de la vida de los demás. Además estos personajes viven en un lugar donde tampoco les iba a ver nadie. Son un hombre y una mujer muy libres. No son estrellas ni portavoces de nada, simplemente la vida les ha llevado a un lugar y un momento ideal para que ocurra lo que tiene que ocurrir.
-¿Se puede explicar sin desvelar la clave de la historia?
-Se puede intentar (ríe). Lo que ocurre es que en ese periodo de invisibilidad y libertad íntima pasa algo ajeno a ellos que les hace tomar conciencia de que todavía están a tiempo de tener sueños, de que los sueños no tienen edad. A partir de ese momento ambos se lo creen porque no tienen nada que perder y tienen mucho que ganar. Así se dan cuenta de que los sueño de los dos convergen, y crean juntos un sueño más grande.
-¿Con qué objetivo plantea una situación así?
-Con el de retratar una verdad social. ¿Cuánta gente mayor de 50 años está sobradamente preparada para los trabajos y no se les valora? ¿Cuántas mujeres de más de 70 años están apartadas de la vida, están solas, y tienen ganas de vivir? Las ganas de vivir no dependen de la edad, sino de la energía que cada uno tenga y de otros muchos factores.
-¿Qué otras bases tiene su novela?
-También hay una aceptación de todo lo que hemos pasado últimamente. De la pandemia, de la desesperanza, el ver cómo han caído y desaparecido muchos mayores y cómo nos hemos portado con ellos. Había una parte de mí, sobre todo con el personaje de Edith, que tenía ganas de reivindicar a los mayores y darles lo que no han tenido, lo que han perdido.
-Cuenta con casi una veintena de títulos publicados y el premio Nadal 2018. ¿Qué piensa cuando echa la vista atrás? ¿Cómo valora su propia evolución?
-Tengo sentimientos encontrados. A veces me siento muy mayor y otras, en cambio, me digo que parece mentira que teniendo solo 53 años haya hecho todo lo que he hecho. Y todo lo que quiero que me quede por hacer, claro. Depende mucho de si miro atrás o no y de cómo lo haga. Si miro atrás y lo utilizo como trampolín hacia el futuro. Un futuro en el que a partir de ahora tendré la mirada del huérfano, y por eso todos los personajes de la novela también lo son.
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