Lola Herrera vuelve a subir hoy al escenario en Aranda de Duero tras un mes de descanso. Tuvo que interrumpir la gira de 'Cinco horas con Mario' tras sufrir un desmayo «por agotamiento» mientras actuaba en León el 12 de diciembre. «Estaba muy cansada, más ... de lo que yo creía porque soy poco de quejarme y me gusta ir a por todas», dice con la voz templada, inconfundible, que este mes volverá a escucharse en Santander. Los días 24 y 25 estará en la sala Pereda del Palacio de Festivales metida en la piel «y el alma» de Carmen Sotillo, el personaje al que tanto ha dado y que tanto le enseñó. Cuarenta años después del estreno, sigue descubriendo matices de la mujer que vela el cadáver de su marido en 1966. Asegura que el lenguaje de Miguel Delibes «es como si estuviera en verso para un actor, no puedes cambiar ni una palabra porque no sobra ni falta una coma». Pero ella bucea en un plano más sutil, «en la profundidad de lo que no dice Carmen», con la complicidad de la directora Josefina Molina.
- ¡Cuántas horas habrá pasado ya con Mario!
- Es con el hombre que más horas he estado (ríe).
- ¿Y qué tal se lleva con él?
- Siento cierta simpatía porque quería ayudar a la gente, pero todo le daba miedo y se dedicaba más a unos desconocidos que a su familia. No sabía desenvolverse como marido ni como padre. Ni él ni Carmen fueron felices, pero por lo menos él tenía la calle, que es lo que tenían los hombres.
- ¿El suyo es un caso único en el teatro? Ha interpretado al mismo personaje con 44, 66 y 83 años.
- No recuerdo que una misma actriz con un mismo equipo haya hecho un camino tan largo. Y no ha sido buscado, por una serie de razones nos hacía ilusión hacerlo y la gente responde, ahora más que nunca. Si Miguel estuviera aquí... es un buen homenaje en su centenario.
- Le costó conectar con Carmen Sotillo. ¿La veía muy estirada?
- La veía retrógada, yo ya estaba separada con dos hijos y peleando sola en la vida. Me costaba meterme en su piel, pero entré a saco. Y para mí fue una lección. Hay muchas maneras de manifestarse y Carmen lo hace como puede, pero es muy coherente. Quizá ahora estaría en la calle con un pañuelo morado.
- Vive pendiente de las apariencias, pero a medida que transcurre la obra se muestra más humana.
- Claro, porque a pesar de lo mal que la educaron sus padres y de la situación política del país ella, de una manera burda, protesta. No lo sabe explicar y le echa la culpa de todo a Mario, pero la situación para la mujer era terrible, no teníamos ningún derecho. A mí me pilló esa época de estar completanente desvalida, tus hijos desvalidos ante la ley. Yo no podía meter a mis hijos en la Seguridad Social porque no era cabeza de familia, por ejemplo.
- El mayor éxito teatral en España no prometía tanto en 1979. Cuatro actrices rechazaron el papel.
- Monólogo se consideraba sinónimo de ladrillazo. Antes del estreno me encontré con una de ellas y me dijo 'Lola, ¿cómo te has metido con esto? ¡Qué rollo!' 'Pues sí, fijate, pero a mí me gusta'. No dije más.
- Delibes vio la función muchas veces.
- Sí, entre cajas, en el gallinero, en la cuarta fila, en la última. Hemos hablado tanto... él me decía 'esto lo dices con una intención que yo no le puse'. '¡Claro, es que yo soy mujer!!' Cuando se publicó la novela las grandes plumas de entonces pusieron a Carmen pringando, y Mario era un santo. Con el tiempo se ha ido conociendo a Carmen, han ido cambiando los puntos de vista. Está bien. Algo hemos hecho.
- Habla de ella como si fuera una amiga.
- Claro, es una amiga que me ha enseñado a pensar en muchas cosas. Yo había tenido amigas progres que pensaba que eran lo más, pero también había que aprender otras cosas.
- Su voz es un don. ¿La cuida mucho?
- No. Heredé las cuerdas vocales de mi madre, que quiso ser cantante pero la época y mi abuelo, un ser horrible, se lo impidieron.
- ¿Le habría gustado hacer más cine?
- No lo echo de menos, lo que yo quería vivir y hacer lo he hecho. El teatro me da vida. Es terapéutico, tiene algo que ver con el psicoanálisis. Prestar tu alma a otras mujeres, intercambiar...jugar a eso me parece de una riqueza sin límites.
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