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Miguel de Unamuno denominó 'sirenas' a las ideas liberales «para poder hacer de España una monarquía parlamentaria como la de Reino Unido». Un término que incluyó en el poema que dedicó a la Reina Victoria Eugenia, por quien siempre sintió simpatía. De ese concepto surge ... el título que el filósofo y escritor Juan Luis Fernández ha puesto a su último trabajo: 'Las sirenas del inquisidor'. Columnista habitual de El Diario Montañés, Fernández presentó el libro, fruto de una investigación de casi un año y medio, en el Ateneo de Santander, dentro de la programación del Aula de Cultura. Lo hizo acompañado por la editora Bélmar Gándara, el presidente de la institución, Manuel Ángel Castañeda y el también experto en la materia, Carlos Nieto. Ambos dialogaron sobre las múltiples particularidades del también diputado y su vínculo con Cantabria.
Fernández decidió ampliar su campo de especialización investigadora al terminar otro volumen, 'El arsenal de Clío'. La idea inicial le llevaba hacia Menéndez Pelayo, «pero investigando sobre la Cantabria de la época llamó mi atención Unamuno, que fue discípulo suyo en Madrid, y las peculiaridades del año 1934», indica. Ese año había fallecido su mujer, se tenía que jubilar, parecía llegado el momento de recapitular pensamientos, y la situación de la República se iba polarizando. La curiosidad por el personaje y su historia hizo que al profundizar encontrase que Unamuno «merecía ser, en mi modesta capacidad, rescatado como pensador filosófico e histórico-político, y que su paso por Cantabria también merece recuerdo, porque fue significativo en sus años finales». Menciona, así, por ejemplo, como en ese 1934, José María de Cossío le presentó a Manuel Llano, de quien le gustó su manera de «recuperar el lenguje rural montañés», y al que comparaba con Pereda, «un hombre de ciudad», uno de los numerosos vínculos con la comunidad que jalonan su trayectoria.
Según Nieto, Unamuno, autor polifacético, «ha manejado todos los registros de la escritura y tiene múltiples caras y Juan Luis quiere recoger toda esa riqueza estilística y darle una interpretación muy personal que señala cuatro grandes temas: Dios, el sujeto humano, la historia y España». Desde el punto de vista formal, Fernández une estos temas y crea seis ejes que le dan como resultado once formas de escritura «que caracterizan el estilo y la proyección literaria de Unamuno».
En el análisis que realiza Fernández destaca un concepto propio del admirado autor. Se oponía a que una España considerase a la otra como la anti-España, y defendía la 'alterutralidad', que como dice el autor, «no era neutralidad, sino estar en el medio sosteniendo a los extremos». «Para Unamuno, las contradicciones son inevitables, pero también productivas en su dialéctica y hay que saber convivir con ellas».
¿Sigue vigente el legado de Unamuno en 2022? Fernández afirma que «como todos los filósofos, nos interpela sobre el sentido de la vida auténtica», esto es; sobre las convenciones sociales, sobre el valor del arte; y como pensador político-histórico, «nos hace pensar sobre los valores esenciales del liberalismo en una cultura donde la individualidad y la libertad están constantemente amenazadas por ideologías, tecnologías e intereses». También nos hace pensar sobre «España y sus rotatorias inquisiciones». El resultado es la reflexión que plantea el filósofo y que enlaza con el título del libro: «Al final tenemos que elegir entre las sirenas y el inquisidor».
Entre los detalles que plasma en su libro figuran aspectos como su prolífica escritura en los periódicos, que le denominaban «maestro», «porque tenía que sacar adelante una familia de ocho hijos», su fama de «tacaño» o su condición de «persona muy querida que llenaba allá donde iba», y sin embargo, «era un solitario».
Para el escritor, «Unamuno era un poco la conciencia de España en el sentido liberal y cristiano», y no rechazaba reconsiderar sus propios planteamientos.
Todos sus artículos, releídos con la distancia del tiempo «se ven muy acertados, como el mito de Casandra; estar condenado a profetizar algo con lo que nadie te hace caso, pero que al final se cumple», afirma el investigador.
Ramón Gómez de la Serna le definía como «uno de los pocos hombres libres de España», reconocido y apreciado en Europa e Hispanoamérica, enfrentado públicamente a Manuel Azaña, Alfonso XIII o Jose Antonio Primo de Rivera, crítico con Mussolini y Hitler, que cuando fue invitado a unirse a Falange respondió: «Eso es para los jóvenes, yo me moriré de liberal».
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