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La «capacidad para conjugar de forma ágil y precisa lo que es la ciencia con las diferentes artes», es algo que destaca, según señaló Manuel Ángel Castañeda, en el trabajo de Carlos López-Otín (Sabiñánigo, 1958). Algo que queda patente en las páginas del libro, ' ... La levedad de las libélulas' (ediciones Paidós) , científico, sí, pero también «algo mucho más trascendente», poblado por citas de escritores, músicos o artistas que presentó este lunes en el Ateneo, dentro del Aula de Cultura de El Diario Montañés.
Mercedes García Mendoza, catedrática de literatura y expresidenta del Ateneo, asturiana, tierra a la que está estrechamente vinculado el conferenciante, hizo una semblanza del bioquímico y biólogo molecular, que se encontró con numerosos ex alumnos en la sala, y que presentó su libro «como una reflexión acerca de la fragilidad humana». Un libro para leer, ver, escuchar y pensar. Y de paso, por qué no, «aprender y disfrutar». En su mente es un libro de viajes y estará feliz cuando aparezca en esa sección en la librerías, bromeó.
«Me he pasado la vida estudiando y escribiendo», expuso. Unos 500 artículos y tres libros en los que aproximarse a los misterios de esa realidad. En ellos habla del envejecimiento, el cáncer, «esa enfermedad que nos hace sentir más vulnerables» y, finalmente, de la salud, «el otro lado de la ecuación y lo que representa». Así nació en París 'La levedad de las libélulas', entre la Sorbona y su casa. Concretamente en la fontana Medici, de dos palmos de profundidad, donde «cabía el universo entero». Sobre el agua, cada mañana, fue viendo a numerosos autores; desde Miró a Kusama. El guía en el viaje que propone López-Otín es Leonardo Da Vinci, «un gran dibujante de libélulas». Uno de los valores más destacados y demandados en el recorrido de la historia es, para el investigador, el silencio. No pudo evitar la sonrisa cuando, justo al mencionarlo, sonó un teléfono móvil en la sala. «La salud es el silencio del cuerpo –razonó– que con la enfermedad se transforma en ruido, que si es muy potente, nos puede costar la vida». En este libro es importante el Congreso Solvay, el fundador de la empresa que cuenta con sede en Torrelavega, y que reunió a 17 premios Nobel, entre ellos una sola mujer, Marie Curie. «Viendo esta sala, hemos avanzado al menos en curiosidad», indicó. Entre los asistentes Erwin Schrödinger, quien preguntó qué es la vida. Una cuestión que con la que el catedrático e investigador ha dado título a muchas de sus charlas.
«La vida viene de la vida, una molécula hace otra igual químicamente», expuso. Pero si todos tenemos lo mismo, ¿por qué no somos libélulas, por ejemplo? «La vida es un largo verso interminable –respondió citando al santanderino Gerardo Diego– «tan interminable que tiene tres mil millones de letras». Las dobles hélices que representan el ADN nos ha permitido reducir, desde el todo a las partes constituyentes. Esas representaciones han supuesto el trabajo diario del investigador, que ha dedicado 40 años a estudiar genomas y a concluir que la vida es una espiral de complejidades.
En una escuela de Zanzíbar, López-Otín escuchó a un maestro explicar el desarrollo gradual de organismos desde formas simples de vida. La evolución biológica es transversal y hacen falta 100.000 años para fijar un cambio. Pero en la evolución cultural, en paralelo, basta con dos años para que se asiente en la sociedad. El sedentarismo, la acumulación de tóxicos, no hacer caso a los relojes internos, son algunas de sus consecuencias. En un mundo con 17.000 enfermedades, que cerrará el año con 22 millones de nuevos casos de cáncer (286.000 en España), 1.000 millones de personas alcanzarán la muerte o el «eclipse del alma». «Para mí lo asombroso no es estar enfermo, sino sobrevivir cada día».
Entre menciones a Julio Cortázar, Juan Genovés o Lars Von Trier, con una oratoria dinámica y con toques de humor, López-Otin, conocedor y entusiasta del arte en diferentes manifestaciones, invitó a los asistentes a viajar por la evolución humana y las claves científicas para la salud: espacio, tiempo, regulación, nutrición, ejercicio, sueño, menos toxicidad y menos estrés, con la adaptación psicosocial sobrevolando todos esos factores. «Así conseguiremos seguir anclados a la noria de la supervivencia».
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