Carlota Egusquiza, jugadora de baloncesto y un ejemplo de bravura
La joven jugadora que escribió a Yeray una carta de ánimo desde el hospital, fallece de un infarto a los 31 años
Robert Básic
Jueves, 24 de enero 2019, 20:26
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Robert Básic
Jueves, 24 de enero 2019, 20:26
«Ha muerto Carlota Egusquiza». La noticia ha corrido como la pólvora por las redes sociales, tan rápido como la vida que le ha tocado apurar, breve, intensa, cruel, un suspiro que ha durado apenas 31 años. Con esta edad, en la que aún ... se sueña con los imposibles y se piensa en conquistar los cielos, la brava jugadora cántabra de baloncesto ha cerrado hoy los ojos para siempre en Madrid. El cáncer no ha podido con ella, con su lado fuerte, el izquierdo, sino que le ha traicionado el corazón. Ha jurado que el tumor no le iba a tumbar y ha cumplido con su palabra, firme como una roca. Ha sido más fuerte que él, pero menos que el infarto que le ha obligado a bajar los brazos para siempre y marcharse en silencio y en paz. Queda el recuerdo y el sonido de su sonrisa, de una persona generosa y siempre dispuesta a ayudar cuando la que necesitaba ayuda era ella, rodeada de batas blancas y pendiente de análisis y de terapias experimentales que le permitieran superar una enfermedad con la que convivía desde 2015. Hasta anoche seguía activa en las redes sociales, bromista y positiva, y unas horas después su corazón decidió que había llegado la hora de descansar.
Conocí a Carlota en verano de 2017. Localicé su móvil y la llamé para pedirle un favor: que escribiera una carta a Yeray Álvarez, quien había recaído de su cáncer testicular. Fue diagnosticado en diciembre de 2016 y lo superó, pero meses más tarde el tumor había reaparecido y el jugador del Athletic retomó su lucha. Como ella, incansable a la hora de enseñarle los dientes a la enfermedad, en su caso un cáncer de cuello de útero al que llegó a derrotar dos veces, pero que siempre volvía a su vida y le obligaba a mirarle a los ojos. Y lo hacía, sin miedo y con determinación, sonriente y optimista. Me respondió desde una habitación del hospital Marqués de Valdecilla, donde llevaba ingresada un par de meses y aún así transmitía alegría. Me pidió disculpas por no haber cogido a la primera, ella, que estaba haciéndose un TAC para ver si lo que le carcomía por dentro había desaparecido o al menos menguado. Insistió en que le dijera qué quería. Lo balbuceé como pude y pedí disculpas. Rió con ganas, entre sincera y divertida, de repente ilusionada con la posibilidad de echar una mano a un joven que estaba pasándolo mal. «Gracias por ofrecérmelo. Para mí es un regalo».
Poco después, la carta estaba escrita. Lo había hecho con el corazón, el mismo que le ha fallado esta mañana. Traidor, cobarde. Hablaba de su enfermedad, de que sabía lo que sentía Yeray, de la soledad, de los miedos, de la esperanza. Parecía que le conocía de toda la vida y, en realidad, no se habían visto nunca. Eso llegaría después, un encuentro ineludible tejido por el destino y unas líneas en un periódico. Ella era del Barça, pero desarrolló también un sentimiento rojiblanco que le unió para siempre con el central baracaldés. Le dijo que su «pesadilla» empezó en el verano de 2015, que le operaron, que recibió radioterapia y que a los seis meses volvió a jugar; pero en una revisión rutinaria le diagnosticaron una metástasis pulmonar y una adenopatía en la ingle. De nuevo en el ruedo, de pie, lista para pelear, y peleaba. Y le dio un consejo: «Tendrás días buenos en los que querrás comerte el mundo, pero también días malos en los que no querrás escuchar nada de lo que te digan. Permítete esos días también, llora si tienes que llorar». Y Yeray lloró, de miedo y alegría. Ella sintió su victoria como la suya.
El cáncer no paraba de golpearle, pero Carlota Egusquiza seguía de pie, dispuesta a dar batalla. Justo hace un año, la jugadora de Torrelavega, donde mañana descansará su cuerpo, regresó a las canchas con la camiseta de su equipo, el Olímpico 64 de Madrid. Fue como volver a nacer, sentirse libre de nuevo, hasta anotó un triple que hizo venirse abajo al pabellón. Su ejemplo de perseverancia, lucha y compromiso motivó el rodaje de un documental titulado 'Lado izquierdo, lado fuerte', que se estrenó en junio de 2018 en la Casa de la Cultura de su ciudad natal. Se había sometido a una terapia experimental –eran simplemente unas pastillas– que consiguió reducir el tamaño del tumor. Era feliz y creía que se iba a curar, en un final de cuento. Hace seis días subió un post en su cuenta de Instagram en el que hablaba de la «peor época desde que empecé esta guerra», pero enseguida abrazaba la esperanza por un «tratamiento nuevo» que estaba a punto de iniciar. «Esta vez tiene que ser la buena», escribió.
La muerte de Carlota ha enlutecido el mundo del deporte. No he podido aguantarme y he marcado su número de teléfono. Los tonos sonaban diferentes, más apagados que otras veces. No ha contestado. Quiero pensar que está escribiendo otra carta para alguien que lo necesita.
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