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MARCOS MENOCAL
SANTANDER.
Lunes, 1 de octubre 2018, 07:33
Catroce años después, España obtiene el oro que buscaba. Desde que el torrelaveguense Óscar Freire se impusiera en Verona en 2004, lo que le supuso el tercero de su cuenta particular, la selección no había hecho más que pegar al palo, en dos ocasiones ... muy cerca -Alejandro Valverde (2005, en Madrid) y Purito Rodríguez (2013, en Florencia) y en otras cinco tampoco muy lejos -Valverde ( 2006, 2012, 2013 y 2014) y Purito Rodríguez (2009). El murciano ha estado omnipresente en casi todos los éxitos de la selección hasta que ayer logró que lo que él mismo ya pensaba que no conseguiría.
«Es un corredor enorme, que siempre ha rendido de una manera competitiva en todo lo que ha hecho y se lo merece», señaló el genio del barrio Covadonga que presenció in situ la victoria del murciano. «Ha hecho bueno el fenomenal trabajo de la selección y al final no ha dejado escapar su oportunidad al sprint», añadió el tricampeón del mundo. Freire conoce mejor que nadie al ciclista murciano, no en vano peleó con él durante una década en el mismo pelotón como enemigos y compartieron los colores de la selección durante nueve temporadas.
Al año siguiente de que el reciente campeón del mundo subiera a profesionales ya fue convocado con el combinado nacional y ese mismo año ya obtuvo la plata. La dichosa bicefalia que siempre persiguió a la selección española cuando llegaban las citas mundialistas al tener dos 'caballos' como Freire y Valverde quedó disipada en el tercer triunfo del cántabro en 2004, de nuevo en Verona, en el que Valverde se puso al servicio del torrelaveguense: «La verdad es que aquella vez se hizo un trabajo muy bueno en equipo y es verdad que yo gané con muchas facilidades por la labor de Alejandro en los kilómetros finales», admitió Freire. Aquella fue la última medalla de este antes de su retirada, en 2012.
Todo tipo de infortunios y malas estrategias impidieron que se volviera a repetir un triunfo hasta que ayer el propio Valverde se encargó de rematar un excepcional trabajo del grupo. Precisamente aquella edición de 2012, el último Mundial de Freire, la carrera acababa en el muro de Valkenbug y las posibilidades de la armada española eran enormes. El final era complicado y exigente pero el combinado tenía dos de los mejores para una llegada así. Aquella tarde de octubre el resultado no fue el esperado. Freire era la bala final; el equipo tenía que trabajar con todas sus fuerzas para que no pasase nada raro, para que se llegase al sprint en aquellas rampas porque de ser así, de manera muy probable el torrelaveguense podría sumar su cuarto entorchado. Todo salió a pedir de boca hasta el último kilómetro cuando llegó el esperado ataque de Philippe Gilbert, a la postre campeón del mundo. Las órdenes eran que Valverde neutralizara aquel demarraje; si se consolidaba el ataque, el murciano sería campeón (era más rápido que el belga) y si eran cazados la flecha de Freire sería mortal de necesidad. Ni una ni otra. Valverde fue bronce y se quedó sin lo que le faltaba. Ayer lo consiguió seis años más viejo.
En la retina aún escocía la forma en que se le escapó en Florencia (2014) el arco iris de la expedición española. Aquel trabajo medido y estudiado para que los dos hombres más fuertes, Purito y Valverde, lo remataran... Acabó en agua. Plata y bronce y otro año a esperar.
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