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Las escenas se repiten desde el año 2007, a excepción de esos 2020 y 2021 que hurtó la pandemia. Desde que en aquel año, algo ... más de 400 'locos' se embarcaron en un aventura llamada Los 10.000 del Soplao. Llegaron menos de 200, empapados y cubiertos de barro hasta los ojos. Un gallego, Brandán Márquez, cruzaba la meta como el primer peregrino del Infierno. Nadie daba un euro por la continuidad de algo que el tiempo se había encargado de arruinar. Y ayer, Los 10.000 del Soplao cumplían su decimosexta edición. Y con unos 5.000 participantes entre las ocho especialidades. Como en aquella primera vez, imágenes de esfuerzo, de superación, de cansancio... Porque el Infierno atizó de lo lindo a sus fieles esta vez. Fue benévolo en las primeras horas, con algo de buen tiempo. Pero luego... Lluvia, algo de granizo... Por si había caído poco los días anteriores y el piso estaba poco complicado. El Soplao se encargó de recordar a todos sus fieles por qué es duro. Muy duro.
Como en aquel 2007, la amenaza ayer era el mal tiempo. Al menos, la previsión. Se auguraban agua y tormentas. Pero a una hora del comienzo, a la siete de la mañana, el cielo estaba mayormente despejado. El segoviano Diego Sanz se enfrentaba a su primera prueba de bicicleta de montaña. «Ya hice una andando», señalaba. Echaba un ojo al cielo. «Ya firmaba este tiempo», decía. «Pero dan agua». Así que su única intención era «hacer lo que se pueda. El objetivo es acabar. Me han contado que lo de la bicicleta de montaña es muy duro». Él tenía ayuda en su 'burra', ya que era una 'e-bike'. Una bici eléctrica de la que echaría mano «solo en las cuestas arriba. A ver si aguanta la batería en los 110 kilómetros».
El torrelaveguense Guzmán Goicochea también debutaba en El Soplao. Él en la prueba reina, la de bicicleta de montaña y sus 150 kilómetros. «Llevo mucho tiempo pendiente de hacerlo», señalaba. Y al punto, se emocionaba. «Por Elisa, mi hija. Lo hago por ella. Ha estado enferma, pero ya se ha recuperado». Se reponía un poco para añadir que iba a hacer la prueba «despacio» y con el único objetivo de «acabar. «Vendrán a verme a la llegada». El mal tiempo que se esperaba no le asustaba. «He estado desde noviembre o diciembre entrenando bien. Me conozco casi todo el recorrido. Con calma y sin miedo».
También velaba armas por primera vez en la Avenida de Cantabria el abulense de La Adrada Eugenio Herrera. «El tiempo no será así, como el de ahora, pero bueno», explicaba en la recta de inicio. «Me han contado que hay que sufrir. Así que a terminar y listo». Entre el trío de extremeños de Villanueva de la Serena que formaban Francisco Hidalgo, Ramón Ruiz y Rafa Quintana había de todo. Ramón era debutante, Francisco iba por su cuarta participación y Rafa, por la segunda. «Pero Ramón será el que mejor lo haga», señalaban entre risas sus dos compañeros. La veteranía de Francisco daba la pauta a seguir. «Es una prueba de resistencia. Puerto a puerto. No hay más truco». Conscientes de que la previsión del tiempo se complicaba por la tarde, no tenían más objetivo que «terminar. Y hacer la carrera los tres juntos».
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«Haremos la prueba larga, la de 49 kilómetros», comentaban los cántabros Nuria Setién –Guarnizo–, Víctor Díaz –Potes– y Cristina García, de Maliaño. Cristina, con siete participaciones a cuestas, era la que había animado a los otros dos a debutar en la ruta a pie. «Les he engañado», señalaba entre risas. Confiaban en estar a media tarde en la meta.
Y también para la salida de la ruta a pie esperaba Rubén Merino. Desde Renedo de Piélagos venía con Saja, su perra pastor belga malinois. «Tiene dos años y medio. El año pasado también participamos. Vamos a hacer la prueba larga, la de 49 kilómetros», afirmaba con orgullo mientras su amiga respondía a todas las caricias.
Se aproximaban las ocho de la mañana y todo el mundo se iba colocando en sus respectivas líneas de salida. Y empezaba a sonar el himno oficial de la carrera. Como en aquel 2007 los truenos lo inundaban todo, y estaba el 'Thunderstruck' de AC/DC, por eso se eligió y lleva sonando desde entonces para emocionar en cada edición. La preceptiva traca, su estruendo y su humo, precedió a unos breves segundos de cuenta atrás para que los 'beteteros' iniciasen ese reguero que bicicletas y jinetes que tarda varios minutos en cruzar el arco de salida. Y luego todos los demás. Los debutantes del speed trail, la maratón, la ruta a pie... Para terminar con la ovación más especial. Los valientes de la ruta adaptada, que poco a poco se van convirtiendo en un clásico en esa mañana de mayo en Cabezón de la Sal. Nadie mejor que ellos encarna el llamado espíritu del Soplao. El del esfuerzo sin límites, la generosidad y la solidaridad. Porque ellos tienen que hacerlo todos los días de su vida.
Al poco, comenzó la sesión de para muchos, segundo desayuno. Familiares, amigos o aficionados al Soplao aprovechan para tomar algo antes de esperar en la línea de meta o de coger el coche para ir a un punto concreto a animar. Esta vez había que estar algo más pendiente, porque el primer clasificado no tardaría mucho en llegar. Los participantes de la ultramaratón, con dos distancias posibles –75 y 110 kilómetros– habían salido en la medianoche anterior. Un poco después de lo acostumbrado, porque había riesgo de que los que tomaban parte en la prueba 'corta' se solapasen con la salida de las ocho. La decisión no pudo ser más acertada porque Alberto Peláez llegaba poco antes de las nueve menos cuarto de la mañana para ganar esa ultramaratón corta. «El terreno estaba muy técnico», decía. A cambio, para los participantes en esa prueba hubo un gran regalo. «El amanecer ha sido muy chulo».
Las horas pasaban y llegaban más participantes. Clara Cobo ganaba la 'ultra' de 75 en féminas, Álvaro Boo e Isabel Alegría estrenaban el palmarés del speed trail... Y la mejor noticia era que el tiempo aguantaba. Pero a mediodía el cielo ya empezaba a ennegrecerse. A la una y media, ya había habido demasiada suerte. Comenzó a llover en Cabezón, si bien aún no eran las temidas tormentas. En otros puntos del recorrido si se ponía la cosa peliaguda. En el avituallamiento de Ozcaba, a algunos les pilló una granizada en un momento de la mañana. El Infierno mostraba su lado más cruel con sus fieles.
A poco de las tres, José Manuel Gutiérrez, el 'Gallu', cumplía su particular reto. El ciclista cántabro había sido segundo en sus otras dos participaciones en el Soplao. Y en esta tercera, por fin ganó. En su casa. En su pueblo. En esa prueba estrella con la que todo empezó en 2007 él fue el primero. Aunque sigue sonando un poco injusto hablar de ganadores en Los 10.000 del Soplao. Porque en una prueba así, ganan todos y cada uno de los que participan. El valor para atreverse con esos recorridos exigentes y en un día como el de ayer, convierte la sola participación en una gran victoria para uno mismo.
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