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El Tour es muy grande. Demasiado. Y tenerlo a un paso de casa –a entre 20 y 150 kilómetros por carretera– es histórico. Pero también sería «imperdonable si se deja pasar la oportunidad de estar presente de alguna manera», en palabras de uno de ... los pocos cántabros que pertenece a esa especie privilegiada que formar parte de la caravana, el mecánico de UAE Team Emirates Rober San Emeterio.
Cantabria siempre ha estado bien representada en la mejor carrera del mundo, tanto dentro como fuera de la enorme estructura que conlleva. Mañana la Grande Bouclé arranca desde Bilbao en una edición, y se está comenzando a convertir en una triste costumbre, en la que no habrá ningún ciclista montañés en el pelotón. «Sí, es una lástima. Hemos tenido épocas muy buenas; con Freire, Iván Gutiérrez, David de la Fuente... Antes con el Teka», recuerda el propio San Emeterio, que vivirá esta edición infiltrado en las entrañas de la ronda francesa en las etapas de Pirineos y Los Alpes.
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Josemi Benítez
Además de San Emeterio estará Borja Gutiérrez, un cántabro de adopción –nació en Bilbao y vive en Castro Urdiales desde hace 25 años– que conduce el autobús del Education First. «El Tour está sobre dimensionado. Todo es enorme», explica. Cada pieza es importante, pero, ¿alguien puede imaginar lo que ocurriría si el conductor se equivoca y llega tarde a una salida? «Ahora el autobús es el centro de reunión de los equipos, el corazón». Para él será «el undécimo o duodécimo Tour. Primero en Euskaltel y luego en Movistar. Esto es otra historia», concluye.
No serán los únicos, porque Yeyo del Corral, encargado de material de Astana, también estará presente en las etapas de los Alpes con el equipo Kazajo. En algunas jornada también acudirá a la carrera de las carreras Juan Carlos Llamas, responsable de nutrición del Movistar. Al que le han dado libre hasta la Vuelta es a Fer Gutiérrez, masajista de Movistar. Son los infiltrados desde dentro, desde el corazón del Tour de Francia, pero en el músculo habrá legión de la tierruca.
La afición cántabra sí que podrá disfrutar en directo del Tour como hace siempre. No falla. Porque tendrá las tres primeras etapas a muy pocos kilómetros. La primera de ellas, con salida y meta en Bilbao. Y ya se han organizado viajes, tanto particulares como en grupos. Tal es la expectación que ha levantado este relativamente atípico arranque de Tour que toca a Cantabria muy de cerca. Son varias las peñas y grupos de exciclistas y aficionados que han organizado excursiones. No solo a Bilbao y, en general, a las etapas vascas (la segunda discurre el domingo entre Vitoria y San Sebastián y la tercera, entre Amorebieta y Bayona) aprovechando la cercanía con Cantabria, sino también a los Pirineos.
No quieren dejar pasar la oportunidad de ver en directo la fase inicial de los 21 duelos que previsiblemente protagonizarán Vingegaard y Pogacar. Ni de ver en directo y a un paso de casa, con la ocasión incluso de hacer el desplazamiento en el día, la mejor carrera del mundo. Eso sí, deberá hacerse con previsión para evitar los cortes de carretera que precederán a la etapa, y que dificultarán mucho los accesos a la capital vizcaína en coche. El metro, ya desde Barakaldo, con el enorme aparcamiento disuasorio del BEC, y los cercanías, que llegan a la estación de Abando, en pleno corazón bilbaíno, son buenas alternativas.
El caso es que serán los aficionados quienes pongan a su modo el toque montañés a una ronda que, sin corredores cántabros en el World Tour, se ha convertido en los últimos años en un terreno vedado. Los Óscar Freire, José Pérez Francés, José Antonio González Linares y Juanjo Cobo, todos ellos ganadores de etapa en la Grande Bouclé siguen a la espera de relevo. Tampoco estarán en el pelotón en labores técnicas el citado Freire ni Iván Gutiérrez; ni Fran Ventoso, motorista en la Vuelta, pero que «en el Tour, que es una voragine» –como indica el campurriano–, no estará. Tampoco hay que olvidar que el jefe deportivo del equipo favorito a ganar la general, UAE Team Emirates, es Joxean Matxin, un vasco que vive en Liencres y ya tiene acento cántabro.
Por las manos de Rober San Emeterio pasarán durante las etapas pirenáicas y alpinas las bicicletas de los corredores de la escuadra árabe y, muy probablemente, la de Tadej Pogacar, el candidato número uno –o dos–. «Es un privilegio enorme. Por un lado estar aquí y, por otro, estar a un paso de casa. Es algo histórico», añade el cántabro, que ya estuvo este año en el Giro. «Pero el Tour es el Tour, asevera.
«Los días en la caravana son muy largos y estresantes. Madrugas, revisas las cosas mil veces, las pruebas... Tiene que estar todo a punto porque te juegas mucho. Luego cinco horas de carrera, traslados y dejarlo todo preparado para el día siguiente. La cena es el único momento tranquilo», explica. Días fuera de casa, nervios, comer cuando se pueda, dormir a ratos... «Hay corredores y equipos que se juegan la temporada en las tres semanas. El Tour es muy grande y lo que haces aquí no es comparable mediáticamente», asegura. Últimamente tiene la maleta preparada en la puerta. «Cuando te dedicas a estos sabes que suena el teléfono y vas aquí o allí; pero es un placer. Formar parte de un Tour de Francia es algo incomparable».
San Emeterio es uno de los privilegiados que podrán sentir la adrenalina al 120%. En los coches de los directores, en el hotel con los corredores. Pero el Tour de Francia permite disfrutar de él de muchas maneras. La cuneta es muy grande –aunque hablando de esta carrera es mucho decir– y en ese lugar también se es un privilegiado viendo pasar tan cerca al corredor. El ciclismo, a diferencia de otros deportes, permite que entre la estrella y el aficionado no haya distancia. Por algo así, el Tour es al acontecimiento deportivo, junto al Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, que más público atrae. Y entre toda esa marea no pueden faltar los cántabros.
Que el pelotón salga de Bilbao ayudará a que aumenten las excursiones de cántabros a la carrera francesa, pero realmente esto va de otra cosa. «Es una tradición. Nosotros ya llevamos 18 años acudiendo a las etapas», explica José Francés, el patrón del GD Norclean, una legión de aficionados, exciclistas y amigos que cada año organizan las vacaciones para estar en esa cuneta tan requerida. «Vamos a los Pirineos, normalmente, con las furgonetas y las bicicletas, presenciamos las etapas y luego pasamos unos días allí subiendo los puertos», explica Francés. La escuadra santanderina es una de las fijas entre las montañas del Tour. Suelen montar su cuartel general en Lourdes, a pies del Tourmalet. Este año habrá también una parte de Norclean que acudirá a ver la etapa con final en Bourdeaux. «Voy con la familia y llevamos las bicis y aprovechamos para que los niños vean lo grande que es el Tour», explica Francés, que rematará un viaje familiar con su pasión. Qué mejor excusa para poder compaginar lo todo.
Como el Norclean, estará también el Top Sport Roubaix. Su gerente y dueño de la tienda de bicicletas de Liaño, la matriz del grupo, es el exciclista Matías Mantilla, que señala el plan de mañana. «En Bilbao estaremos quince del grupo. Iremos por la mañana, aparcaremos en Barakaldo y bajaremos en metro a Bilbao. No llevamos la bici; iremos a disfrutar de algo histórico tan cerca de casa».
Clubes cicloturistas, agrupaciones deportivas y amigos. Lo de organizar el viaje al Tour es un ritual y el ejemplo de ello es el cántabro Alfonso Gutiérrez, uno de los ciclistas españoles con más victorias profesionales y que después de ser protagonista en la carretera pasó a serlo tirando del grupo de amigos. «Llamas a los hoteles, organizas el viaje, reclutas al personal y a disfrutar. Llevamos más de 25 años. Desde que me retire como ciclista», recuerda uno de los mejores velocistas que ha dado el pelotón nacional y que cada año reúne a 25 o 30 entusiastas, bicicleta en ristre, en la carrera francés. «Se ha convertido en algo de lo que ya es difícil prescindir; son cuatro días o cinco donde disfrutas, te evades y compartes risas».
Este año, su grupo se va a los Alpes, doce horas de carretera de ida y otras doce de vuelta. «Luego nos quedaremos para subir Croix de Fer, Galibier y Alpe d'Huez y los míticos puertos». La experiencia después de tantos años es un grado. «Vamos muy preparados; con vehículos de apoyo, comida, bebida y de todo. Si no, en alguna montaña de esas si sale un mal día se te queda la furgoneta pequeña». Además, por si fuera poco, también estará mañana en Bilbao «con la familia; mi hijo me ha liado y ya le he dicho que va a ser una locura porque no vamos a entrar todos», bromea.
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