![El pelotón transita por Piquío.](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/09/04/vuelta-1.jpg)
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Lo que podía haber sido el gran espectáculo del caos, con Santander revolucionada por los cortes de carreteras por todo el centro y El Sardinero, se convirtió en otro espectáculo; el que quedaba en un día gris y plomizo que desanimó al público cuando no ... le echó directamente de las calles y el que no quiso o no pudo dar la carrera después de la dura etapa de los Lagos de Covadonga. El espectáculo de la organización; el de la Vuelta y el de Santander, que pasó con nota el examen de la organización.
Veintiún años hacía que no llegaba la Vuelta a la capital de Cantabria, desde que en 2003 levantó los brazos Alessandro Petacchi, y la ciudad había cuidado con mimo un trazado ideado como reclamo publicitario. Asumiendo el gasto –el económico– y el desgaste por el enfado de quien iba a ver muy alterada su rutina. Al final, ni sol ni caos. Dentro de las lógicas molestias de un corte de este tipo por el centro de la ciudad, todo transcurrió a la perfección.
La lluvia arruinó parte de los planes de una ciudad empeñada en mostrar su casco urbano y la zona marítima a todo el mundo gracias a la Vuelta. Y ya se sabe que los vídeos y las fotos lucen mejor con sol y luz. A cambio, contribuyó a que no hubiera muchedumbres; una mala noticia para la carrera pero buena para gestionar ese complejo entramado de vallas, señales y vías inhabilitadas que lleva toda gran ronda. Poco público –entregado, eso sí– para el final de etapa de la ronda española, que mueve una caravana de alrededor de 3.000 personas y no por falta de interés.
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Reuters | EFE | AFP | Equipo Gráfico DM
A primera hora de la mañana ya se dejaban ver los preparativos, que habían comenzado el martes con los cierres de aparcamientos en El Sardinero. Desde medianoche no se podía estacionar en ciertas zonas y se instalaban nuevas señalizaciones, vallas y paneles publicitarios. En el centro de la ciudad la Guardia Civil organizaba el tráfico para comenzar a habilitar la ruta solo con breves detenciones del tráfico (no cortes) en algunas zonas, como el túnel de la calle Burgos, pero Santander respiraba, en líneas generales, normalidad. Quizá más preguntas de lo habitual a los chóferes de autobuses. «¿Llegas a Valdecilla?», «¿A qué hora cambian las líneas?», pero nada más.
Más que frenesí, Santander se sumergía hacia mediodía en la calma. Policía preparando la reorganización del tráfico y vías abiertas por las que se circulaba con normalidad, pero cerca de las dos de la tarde se observaba ya algo extraño; diferente. Muy poca circulación por la principal arteria de la ciudad, la de Calvo Sotelo. Los santanderinos se habían visto venir la jugada y habían sacado menos el coche. Quien pudo evitarlo lo dejó en el garaje. Comentarios sobre la carrera, sí, pero el mismo ambiente de cualquier miércoles.
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A cambio, eso sí, encontrar un taxi libre en la ciudad se convirtió conforme avanzaba la jornada en una misión imposible. El mismo problema de muchos días de lluvia, pero incrementado exponencialmente mientras las calles aledañas al trazado vivían, esas sí, algo más de ajetreo de lo habitual.
A las dos y media, en medio de otra tromba de agua, comenzaban a instalarse los carteles de últimos kilómetros enEl Sardinero, donde ya se había cortado desde la mañana desde la curva de La Magdalena hasta la Plaza de Italia, donde sí se podía circular.
En la zona de Mesones, donde se decidió el sprint, la caravana publicitaria y la fan zone se apostaban también con un ambiente más sombrío de lo habitual. No por la organización de la Vuelta ni la del Ayuntamiento, cuyos dispositivos funcionaban a la perfección, sino por una meteorología empeñada en castigar a los ciclistas y al público.
Fue hacia las tres de la tarde cuando se desvió el tráfico camino a Mesones; desde la Avenida Castañeda a la de Los Castros. Al mismo tiempo, el tráfico en El Sardinero se desviaba por la Avenida de Pontejos y los autobuses de los equipos se apostaban en el parque de Mesones.
Confirme se acercaba la hora de llegada de la etapa (al final el pelotón lo hizo con algo de retraso) el centro, entonces sí, se limpió de coches y en medio de la tregua el público comenzó a apostarse en las vallas, ya colocadas para recibir un pelotón que se preveía, como de hecho ocurrió, lanzado.
Después, un espectáculo seguido por un público tan entusiasta como escaso –para lo que es la Vuelta, porque haberlo lo hubo– recorrió la ciudad hasta El Sardinero antes del regreso a la rutina. Hacia las seis y cuarto de la tarde los descolgados y el coche escoba ya habían dejado atrás San Fernando y la ciudad comenzó a recuperar la normalidad. Antes en el centro que en El Sardinero, donde la actividad de la fan zone se prolongó durante alrededor de una hora más, pero ya sin incidencias para los vecinos en una etapa que en cierto modo pasó de puntillas. Para bien y para mal, porque el objetivo era otro y la lluvia, sin frustrarlo, lo empañó.
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