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Un par de pantallas gigantes y la voz de Juan Mari Guajardo de fondo. Se barrunta Vuelta a España. Inconfundible. A cincuenta metros de la playa es un lugar ideal para instalar un pequeño parque de atracciones –perdonen la exageración o la licencia–. Eso debieron pensar los que diseñaron la llegada en la capital, que después de dos décadas –21 años para ser exactos– regresó a Santander. Allí, en la Avenida García Lago, donde ha plantado ya su cuartel general la carrera de Cantabria que más participantes reúne al cabo del año, la San Silvestre, también lo plantó el acontecimiento que más aficionados moviliza sin duda, la Vuelta.
A las 13.30 horas cerraron el tráfico para acceder hasta allí por el lugar por donde llegarían los ciclistas. Solo por la S-20 había escapatoria. Sin embargo, horas antes de que asomaran los del dorsal la nueva ciudad transitaba. Un restaurante VIP para los invitados respiraba un bullicio particular con camareros paseando bandejas de pinchos entre los grupos de personas. Junto a ese recinto, otro más abierto lleno de carpas permitía a los visitantes matar el rato divirtiéndose. Que unas canastas, que un bingo, que un sorteo... Los patrocinadores de la ronda habilitaron una zona en la que poder divertirse. Al otro extremo, un par de tiendas con ropa, detalles y algún souvenir despertaban la curiosidad de los que esperaban. «A ver si podemos ver algo», reclamaba un padre con su hijo. La lluvia apretó y dejó casi sin maniobra a los asistentes.
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Reuters | EFE | AFP | Equipo Gráfico DM
Las imágenes de la pantalla y los comentarios de Guajardo fueron el hilo musical de la última hora, cuando todo el mundo cuchicheaba. «Mira, van por La Albericia». «Ahora se meterán por Valdecilla». Todos conocían el recorrido perfectamente. «Cuidado ahora la bajada y sobre todo la última curva, con el agua es peligrosa». Y de repente... Coches, motos, ruido, sirenas... Banderas. No se sabe si mirar la pantalla o a la carretera. Por momentos se pierde la noción. Todo pasa en un segundo y medio.
Alrededor de una hora después de la entrada de los corredores se empezó a desmontar la 'fan zone', pero mucho antes y mientras los últimos buscaban algún recuerdo entre los autobuses de los equipos, con pulcritud y orden se fue desmotando el pequeño parque de quita y pon.
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