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Las gradas de San Lorenzo lucirán vacías en el partido de mañana. Roberto Ruiz
El derbi del silencio
Fútbol | Segunda B

El derbi del silencio

Gradas vacías ·

Salud Pública confirmó ayer a la Federación Cántabra y al Racing que el partido de mañana se disputará sin público

Aser Falagán

Santander

Viernes, 20 de noviembre 2020, 07:15

Quien haya visto un partido sin público lo sabe. Es otra dinámica; otra sensación. Se escucha el contacto seco de la bota con el balón. También los gritos desde el banquillo. Y los de los jugadores. Se percibe cada eslalon a ras de hierba; cada golpe y cada entrada. Se oye cómo jura la víctima en el suelo; cómo blasfema. Ni siquiera se parece a lo que hacen los niños que juegan en el patio de casa o del recreo. Ahí hay más ruido. Ni a las pachangas de la pistas urbanas, que suenan muy diferente al césped. Es algo parecido a un entrenamiento, aunque tampoco es lo mismo. Hay quien dice que no es fútbol; que es otra cosa.

Lo que está claro es que un partido sin público es una experiencia distinta. Tanto que el Javier Tebas, en su afán por reinventar la realidad, impuso en las transmisiones de LaLiga inexistentes gritos y aplausos. Todo de mentira salvo la manipulación, que esa sí es de verdad; porque lo que se muestra no es la realidad. Porque un partido sin público es muy distinto para los pocos que tienen el triste privilegio de verlo, de oírlo, en un estadio. Y para los futbolistas. Sobre todo para los futbolistas. Un partido así les huele a silencio.

Y el Laredo-Racing, el primer derbi liguero entre ambos desde hace medio siglo, será eso: un partidos sin público. Salud Pública, se lo confirmó ayer a la Federación Cántabra de Fútbol y al Racing. Verbalmente. Hoy enviará la comunicación oficial. No habrá aficiones en las gradas de San Lorenzo. Ni siquiera los abonados locales residentes en la villa pejina.

El Laredo siempre trabajó con la hipótesis de que estaría prohíbido el acceso de aficionados al estadio pejino

El covid ha robado tanto a tantos que lo del fútbol suena a anécdota, pero no deja de ser otra víctima colateral del coronavirus. Se ha llevado por delante tanto al de élite -que tiene recursos para reinventarse y sobrevivir- como al modesto. Y ese está sufriendo aún más. El Laredo lo podrá contar este fin de semana.

Las cuentas

La cuenta es sencilla: San Lorenzo lleno son alrededor de 2.500 espectadores, aproximadamente la mitad de ellos sentados. A eso se podía haber añadido las gradas supletorias que el Charles podía haber agregado de considerarlo oportuno.

El aforo se hubiera quedado corto. Los pejinos tienen esta temporada unos de 620 socios... en tiempo de covid. El ascenso a Segunda División B le ha permitido crecer en masa social (el año pasado rondaba los 400), pero todo indica que sin la incertidumbre de la pandemia, que además ha traído consigo el fútbol sin público, el número de socios se hubiera, al menos, duplicado. A ello hay que unir el atractivo que en Laredo y en Cantabria en general tiene para los aficionados un derbi de Segunda B, máxime cuando se trata de un acontecimiento tan poco frecuente.

Y, por último, los desplazamientos masivos a los que el Racing estaba acostumbrado antes de la pandemia, también es Segunda B. O especialmente, dada la cercanía. En definitiva, no es descabellado pensar que esas 2.500 localidades se podían haber quedado cortas, salvo que el Charles limitara la presencia de aficionados verdiblancos para no correr el riesgo de verse en minoría en su propio estadio. Claro que en este tipo de casos se limita solo el número de entradas enviadas al club visitante y las de los viajes organizados (es habitual que se habiliten zonas específicas para cada afición), pero no la venta en la taquilla. En dos ciudades separadas por menos de 50 kilómetros de autovía las distancias prácticamente no existen.

Esta temporada los Campos de Sport y San Lorenzo solo han podido tener espectadores en una ocasión, con aforo limitado

Aunque no se ofreció una cifra oficial, el cálculo es que alrededor de 2.000 personas siguieron el último Laredo-Racing oficial. Fue el 2 de septiembre de 2015 en la primera eliminatoria de Copa, en la que el Charles dio la sorpresa y se deshizo del Racing, entonces -como ahora- en Segunda B. Los pejinos jugaban entonces en Tercera.

La grada principal del estadio -todavía la vieja grada de San Lorenzo, demolida y reconstruida hace tres años- estaba llena una hora antes del inicio del choque, y la presencia de racinguistas era evidente. Aquel partido era de Copa, sin la rivalidad directa de que los dos equipos militen en la misma categoría y, además, entre semana. Tarde; a un horario muy inoportuno para desplazamientos familiares.

El de mañana será un sábado por la tarde. Perfecto para que no solo los laredanos, sino cualquier aficionado racinguista, rompiera la rutina y tuviera una tarde de comida y fútbol. O incluso de cena. La hostelería pejina se estaría frotando las manos. Y el Club Deportivo Laredo, que haría la taquilla del año, como le corresponde a un buen derbi. Pero la pandemia no lo permitirá.

El ejemplo más cercano es el Gimnástica-Racing de hace dos temporadas, también con ambos equipos en Segunda División B. Hay que tener en cuenta que El Malecón tiene más capacidad que San Lorenzo (y todos sentados) y la Gimnástica más socios que el Laredo, pero el caso es que el estadio se llenó. Los 6.000 espectadores. La Gimnástica envió mil entradas al Racing que se vendieron muy pronto. Todo el fondo norte de El Malecón; esas mil localidades, fueron exclusivamente verdiblancas. A ellos hay que unir los 1.800 socios gimnásticos. Pocos fallaron. El resto, las entradas vendidas en taquilla. Aunque la Gimnástica habilitó formulas para privilegiar a los suyos, también mucho racinguista fue a la taquilla de El Malecón. Solo los verdiblancos que fueron a Torrelavega, unidos a la hinchada del Charles, hubieran llenado el estadio pejino.

Y es que los aficionados del Racing son muy dados a viajar. Los entre 4.000 y 5.000 que se desplazaron el 19 de marzo de 2017 a León son un buen ejemplo, pero también Logroño, Palencia y Burgos recibieron, por citar tres ejemplos, verdiblancos por miles. El desplazamiento a Laredo es más rápido y barato. A algunos incluso les llevaría más tiempo ir desde su casa a los Campos de Sport andando que a San Lorenzo en coche.

Con todos estos datos, y teniendo en cuenta que en Segunda B una entrada para ver al Laredo cuesta generalmente 15 euros, los pejinos podían haber recaudado no menos de 27.000 en el derbi. Ese es su cálculo. Y sin necesidad de declararlo Día del club, dejando entrar sin pagar un extra a sus 620 socios y sin subir los precios para el público en general. Todo dependería de cuál fuera el aforo máximo y de la instalación o no de gradas supletorias, pero la cantidad no sería nunca menor. De hecho, alguna se ha añadido esta temporada. Se sabía que en los partidos en que permitiera público Sanidad lo haría con aforo limitado, solo sentado y teniendo en cuenta para aplicar el ratio solo los asientos disponibles; no el aforo total del estadio. De ahí que el Charles se afanara en colocar el máximo de asientos posibles para cumplir todas las medidas impuestas por Salud Pública y propiciar que se mantuvieran las distancias.

En caso de Día del club, de subir precio o de poder superar los 2.500 espectadores la cifra se hubiera elevado muy por encima de los 30.000 euros. Al menos esa es la estimación. Pero en cualquier caso los alrededor de 25.000 euros que se pueden trazar como ingreso mínimo suponen cerca de un 10% del presupuesto del club, que aún no se ha aprobado pero que su presidente estima en unos 290.000.

También la hostelería acusará la situación. A los puntos de encuentro habituales del racinguismo hay que sumar aquellos en los que se dan cita los aficionados del Laredo, caso de la Cafetería Pigalle. Sin embargo, está prohibido entrar en los locales y solo se puede consumir en terrazas, de modo que solo aquellos que saquen televisores a la calle podrán ofrecer el partido. Y con aforo limitado y cierre poco después de que termine. Lo que impone el toque de queda. Mal negocio para todos. Además de la salud, como si no fuera eso más que suficiente, el coronavirus se está llevando demasiadas cosas.

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