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El Sol, allí arriba, lo alumbra todo. Aunque a veces, según la posición de la Tierra, deja puntos oscuros. Eso mismo pasó con el otro astro, con el que se apagó ayer. Su fútbol, desde aquí abajo, iluminó todo el planeta, aunque sus ... andanzas vitales opacaron su brillo. Pero Cantabria también tuvo el privilegio de percibir su luz, aunque sólo fuese por un ratuco. Noventa minutos y poco más.
Y el balompié montañés también quiso despedir al genio argentino. El técnico Laureano Ruiz ya había abandonado el Fútbol Club Barcelona cuando Maradona aterrizó en el Camp Nou, pero sabe de primeros testimonios el paso del futbolista por Can Barça. «Es una tristeza, porque se ha ido uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Creo que ha sido el número uno durante muchos años, pero con una vida reglada habría sido aún mucho más». Una existencia que comenzó a torcerse, precisamente, en la ciudad condal: «En Barcelona empezó a llevar la mala vida y no rindió a tenor de lo que es».
En el vestuario barcelonista, Maradona coincidió con un cántabro: Marcos Alonso. Pero si alguien marcó su carrera fue un futbolista que posteriormente fue entrenador del Racing: Andoni Goikoetxea. Una durísima entrada del vasco provocó una grave lesión en el tobillo que tuvo tres meses de baja al argentino. Posteriormente hicieron las paces. «Me acabo de enterar del fallecimiento de Maradona. Me da mucha tristeza. Fue un genio, que nació para jugar al fútbol. Descansa en Paz Diego», escribió ayer en sus redes sociales Goikoetxea.
Al exracinguista Gelucho le tocó tratar de frenar al genio en aquella noche del 30 de octubre de 1982. Posteriormente, el zaguero cántabro compartió vestuario y defensa en el extinto Club Deportivo Logroñés con un compañero íntimo del 'Pelusa' en la selección argentina: Óscar Ruggeri. En sus largos viajes en autobús y en las numerosas concentraciones con el conjunto riojano, Rugieri le contaba cantidad de anécdotas a Gelucho de aquel dios de carne y hueso. «Siempre me decía que todos los argentinos querían ser Diego en el campo, pero fuera no. No era sencillo ser Maradona fuera de un estadio», añade. El que fuera compañero del '10' en las citas internacionales con la albiceleste le relataba al cántabro que «terminaba comiendo sólo en su habitación porque si bajaba al comedor le volvían loco. No le dejaban tranquilo».
Gelucho echa la vista atrás y lo tiene claro. «No era un divo, era uno más. Hablabas con él y te trataba como uno más. No como los futbolistas de ahora que no hay quien se acerque». Y es que Vicky, su sombra en El Sardinero aquel 30 de octubre, el día que Diego conquistó el estadio verdiblanco, acabó en el vestuario del Racing. «Le pedimos todos autógrafos y nos firmó a todos».
El lebaniego Álvaro González, hoy en día en las filas del Olympique de Marsella, escribía en su cuenta de Twitter: «Siempre en el recuerdo: el genio del fútbol, el futbolista total, el de la zurda indomable. Descansa en paz, Diego». Y el caso de Álvaro es el de tantos chavales que no lo vieron en un campo, que sólo pudieron asistir a sus genialidades por medio de los vídeos. Aún así, el '10' cautivó a todos. Fue tanto lo que de él se decía que al que no le conoció le resultaba familiar.
A Walter Aguirre, colaborador de El Diario y comentaristas en las retransmisiones del Racing de la extinta Punto Radio y que ahora vuelve a poner su voz en las narraciones a través de internet, se le estremece el cuerpo. «Me llamó mi hermana para decírmelo y me recorrió un escalofrío que aún me dura». Aguirre nació en Buenos Aires y compartió vestuario en las secciones inferiores del Lanús con Ibagaza o el hoy seleccionador argentino, el exracinguista Scaloni. «No hay en Argentina un símbolo como él. Ni siquiera Evita Perón ni Borges, Diego trasciende todo». Este argentino adoptado en Cantabria -ya lleva más años en Cantabria que los que pasó en su barrio de Avellaneda- no defiende las andanzas del astro fuera de los campos, pero señala que «hay que saber que salió de la estricta pobreza, yo sé de donde salió, con 16 años, y en un año estaba en la cima del mundo. Eso es difícil para cualquiera».
Su 'viejo', el Rulo, supera los setenta años y fue uno de esos locos que no vendió una entrada de la final del Mundial de 1978, aquella que ganó Argentina a Holanda, con aquel equipo en el que César Luis Menoti no quiso que estuviera Diego. «Le ofrecieron por ella lo que equivalía a la mitad del precio de un auto, pero nada». Sin embargo, al Rulo no le gustaba todo lo que hizo fuera con su vida. «Pero digo yo, a los actores o a los cantantes que hacen de todo, la gente les ríe las gracias y a Maradona no le perdonaron una», indica el argentino cantabrizado. «Ojo, que lo que más pena me da es que fuera como fue, porque nos privó de verlo mucho más».
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