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Adama Soumamoro, ayer en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. : DM
«No tenía dinero ni para comer»

«No tenía dinero ni para comer»

El marfileño, sin la ficha que le prometieron en el Rayo Cantabria en enero y desalojado del piso donde vivía gracias a sus compañeros, confía en el mandatario: «Es difícil encontrar a alguien así»

Marcos Menocal

Santander

Viernes, 15 de junio 2018, 07:43

«Sólo puedo dar las gracias. No tenía donde ir, ni dinero para comer ni nada de nada». Las palabras de Adama Soumamoro (Costa de Marfil, 19 de agosto de 1998) resuenan entre sollozos. El chaval tiene 19 años y desde el pasado martes se aloja en la casa del presidente de la Federación Cántabra de Fútbol, José Ángel Peláez, a quien ayer acompañó a Madrid a una reunión en la Española. Su historia es rocambolesca; salió hace algo más de un año de su país con una promesa bajo el brazo de un representante camerunés que una vez en España apagó el teléfono. «Me dijo que le dejara de llamar y nunca más supe de él», confiesa Soumamoro.

Su situación ha pasado en apenas tres días de estar tirado en la calle a comer caliente, recibir ropa prestada y soñar con que se arregle todo. Peláez es su casero: «Mi ilusión es quedarme aquí, jugar en un equipo y mandar algo de dinero a mi familia. Hasta ahora sólo he jugado al fútbol, de momento no sé hacer otra cosa». Sus deseos pasan porque el presidente de la Cántabra le encuentre ese club, pero antes debe regularizar su documentación puesto que desde el pasado mes de enero sus papeles no están en regla. «Confío en él. No tengo aquí a nadie más», explica.

Soumamoro vivirá en casa del presidente Peláez «hasta encontrar un equipo y regularizar los papeles»

El jugador firmó con la Cultural Leonesa una ficha profesional -pese a que jugó en el equipo juvenil- y una vez que los leoneses no le renovaron comenzó su peregrinar. Allí unos amigos le llevaron a Madrid, donde prueba un mes con el Pinto y mientras entrena con los madrileños le llega una oferta del Rayo Cantabria. «Me prometieron 250 euros al mes, la casa y la comida pagada. Firmé el día 25 de enero y el 26 el presidente del Rayo me dio 30 euros para el tren y me dijo que me volviera, que no podía hacerme la ficha». Según el futbolista, José Ángel Rodríguez 'Nené', le dijo que la Cultural Leonesa no le había dado la baja.

En realidad, lo que ocurría es que solamente podía hacerle ficha profesional, cosa que el club santanderino «no podía», añade Soumamoro. Sin sitio adonde ir y sin nadie que le conociese, surgió la ayuda de Keita Lamine, otro futbolista costamarfileño del Rayo Cantabria con quien coincidió en el primer entrenamiento: «Le dijo a Nené que no tenía donde ir y que me fuera con él al piso. Compartió su comida conmigo». Desde ese día hasta el pasado martes, Soumamoro vivió en un piso de alquiler con varios compañeros y acudió cada día a entrenar con el equipo. «Nené me dijo delante de todos los jugadores un día en el vestuario que le gustaba como jugaba y que la temporada que viene se comprometía a hacerme la ficha», recuerda el chaval. Con una nueva promesa bajo el brazo, Soumamoro aceptó su precaria situación soñando en que algún día todo sería distinto. De los 250 euros pactados cuando estampó su firma en la infructuosa y estéril ficha, ni rastro: «No me pagó nunca. Un día me dieron 25 euros para comer. Mis compañeros cobraron un mes y medio nada más».

La Liga acabó y los jugadores fueron abandonando sus residencias y poniendo rumbo a sus casas. La gran mayoría de los miembros de la plantilla del Rayo Cantabria eran de fuera de la región; apenas siete son cántabros. Con la competición finalizada, la situación de Soumamoro se complicaba y su estancia en uno de los cuatro pisos en los que se alojaban los futbolistas iba a ser muy difícil. Mucho más si cabe alimentarse. Hasta entonces fue posible gracias a un amigo del presidente, Miguel Tausia, dueño de un supermercado que desde el pasado mes de octubre ha suministrado la comida a los futbolistas, guardando sus facturas y esperando cobrarlas del Rayo Cantabria al final de la temporada. Por el momento, a Tausia también le tocará esperar.

Su pesadilla

El pasado domingo, Soumamoro, después de sobrevivir el último mes dando tumbos y ante el difícil futuro que se le avecinaba puso en conocimiento de Peláez su situación. La decisión del chaval hizo explotar a Nené: «Me llamó y me dijo que tenía que abandonar el piso. Que el dueño ya estaba avisado y tenía que irme fuera. Se enfadó por haberlo contado, pero yo no tenía dónde ir». El presidente de la Cántabra ha logrado apaciguar su pesadilla y ha adoptado al jugador hasta que su situación se regularice. «Desde que llegué no he sido capaz de dormir una sola noche. Néné cada día me decía una cosa diferente y no sabía qué hacer».

Su familia sigue el calvario de su hijo desde Costa de Marfil; su padre murió cuando Soumamoro tenía siete años y su madre vive de la caridad. Es el quinto de seis hermanos que sobreviven como pueden. «Les mandaba algo de dinero cuando estaba en la Cultural, ellos sí me pagaban 400 euros al mes». Tiene novia en su país, a la que no ve desde hace más de un año y durante estos días ha vuelto a sonreír: «Agradezco a Peláez lo que está haciendo. Es difícil encontrarse gente así. Quiero que todo se resuelva y entrenar y mandar dinero a mi familia», concluye.

Ayer se paseó por Las Rozas entre fotos de campeones del mundo y piso el 'prao' donde entrenan sus ídolos. Su futuro es incierto, pero al menos tiene un plan, aunque una vez más no dependa de él.

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