El Charles ha vuelto

Cerca estaba especialmente ese sueño para un Laredo que, por su buen hacer previo al estado de alarma, podía conformarse con un empate para dar el salto de categoría. Pese a esta circunstancia, la Gimnástica le dio la iniciativa al cuadro pejino. El técnico blanquiazul, Mateo García, no pudo contar con su máximo goleador, el lesionado Dani Salas, y decidió dejar en el banquillo a uno de sus buques insignia, Rubén Palazuelos.

Los torrelaveguenses apostaron por cimentar. Por ser mucho más sólidos que en el choque de semifinales frente al Rayo Cantabria. El objetivo era ahogar el centro del campo del Charles, aunque si los rojillos superaban esa línea de presión, el peligro era algo más que un barrunto. Un tiro de Mantilla, raso, que atrapó Rubén Lavín, y otro, en el campo contrario, del central Chamorro, que no encontró portería, fueron las primeras tentativas en medio de la tensión reinantes. Había mucho en juego.

El Laredo apostó por la agresividad y dos patadas casi consecutivas por detrás de Ricky sobre Fer prendieron la mecha. Y el veterano Cusi entró al trapo. Se tomó la justicia por su mano con Felipe y la trifulca posterior terminó con un ácido caramelito de limón para el centrocampista gimnástico.

Manejar los nervios. Los del Besaya salieron motivados del calentón y pudieron ponerse en la pole de la taquilla para comprar el billete de regreso a Segunda B. Un centro de Hugo Vitienes desde la derecha se lo comió David Puras y Mantilla lo sacó en el área pequeña cuando Luis Alberto ya estaba listo para empujar en el segundo palo.

Los blanquiazules ganaban a los puntos, pero era obligario el KO para los de El Malecón. El empate era oro para un Laredo que, sin demostrar gran cosa, la simple presencia de Iván Argos y Vinatea arriba ya era suficiente argumento como para tener a su rival con las orejas pinadas. Y así, con el marcador inmaculado, se llegó al descanso.

El ascenso estaba ya a 45 minutos. Sin prórroga ni penaltis. Así de cerca al menos para el Laredo. Para la Gimnástica, a esos tres cuartos de hora había que añadirle un gol. Pero a los blanquiazules les faltó mordiente en el área rival. Los minutos corrían en favor de los pejinos, aunque estos decidieron dar un paso adelante frente aun rival que dio síntomas de debilidad en defensa. Vinatea tuvo una buena opción. Sin embargo, su disparo salió con la rosca al revés y se marchó fuera. Tome nota, le susurró a Rubén Lavín. Pero quien apuntó la amenaza fue Ito, que recibió en el interior del otro área y si no llega a ser porque Borja Ares le robó el balón cuando el ariete ya empuñaba el fusil, a esas horas el asiento en el autobús del ascenso podría haber cambiado de dueño.

Ante la falta de pólvora, Mateo García llamó a un veterano de la guerra del Vietnam. Nacho Rodríguez. Mientras el ariete esperaba junto a la línea de banda, al choque le dio un brote de locura. En un barullo en el área, la pelota tocó en la mano de un zaguero del Laredo. Involuntaria, pero mano. El colegiado, tapado por la marabunta, no apreció penalti y en la vertiginosa contra, el meta Rubén Lavín derribó a Vinatea a unos 25 metros de la portería. El balón se iba al córner. Amarilla y punto.

Si la Gimnástica estaba llevando más peligro a balón parado, iba a ser el Laredo el que iba a darle de su propia medicina a los torrelaveguenses. Un saque de esquina desde la izquierda lo remató Mantilla en el segundo palo e Iván Argos lo empujó ya debajo del travesaño para poner al Charles con pie y miedo en Segunda B. Los blanquiazules, con veinte minutos por delante, necesitaban hacer nada menos que dos goles. Así que Mateo García retiró a Cusi y Fermín y dio entrada a Palazuelos y Prada. El Laredo, sabedor de su enorme ventaja, dio dos pasos atrás. No necesitaba más que aguantar el tipo.

A la Gimnástica se le hizo tarde. El planteamiento conservardor no tuvo el efecto esperado por Mateo García y ahora necesitaba hacer una machada de proporciones estratosféricas. Pudo darle vida a su equipo Hugo Vitienes, en el 82, tras una gran acción de Rubén Palazuelos, pero el extremo, solo ante el portero, mandó el balón fuera. Inexplicable. Muneta disparó, poco después, con la izquierda, a las manos de Puras.

Los torrelaveguenses lo buscaron, pero el tiempo era cada vez más prohibitivo. Básicamente porque entre cambios, la aparentemente grave lesión de Muneta, pitos y flautas, no se jugó nada más. Bueno, sólo lo justo para que Guipu hiciese el segundo ante una Gimnástica volcada. Demasiado castigo. Y el Laredo, entre el humo de las bengalas de un grupo de aficionados pejinos que veía el choque cien metros más allá, fuera de las instalaciones, celebró su regreso a Segunda División B. Adiós a una porrada de años en el pozo. Sin precisar una segunda oportunidad. Allí le espera el Racing. El Charles ha vuelto.