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Una figura universal que no fue, probablemente, lo suficientemente valorada en casa y aún con un gran magnetismo. Es una de las conclusiones en torno ... a Severiano Ballesteros cuando once años después de su muerte su sombra se ha hecho aún más alargada. El cántabro que cambió la Ryder Cup, trascendió fronteras y revolucionó el golf. Y que en su ausencia, ahora sí, tiene incluso más reconocimiento.
«Después de ya once años no deja de sorprenderme cómo sigue hablando la gente de mi padre. Es algo que no os podéis imaginar», decía su hija Carmen en representación de toda la familia en el cierre del curso que la UIMP ha dedicado a Seve, apelativo suficiente, en palabras de otra golfista de leyenda como Catherine Lacoste, para reconocer al pedreñero en todo el mundo. Una cita destinada a reivindicar y, sobre todo, analizar la trascendencia de un deportista emblemático que trascendió el tópico del hombre hecho a sí mismo para convertir el estereotipo en realidad.
Y en cierto modo un homenaje a Pedreña y a los pioneros del golf cántabro; aquellos que antecedieron al mito. Lo decía Manuel Piñero: «Quiero hacer un homenaje a una persona, que es Ramón Sota, sin la cual quizá no estaríamos aquí hablando de Ballesteros. Solo le faltó creer que podía ganar a los mejores en América. Después Seve rompió esa barrera».
Sin caer en la hagiografía, porque Piñero habló tanto de su amistad como de sus desencuentros con el cántabro, otra conclusión queda clara: Aún hoy su nombre es relevante y, al margen de lo que significó en el pasado, tiene potencial de futuro. A través, por ejemplo, de la fundación que dirigen sus tres hijos. Y de mucho más legado conceptual de un pedreñero que, en palabras del director de El Diario Montañés, Íñigo Noriega, «cambió el statu quo e hizo que las cosas fueran de otra manera».
Quizá porque quienes tienen esa capacidad de cambio se reconocen, Seve causó un gran impacto en Catherine Lacoste, que le vio crecer como persona y como deportista. Sus trayectorias vitales fueron antagónicas en su origen pero, al final, convergentes. Acostumbrada a cargar con el sambenito de ser identificada como la hija de René Lacoste –ganador de siete Grand Slam de tenis y fundador de la marca de ropa que lleva su nombre–, en 1967 trascendió su origen al convertirse en la primera europea en ganar el US Open. Y lo hizo, además, siendo aficionada y ante profesionales. «Lo pasábamos bien, y eso es también la finalidad del golf, pasarlo bien. Seve disfrutaba, y yo también disfrutaba, y es lo que les digo ahora a las chicas que están aprendiendo a jugar. Mi padre me decía: 'Cuando vayas perdiendo, sonríe a la bola'. Y hay gente que se pone demasiado seria».
El legado está también presente a su modo en otro golfista cántabro: Juan Postigo, que pese a alzarse sobre una sola pierna atesora, a sus 26 años, un ingente palmarés: «Humildemente me he inspirado no en su juego, sino en su carácter. ¿Para qué estoy yo aquí? ¿Qué puedo hacer en este mundo? Y él lo hizo todo. Llegó a la cima del golf empezando con un hierro tres en la playa de Somo», señala. Pero si algo destaca es la senda abierta: «Todos los que jugamos al golf tenemos unas facilidades que Seve y Manolo –su hermano y en cierto modo mentor– yo creo que ni imaginasteis. Yo crecí en un campo de golf público, el Abra del Pas, y sin Seve yo hubiera jugado a las cartas o al ajedrez, pero nunca hubiera podido jugar al golf». De su interés, su tenacidad porque se construyeran campos públicos puede dar fe Íñigo de la Serna, que lo comprobó en primera persona, según confiesa, en su etapa como alcalde de Santander.
«Osadía, genialidad, magia, maestro, leyenda, empatía, dimensión humana, impacto social». Todos esos conceptos asocia el exsecretario de Estado para el deporte Jaime Lissavetzky, a Ballesteros. Si en los ochenta se crearon infraestructuras municipales, en los noventa el plan ADO y centros de alto rendimiento y en la década siguiente se recogieron frutos mientras crecían los medios, la situación a finales de los setenta era otra: «Antes de todo esto había una figura que se llamaba Severiano Ballesteros y no pudo aprovechar un sistema organizado, sino que lo hizo todo a base de su esfuerzo personal. Es –conjuga en presente– un pionero, un héroe del deporte. El golf no tenía una acogida importante en España y él cambió las cosas. Fue sin lugar a dudas un innovador».
Con la mirada puesta en el futuro y en la afectividad del pasado, el curso organizado en la UIMP por la asociación Plaza Porticada reivindica la figura de un cántabro universal en un ciclo que tiene como objetivo poner en valor el talento propio. Y, por qué no, explotarlo. Como supo hacerlo Severiano Ballesteros.
'Más vale una gran actitud que un gran swing' fue el leitmotiv que inspiró a Rafa Nadal en el camino hacia su undécimo título de Roland Garros. La frase, resucitada por Toni Nadal en 2018 justo antes de las semifinales, pertenece a Severiano Ballesteros, amigo personal del tenista. «Es un ejemplo para la sociedad» dijo el manacorí sobre el golfista. «Escuchar a Rafa hablar así de mi padre es algo que me llena de orgullo porque estos son los deportistas a los que admiro», explica Javier Ballesteros, hijo del pedreñero. «Siempre destacaré lo cariñoso que era con nosotros y su capacidad de trabajo», decía ayer el mayor de los hermanos justo antes de relatar cómo su padre, ya lejos de su máximo nivel, seguía levantándose a las seis de la mañana para ir al gimnasio: «Lo que ves en casa es lo que se te queda y yo me considero una persona muy trabajadora porque es lo que vi en él».
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