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J. C. ROJO
Miércoles, 2 de marzo 2016, 18:58
El viento, el frío o la llovizna no asustaron a los cerca de 300 menores, muchos de ellos niñas, que se sumaron el pasado sábado a la concentración de escuelas de rugby organizada por el Club Camargo. Hubo pequeños cántabros llegados de ese mismo club, ... pero también de Campoo, Bathco, Rugby Santander y Miengo. Y también vascos -integrantes de la liga vizcaína en la que participan los combinados regionales-, como el Getxo, Guernica, Elorrio, Bilbao, Munguia y Kakarraldo.
«Lo han pasado en grande y han compartido una mañana en torno al deporte, que es lo más importante», señala Ricardo Polidura, organizador del evento junto a Oscar Ruiz y Santiago Moroso, todos responsables del Club Rugby Camargo. «Cada vez más tenemos que ser conscientes de que actividades como esta sirven para promocionar el rugby, y que además los niños disfrutan mucho. Les gusta hacer amigos, viajar y pasarlo bien», agrega. Y no olvidan el esfuerzo de los combinados vascos, que «pese a las condiciones meteorológicas acudieron sin dudarlo a nuestra invitación».
La cita comenzó a primera hora de la mañana. Equipos divididos en categorías desde la sub 8 y hasta la sub 10 disputaron tantos partidos como les fue posible, porque la finalidad es que todos jueguen contra todos. «No importa tanto el resultado como la diversión y la experiencia en sí», matizó Polidura, jugador en la actualidad del Bathco.
Pese a todo, los marcadores dejaron constancia de la escalada de nivel del rugby de base cántabro. Un deporte con menor tradición que en la comunidad vecina pero que está experimentando una explosión de afición que aún sorprende a los responsables de los diferentes combinados.
«La acogida que tiene el rugby en los últimos años es impresionante. Estamos trabajando entre todos los equipos para lograrlo, pero está desbordando nuestras expectativas, es estupendo», concreta José Luis Villa, responsable del Club de Rugby Santander (CRS).
Un club recién nacido
Camargo cuenta aún con menor tradición. Comenzó hace un año y cuenta en la actualidad con 16 pequeños inscritos. «La idea es crecer poco a poco y de manera sostenida», advierte Polidura. «Lo que sucede es que está funcionando el boca a boda de los padres. Tú puedes ir a los colegios y hacer pequeñas exhibiciones y entonces el niño vuelve luego a casa y le pide a los padres apuntarse, pero ya sabemos todos los prejuicios que hay con esto del rugby- Que si es violento, que si es peligroso... Cuando un padre viene un día a ver un partido se da cuenta de que la verdadera esencia de esta práctica no tiene nada de peligrosa, nada de violenta, y sí mucho de divertida y educacional», agrega.
Los niños se someten a una disciplina de equipo, aprenden a compartir, a coordinarse y a entenderse. En el tercer tiempo, al final de los encuentros, todos comparten mesa y aperitivo y lo sucedido en el campo queda allí, en el campo. «Es el mejor momento para los niños. Ahí hacen amigos. Conocen gente del País Vasco. No es que vayan a ser amigos del alma, pero sí compañeros. En pocas semanas volverán a verse en otra concentración que desarrollaremos en un campo vasco», apuntan los responsables del Camargo.
El CRS y el Bathco sustentan el grueso de la afición joven por esta práctica. No en vano, el empuje de los adultos del Bathco sirve de acicate para animar a muchos con ese referente claro. «Para muchos de estos niños que han jugado el fin de semana en Camargo era su primer contacto con la competición. Y a los niños les gusta competir, aunque sea en unos amistosos como los del otro día. Año tras año vemos que es eso lo que les engancha, lo que les anima a seguir, y por eso es importante que continuemos con esta idea», aclaró Villa.
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