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La historia de los bolos nos presenta a la decana Peña Bolística de Torrelavega como ejemplo de la mejor expresión para definir la dignidad con que un grupo de personas puede ser capaz de implicarse para darle todo el sentido social y deportivo a lo ... que se entiende que debe ser una peña. La mejor expresión para contar de una invencible ilusión por los valores de los bolos que el pasado miércoles cumplía 86 años, siendo santo y seña de su ciudad y renovando cada día su compromiso leal con lo más fundamental del espíritu que sus promotores plasmaron en el acta fundacional que firmaron el 29 de septiembre de 1933 en el comedor del bar 'El Mortuorio'. Allí, hartos de pagar la cuota que les cobraban en las boleras de La Llama, un grupo de aficionados se reunía para buscar la forma de jugar a los bolos sin más cortapisas que su propia voluntad. 27 hombres y la dueña del bar, María Sánchez, no podían hacerse idea del alcance real de lo que estaban haciendo cuando acordaban crear la Peña Bolística de Torrelavega, una institución que promovían para jugar a los bolos pagando una cuota mensual que iría desde un real hasta una peseta, según la economía de cada asociado.
Tras nombrar presidente a Carmelo Alonso Sierra, la aspiración era tener un corro propio, misión que asumió Severino Prieto por su amistad con el alcalde de Torrelavega, y conocido jugador de bolos, José Mazón. Conseguido su apoyo se encontró el emplazamiento junto al regato Sorravides, en lo que hoy es la Plaza de Baldomero Iglesias. Allí se diseñó una bolera con el tiro en vértice para respetar los árboles que no dejaban el diseño rectangular, y se enterró la primera caja metálica que conocieron los bolos, mientras que el riego lo resolvieron con una cadena de críos portando el agua en calderos desde el regato.
Las gestiones avanzaban y el 10 de marzo de 1935 se aprobaban los estatutos y el escudo que hacía un guiño a la clase trabajadora reproduciendo el apretón de manos símbolo de la UGT. Y solo un año después se inauguraba la nueva bolera donde los socios pagarían quince céntimos por hora de juego. La primera bola la tiró Darío Gutiérrez, cayendo los nueve bolos gracias al soplo de aire que se sumó al simbólico momento, avisando de lo que la Bolística y su bolera iban a significar en el futuro. Tras el paréntesis bélico, la actividad crece y la peña se consolida para amenazar el protagonismo de la Mallavia, aunque en los bolos todos seguían siendo conscientes de que el prestigio de ganar en La Llama era incomparable.
Pero a partir de 1945 la Bolística también podría competir en eso, y lo demostraba cuando acogía por primera vez en su bolera el concurso de La Patrona, rompiendo el monopolio exclusivo de sus vecinos desde la primera edición de 1896. A partir de entonces alternarán la organización del más grande de los torneos, los años pares en su bolera y los impares en La Llama. Son los tiempos en que los bolos de Torrelavega hierven de pasión cainita con una rivalidad que resulta tan enfrentada como enriquecedora. No cabían indefiniciones, o se estaba con la Bolística o con la Mallavia, y el honor se defendía en los continuos desafíos que se sucedían entre sus partidas. Pero también son años donde el trabajo que se hace se deja notar y muchos niños conocen los bolos en una peña que en 1946 tenía 70 jugadores federados y 300 socios. Las condiciones que ofrece su bolera les avala para organizar los grandes campeonatos oficiales, y lo bordan en su primera encomienda, aquel famoso campeonato nacional de 1949 que el Zurdo de Bielva le ganó a Ramiro con 13 emboques.
La historia de la Peña Bolística es un canto a la gloria que le aportaron cuantos defendieron su escudo, y son la inacabable galería de figuras que fueron de lo mejor de este juego. Pero también es la historia del trabajo de las muchas personas invisibles que se implicaron para resolver el día a día de una asociación de aficionados que en los malos momentos supo superar las más crueles decepciones, cobijada en el paraguas de su masa social. Ese gran activo que en la realidad de estos tiempos se mantiene leal a la filosofía fundacional con que la peña fue concebida hace 86 años. Un componente social que hoy sigue implicado en salvaguardar la mejor esencia de aquel viejo proyecto que nació para buscar la forma de jugar a los bolos sin más cortapisas que la propia voluntad de cada uno. Un viejo proyecto que vive el presente con toda la dignidad social y deportiva que su historia le exige.
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