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Quizá vivir en una isla le ha ligado para siempre al mar y ya no se siente cómodo si no es dentro del agua. El caso es que Jon Rojano (Mallorca, 1984), supo desde siempre que la natación era una de sus pasiones. ... La más fuerte. Y por eso hizo de ella su medio de vida. Hace trece años cambió su Mallorca natal por Santander y además de competir en el Club de Natación Camargo en las categorías máster y absoluta, se gana la vida como instructor en un centro deportivo en Camargo. El próximo 19 de agosto el mallorquín recorrerá a nado los 45 kilómetros que separan Comillas de la santanderina playa de El Sardinero. Llegará, concretamente, al mirador que está junto al hotel Chiqui. Una aventura en la que calcula que invertirá unas doce horas ¿El motivo? Colaborar con la Asociación Cántabra de Fibrosis Quística.
Con este reto el nadador y la asociación tratan de hacer visible la fibrosis quística para que las personas afectadas reciban un tratamiento especializado adecuado y puedan tener acceso a todos los medios necesarios para mejorar su calidad de vida. Pero a Jon la travesía solidaria no le pilla de nuevas. «Hace años en Mallorca ya hice una travesía así, rodeando la isla de Formentera y también a favor de la fibrosis quística. La experiencia fue muy buena y desde entonces siempre he tenido presente hacer algún reto parecido», cuenta Jon.
El mallorquín ha pasado gran parte de sus 34 años como nadador de competición y aunque esta no es la primera vez que se enfrenta a aguas abiertas, Jon no cuenta con tanta experiencia en el mar. «Es mi primera travesía a nivel individual», relata. Y a pesar de que tiene claro que será «complicado» no le asusta la dureza del recorrido. Incluso ha hecho ya sus cuentas y se atreve con las predicciones. Aventura que llegará a la meta a las 19.00 horas «si todo va bien». A las 7.00 de la mañana dará su primera brazada. Y no parará durante doce horas, siempre rodeado del mismo escenario aunque su movimiento sea constante. Doce horas en donde mire donde mire, solo verá azul. Los riesgos no son pocos. El hambre y la baja temperatura del agua siempre aparecen, pero para Jon el más peligroso es el cansancio. «El frío, los calambres... Y además el reto mental que supone. Son muchas horas viendo lo mismo y sin poder parar», enumera el mallorquín que lleva ya viviendo en Cantabria trece años. Sabe que además de poner a prueba su físico su mente también debe estar preparada para superar el desafío, cuando llegue ese momento en que su cabeza diga 'no puedo más', pero en su cuerpo aún quede algo de energía. «En esos momentos es cuando te das cuenta de la dureza de la prueba», dice Jon.
Para minimizar riesgos un pequeño barco de siete plazas irá detrás de Jon y también un kayak. El nadador no podrá tocar las embarcaciones pero ellos se encargarán de asistir a Jon durante la travesía. «Me pueden pasar avituallamientos y comida. Sobre todo serán plátanos, barritas energéticas, bebidas isotónicas y cosas así». Además la seguridad de la travesía está garantizada y un médico viajará en la pequeña embarcación que acompañará a Jon por si este llegase a necesitar su asistencia. «Hay que estar bien preparado», apostilla el nadador del Camargo.
El mismo día del desafío varios miembros de la Asociación Cántabra de Fibrosis Quística montarán un stand en la zona de llegada para difundir las causas y consecuencias de esta enfermedad, con la esperanza de conseguir apoyos y solidaridad para mejorar en lo posible la calidad de vida y la supervivencia de los enfermos. Además, todos los beneficios y donaciones que se recauden con la iniciativa se destinarán íntegramente a la asociación.
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