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Uno de los participantes en la prueba de parapente de precisión se dispone a aterrizar en la mies de Mazcuerras.

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Uno de los participantes en la prueba de parapente de precisión se dispone a aterrizar en la mies de Mazcuerras. Javier Rosendo

Un día de calor para estrenar el cielo

El parapente debuta en Los 10.000 del Soplao, con la modalidad de precisión en la que los participantes tenían que acertar a tocar una pequeña diana de apenas 20 centímetros

Domingo, 19 de junio 2022, 07:08

Hoy no hace día ni para correr, ni para andar, ni para 'ná'». Cerca del puente nuevo de Ruente, tras ese ascenso y posterior descenso de la sierra del Escudo que da un primer 'viaje' de consideración a las piernas, dos participantes se juntaban durante apenas unos segundos. Lo poco que les unieron sus distintos ritmos. El que se quedaba más rezagado remataba la pequeña conversación con una frase lapidaria que muchos más pensaron ayer en la última jornada de Los 10.000 del Soplao de 2022: «Estamos 'zumbaos'».

El cielo fue el protagonista de ayer en la última jornada de la gran aventura cántabra. Por el fuego que venía del sol y que martirizó a los participantes, y por otro lado, con la gran novedad de este 2022. Porque a Los 10.000 del Soplao ya no les falta nada. Son una prueba por tierra, mar y aire. El parapente se estrenó ayer en el Infierno Cántabro. Esta vez, en su modalidad de precisión.

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Desde la ladera de El Cueto, en Mazcuerras, los parapentistas tomaban carrera y cogían vuelo para tener las vistas más privilegiadas del infierno. Como si fuesen un ave gigante, estudiaban las corrientes para descender en círculos. Porque su objetivo era precisamente, eso, círculos. A cada cual más pequeño, hasta cuatro a modo de diana en la mies de la localidad. En el centro, uno de apenas 20 centímetros de diámetro. Su centro suponía un '0' y se contabilizaba un punto por cada centímetro que se separase de él el parapentista. En las mangas que hubo, el cántabro Borja Rodríguez y la colombiana Mayerly Flórez fueron los que estrenaron el palmarés de una prueba que, como sucede en algunas del Infierno Cántabro , está alejada del epicentro principal, Cabezón, y de un buen gentío para animar a los participantes.

Eso no desanimó a la algo menos de veintena de inscritos para volar por primera vez sobre el Infierno. Y para 2023, la organización ya planea -nunca mejor dicho- una vuelta de tuerca. Subir corriendo algunas de las montañas míticas del Soplao y bajarlas en parapente. Lo de volar más o menos relajado y acertar en una diana ha sido una toma de contacto. De sufrir en el Infierno, no se libran ni los que lo hacen volando.

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