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El inexorable reloj de la habitación de su hotel en plena ciudad de Los Ángeles recuerda a Sergio García que la cuenta atrás ha comenzado. Para aquello que no se hizo, ya es tarde. El domingo (madrugada del lunes en España), el ring pasará ... examen y allí arriba no se puede copiar. Hay que traer los deberes bien aprendidos. Y El Niño los tiene grabados a fuego. «Hemos preparado el combate como nunca. Tenemos las cosas claras y sabemos lo que hay que hacer», recuerda Víctor Iglesias, la sombra del púgil no sólo en la ciudad de las estrellas estos días sino desde que se puso unos guantes por primera vez en el gimnasio Kronk de Torrelavega. El miércoles también estaba sentado junto a Sergio García cuando por primera vez vio a su rival del domingo, Sebastian Fundora. Fue en la recepción del hotel angelino. Ambos están hospedados en el mismo, les separan varias plantas. Es el centro de operaciones de una de las veladas más esperadas en el estado de California, donde precisamente nació el larguirucho boxeador de casi dos metros con el que se enfrentará en el Staples Center. No fueron fotos. Ni siquiera imágenes. No. Lo del miércoles en la recepción del hotel fue el primer cara a cara entre los dos. Al día siguiente se volvieron a ver en la conferencia de presentación de la velada y este sábado, durante el pesaje oficial, será la última ocasión en la que cruzarán sus miradas antes de que lo hagan en el ring.
Sergio García se exige en solitario. Trabaja con Iglesias en el gimnasio del hotel y después cumple con el protocolo promocional de la pelea. Cada día es diferente. En la puerta del hotel les espera un Cadillac a su servicio para llevarles de evento en evento. Esa parafernalia y glamour que caracteriza al boxeo americano y que forma parte del 'showtime' que se monta alrededor de las doce cuerdas.
Es la pelea de su vida. Lo es pase lo que pase. Para Sergio García –como para cualquier boxeador– pelear en EE UU es tocar el cielo, pero Los Ángeles no es el destino, sino una estación de paso. 'El Niño' tiene firmado por contrato que si logra la victoria, además de convertirse en el aspirante número uno al Mundial del peso superwelter, una pelea en el país norteamericano en la que las bolsas pasarán a ser de seis ceros. Millonarias. El combate se estima que se disputará en el mes de marzo de 2022. Si el 'El Niño' vence mañana en el Staples Center cruzará el charco varias veces el año que viene. Prepárense.
El jueves, después de realizar su rutina de entrenamiento propia acudieron al gimnasio de Freddie Roach ('Wild Card Boxing Club'), el mítico boxeador, convertido en uno de los mejores y más reputados entrenadores. Roach fue nombrado Entrenador del Año en varias ocasiones, preparó a púgiles como Manny Pacquiao, Miguel Cotto y logró alcanzar el estrellato junto a Julio César Chávez Jr. en el título de campeón de peso medio del Consejo Mundial de Boxeo. En el acto coincidió con Gervonta Davis, el campeón del mundo del peso ligero, pupilo de Floyd Mayweather, estrella de la velada del domingo y que peleará justo después de 'El Niño'. «Fue un encuentro bonito. Guanteamos, entrevistas, muchos periodistas, gente famosa...», explicaba a El Diario Montañés Iglesias, mientras apuraba junto a Sergio García el desayuno poco antes de que en su Torrelavega natal empezasen a merendar. «Vengo a vencer y lo daré todo para que los aficionados puedan ver un buen espectáculo», sentenció 'El Niño' a los que le quisieron escuchar. «Voy a ser agresivo. Me van a ver un rato ahí arriba», añadió con serenidad. La suya. La que le acompaña siempre. «No voy a correr dentro el ring». Con esta frase disipó las dudas que podían tener aquellos que no ven el modo de enfrentarse a alguien como Fundora. «Un peso pesado disfrazado de delgado», como lo definió el primer día Iglesias. No dijo mucho más. Lo demás, lo deja para el domingo cuando suene la campana.
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Cuarenta minutos de ida y otros cuarenta de vuelta para refugiarse en la soledad del atleta de fondo. Con los suyos. Otra pequeña sesión de táctica y estrategia por la tarde en la intimidad y un paseo cuando la noche deja caer su misterio entre los millones de luces que dan sentido a una de las ciudades donde los sueños cabalgan. «Estamos bien. Estamos como tenemos que estar. No ha pasado nada que nos altere y motivados», añadía el preparador del aspirante a todo, a quien cuesta sacarle de su concentración, de su innata tranquilidad en vísperas de la pelea que le cambiará la vida.
La última semana antes de un combate es la que peor lleva Sergio García y cualquier boxeador. Los nervios, la ansiedad y las exigencias del peso pueden atormentar la serenidad. En Londres apenas fueron tres días lo que pasó fuera de su habitat, en Los Ángeles, cuando suba al ring llevará una semana. «Todo está bien. Aún no hemos dado el peso, pero no nos interesa. El sábado cumpliremos», remataba la sombra del Niño. La rutina para Sergio estos días está siendo la de entrenar, comer y beber lo justo, para no cumplir con la báscula antes de tiempo, porque eso supone un desgaste innecesario que puede ser vital.
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Este sábado (2 de la madrugada en España) volverá a haber sarao: el pesaje. A nadie se le escapa que suele ser uno de los soportes publicitarios de las veladas, un desafío y una amenaza permanente entre boxeadores que atrapa al público. El plan de Sergio García no va por ahí. No provocará a nadie. Cumplirá con los 69,85 kilos –este viernes apenas está a un kilo y medio de lograrlo– y dirá lo justo. Comenzará la recarga de energía hasta armarse en los 77 kilos –más o menos– e irá a por lo que ha ido: «Estoy contento de estar en una velada así. Voy a aprovechar mi oportunidad».
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