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Hay quien piensa que lo que ocurre en Cabezón de la Sal cada año desde hace ya cinco temporadas es un pequeño milagro, pero los que conocen bien al Textil Santanderina, el equipo de voleibol que dirige José Ignacio Marcos, saben que eso no es ... del todo cierto. Que detrás de su quinta temporada consecutiva en Superliga, la máxima categoría del voleibol nacional, lo que se esconde no es magia ni intervención divina, sino el trabajo continuado y mucho esfuerzo de un grupo de personas luchando desinteresadamente por un deporte que les apasiona. Y todo eso en un pequeño pueblo de tan sólo 8.000 habitantes.
Con un presupuesto de 150.000 euros, uno de los más modestos de la categoría, y una economía totalmente saneada, el Textil Santanderina se las ha arreglado para mantenerse en la Superliga y convertirse en uno de los conjuntos más respetados. Ningún equipo de la parte alta de la tabla saca a sus suplentes cuando juega ante el Textil. Y es que las mejores batallas se libran en terrenos pequeños. «Nos respetan mucho y les damos miedo. Eso te hace ver que te tienen en consideración», explica su entrenador, José Ignacio Marcos, que llegó al club hace ya nueve años y es uno de los artífices del éxito del equipo. Con él llegó también una nueva manera de hacer las cosas. «Trajo savia nueva, ideas, y mejoras. Siempre nos aconseja y además tiene mucha experiencia», ratifica Fernando Gutiérrez, uno de los directivos más antiguos del club, que ha visto cómo el Textil crecía hasta llegar a la élite del Voleibol. Su primer reto esta temporada lo afrontan mañana. Los cabezonenses se miden a las 18.00 horas al Manacor en el Matilde de la Torre. Un partido que «puede ser trampa», como explica su entrenador a pesar de que los isleños son debutantes en la categoría. «Tengo la impresión de que somos superiores, pero hay que demostrarlo en el campo».
José ignacio marcos | entrenador
El Textil ha conformado un buen bloque para esta temporada. Muchos de los jugadores ya han pasado en algún momento de sus carreras por el equipo. Marcos se encarga de los fichajes siguiendo la pauta económica que le marca la directiva. «Nunca hemos gastado más dinero del que teníamos, por eso se ha mantenido este club. Y este año hemos hecho un equipo más competitivo que el del curso pasado», señala Gutiérrez. Los nuevos fichajes son pocos. Eso sí, incorporaciones de nivel. Uno de ellos es Dani Ruiz, que viene de jugar competición europea con un equipo portugués, el Fonte Bastardo, y ha sido internacional con la selección española. Fran Calzón, el capitán, es uno de los más veteranos. Este andaluz con alma cántabra lleva ya siete temporadas en el club y compagina su dedicación al voley con su trabajo, como la mayoría de los jugadores del Textil. Es repartidor de productos lácteos. Se levanta a las seis de la mañana y después de terminar su jornada laboral, se va directo al entrenamiento a las 19.00 horas. Llega a su casa en torno a las 22.00 horas. «Imagínate mis días como son», dice entre risas con acento andaluz. Cansado, pero feliz por hacer lo que más le gusta. «Hay gente que lo hace por dinero y gente como yo que lo hace por pasión». Calzón entiende por qué muchos jugadores llegan a la Textil aún renunciando a sueldos mayores. «En muchos sitios te hacen promesas y luego se quedan en nada, aquí no».
Fran Calzón | Jugador
Una opinión que su entrenador comparte. «Aquí lo que les podemos dar es trabajo. Muchos valoran eso y recalan aquí con expectativas económicas más bajas. Vienen a aprender». A lo que Fran apostilla: «Y se cobra el día uno».
Fernando Gutiérrez | Directivo
El objetivo para esta temporada es la salvación, pero en el equipo no quieren renunciar a nada. «Nos marcamos la meta de estar entre los ocho primeros», explica Marcos, que siempre pide a sus jugadores que «asuman riesgos y que traten de hacer bien las cosas». Año tras año su número de seguidores y de abonados crece. Ahora cuentan con 900 socios. «El último partido de Liga del año pasado conseguimos el lleno absoluto, 1.075 plazas. Cada vez notamos más gente en el pabellón», asegura Gutiérrez, que añade con orgullo en la voz: «Nos gusta que sientan la emoción del voleibol».
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