![Los aficionados torrelaveguenses no dejaron de animar a Sergio García.](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202112/06/media/cortadas/boxeo-2-REMGoMAzrPfuzNAna0tCGSO-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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marco g. vidart
Torrelavega
Lunes, 6 de diciembre 2021, 07:39
«Hemos venido pronto, a coger sitio». José Enrique Gutiérrez y Alberto de los Ríos estaban pocos minutos después de las doce de la noche sentados delante de la pantalla gigante del pabellón multiusos de La Lechera. Ese que lleva el nombre de Sergio García. ... Los dos amigos, socios del Racing, ya habían tenido un disgusto soberbio en la mañana del domingo y habían quedado para ver si el deporte, en esas primeras horas del lunes, les daba una buena alegría.
A esas horas, no era más que una treintena de aficionados la que se acercaba al pabellón. José Enrique y Alberto, santanderino el uno y torrelaveguense el otro, estaban confiados sobre las posibilidades de Sergio. «Yo creo que sí», señalaba José Enrique. «Aunque el otro es muy alto». Alberto confiaba en la «correa» que tiene su paisano como valor seguro para aguantar hasta el final. Además, el torrelaveguense conoce a Sergio «desde pequeño. Es una persona espléndida. Muy tranquilo».
Eurosport, la cadena que retransmitía la velada, a esas horas ponía combates enlatados. Entre ellos, uno del propio Sergio ante Gregory Tremel. Muy poco a poco llegaban los aficionados al pabellón. Al empezar la retransmisión en directo desde el Staples Center, a las dos de la mañana, algo se animaba la cosa. Pero no fue hasta el fin de la primera pelea en Los Ángeles, a eso de las tres de la mañana, cuando la parte inferior del recinto, en el que se ubicaban unas sillas convenientemente separadas – ese virus que merece todos los sopapos del mundo se sigue fajando como el boxeador más peliagudo- amenazó con llenarse completamente. Casi todos, con algo del puesto que se instaló fuera del pabellón, y que dispensó una buena cantidad de cafés, cervezas y hasta unas cuantas raciones de churros.
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A la mitad de la segunda pelea, la que antecedía a la de El Niño y Fundora, ya había un gran ambiente en el Sergio García. Sobre las cuatro menos diez de la mañana, llegaba la hora. Y también el estruendo y el colorido. Dos bombos, banderas de Torrelavega... La zona de grada del pabellón era la más animosa. Cuando El Niño salió al ring y en Los Ángeles se vio la bandera de Torrelavega, llegó el delirio. Los ánimos querían cruzar un océano y todos los Estados Unidos para decirle a uno de los suyos que no estaba solo.
Y empezó la pelea. Con expresiones de susto contenido cuando era Fundora el que conectaba una buena mano y alegría desatada, aplausos y gritos cuando era el torrelaveguense el que arreaba un buen golpe. Así transcurrieron los asaltos hasta el último, en el que pareció que Sergio echaba el resto y metía alguna mano más al estadounidense. Cuando terminó el undécimo y último asalto, el pabellón Sergio García estalló de júbilo por la pelea de quien le da nombre. Entre murmullos, se esperaba la decisión de los jueces en un combate que había sido igualadísimo. Y ahí, llegó la decepción. Ganador a los puntos, Sebastian Fundora. «Seeeeergioooo, Seeeeeergioooo...». Los suyos, aún en esas, no dejaron de corear el nombre de El Niño. El público asumió demasiado deprisa que se jugaba con todo en contra e intuyó que los jueces habían sido bastante hogareños. En cinco minutos, en el pabellón ya no quedaba nadie y la pantalla, se apagó en espera de otra oportunidad de animar a un boxeador de Torrelavega con una afición que siempre responde.
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