Algo no funciona en la Fórmula 1 si el fin de semana en el que Max Verstappen se proclamó campeón del mundo por tercera vez la imagen era la de varios pilotos marchándose al centro médico o pidiendo auxilio a la ambulancia porque estaban físicamente ... exhaustos. Las altas temperaturas del circuito de Losail en Catar provocaron varios problemas a lo largo del fin de semana que se consumaron en un gran premio que no dejó buen sabor de boca a casi nadie.
Hay que empezar por lo más grave: la salud de los pilotos quedó en entredicho. Lance Stroll, compañero de Fernando Alonso, admitió que incluso llegó a perder el conocimiento con 'microdesmayos' en ciertas curvas de alta velocidad. No es que los pilotos actuales no estén acostumbrados a las fuerzas G, ya que hay otros trazados donde padecen más presión lateral, sino que no pensaban que lo iban a sufrir tanto en un circuito como el de Catar. Un trazado en el que, por cierto, nadie esperaba volver tras 2021, cuando ya se vio que el calor iba a ser un problema, pero que le concedieron una licencia a largo plazo porque debe ser que faltaban pruebas en Oriente Medio tras Arabia Saudí y Abu Dabi.
Ver a Logan Sargeant bajarse del coche a duras penas con ayuda de los mecánicos, al citado Stroll ir dando pasos dubitativos a pedir auxilio a una ambulancia, a Alex Albon echarse las manos a las rodillas exhausto, a Esteban Ocon vomitando del esfuerzo e incluso al propio Fernando Alonso con las manos empapadas en sudor y admitiendo públicamente que esa ha sido una de las carreras más duras físicamente de las que ha disputado en su vida (y hablamos de un piloto que ha corrido más carreras que nadie en F1, 373 y subiendo). demuestra que algo no va bien.
Hay quien tilda de pusilánimes a los pilotos actuales. Que les falta preparación, dicen. Muchos otros apuntan a que antaño sí que eran coches más duros, como si hubiera que recordar episodios como el nefasto GP de Dallas de 1984, cuando varios pilotos acabaron derrengados y la imagen de la carrera fue la de Nigel Mansell desmayándose mientras empujaba su Lotus. Alguno en tono jocoso le quitaba hierro, diciendo que les pasó como a esos invitados a una boda gallega que acaban empachados porque no están acostumbrados a banquetes tan opíparos. La realidad apunta a que, actualmente, los pilotos de Fórmula 1 son auténticos atletas de primerísimo nivel, con físicos que ya quisieran deportistas de otras disciplinas que, teóricamente, son más exigentes. Es de hecho este el gran problema: tienen que estar fuertes para aguantar, pero a la vez lo suficientemente finos como para no pasarse de los estrictos límites de peso máximo y mínimo de piloto y coche que exige el reglamento.
El 'cadáver' del armario
Al asunto de los neumáticos también hay que echarle de comer aparte. Pirelli, esa implacable juez que ha marcado el devenir de la Fórmula 1 desde que Michelin decidió apartarse junto a Bridgestone, volvió a dejar claro que hay quien les concede demasiadas facilidades para seguir en el campeonato. Que un suministrador modifique de manera tan flagrante el devenir normal de una carrera debería ser motivo suficiente como para que los italianos no volvieran a pisar un circuito de Fórmula 1, pero la FIA y la propia F1 deben tener miedo a quedarse sin ruedas.
No se explica salvo en el mundo de la conspiranoia (esa que dice que el ridículo de Sergio Pérez frente a Verstappen este año es porque el primero se ha sacrificado, cual héroe griego, para que el segundo gane su entorchado) que Pirelli siga manteniendo su contrato. Alguna carta en la manga se guarda, con algo tienen que estar chantajeando a la competición automovilística por antonomasia, opinan muchos aficionados, como para que Pirelli obligue a los equipos a no usar sus ruedas durante más de 18 vueltas bajo peligro de pinchazos. Ni ellos, que supuestamente son ingenieros de primerísimo nivel en este aspecto, supieron prever que la degradación iba a ser tan alta. El ridículo 'pirelliano', eso sí, permitió un nuevo récord de paradas en boxes: el cambio de neumáticos más rápido de la historia, obra de McLaren, en solo 1,8 segundos.
Tras este extraño fin de semana, cabe preguntarse para qué ha valido ir a Catar. Verstappen hubiera sido campeón igual con total probabilidad en el siguiente circuito, Austin, donde la FIA y la F1 han prometido soluciones a estos problemas. Pero obras son amores y no buenas razones, por lo que los pilotos, de momento, se fían lo justo. Por su bien, les conviene apretar en el gimnasio el próximo fin de semana.
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