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Sergio Herrero
Domingo, 3 de abril 2016, 16:30
Luis pasó la tarde-noche del sábado en su casa de Muriedas. Enclaustrado. Hastiado por el exceso de información a lo largo de toda la semana, se negó a ver el clásico. «El partido que me importa es el del domingo», le dijo el viernes ... a sus compañeros de trabajo. Tal fue su negativa que, incluso, silenció el grupo de Whatsapp que tiene con sus colegas del curro. No quería saber nada. «Ya vendrán a ver al Madrid y al Barça a El Sardinero cuando el Racing vuelva a Primera División», le espetó a su mujer, quien intentaba convencerle para que fuese al bar con sus amigos. No hubo manera. Ayer amaneció un día distinto. El ritual de siempre. La camiseta y la bufanda dobladas sobre la cómoda de la habitación y el bocadillo envuelto en papel de aluminio. Los blancos de rigor, unas rabucas y camino a los Campos de Sport de la mano de su hijo. El Racing ayer ganó. Bien. Pero la imagen del equipo, del buen inicio, fue decayendo ostensiblemente hasta el pitido final del colegiado. No convenció el conjunto cántabro, que pasó muchos más apuros de la cuenta. «Ganar es lo que cuenta», aseguró Luis después de ver el quinto triunfo consecutivo del Racing. De su Racing.
Pedro Munitis introdujo una novedad relativamente sorprendente en el once, dando la titularidad a Artiles en la banda izquierda en lugar de Dani Rodríguez. Quizá pensando en el tramo final de la temporada. Para dar confianza y recuperar al canario y dosificar al gallego. Cualquiera de los dos podía aportar en el juego interior racinguista y dejar el carril libre para las subidas de Migue García.
Luis este domingo iba con los de blanco... y verde. Y sabía que este era un partido propicio para su equipo. Porque el Guijuelo intenta jugar como el Barcelona. Pero sin Messi, Iniesta y Busquets es prácticamente imposible. Esto es Segunda B. Uno de esos rivales que tanto le gusta al Racing, para adelantar la presión, robar cerca del área y percutir. Así, en el minuto 6 los cántabros ya se pusieron por delante en el marcador. El conjunto de Rubén de la Barrera lleva el fútbol de toque hasta las últimas consecuencias. Si el enemigo lo entiende bien, esas consecuencias llevan al suicidio. Borja Granero realizó una pared en la frontal del área con Artiles y el remate cruzado del valenciano se coló por el segundo palo. Por unos momentos, en El Sardinero planeó la esperanza de una goleada. De darle un buen mordisco al jamón.
Al Guijuelo pareció importarle más bien poco lo sucedido, porque siguió a lo suyo. Por esa osadía, el Racing pudo matar el partido en una acción en la que Pumpido presionó al lateral zurdo. Éste intentó retrasar a su portero, pero el pase resultó defectuoso y la pelota le cayó a Dioni. El malagueño se resbaló en el momento de encarar al guardameta y desperdició la ocasión.
El arquero, Kike Royo, tocó más balones a lo largo del partido que muchos de los futbolistas de campo. Y no porque el Racing le hiciese trabajar demasiado, si no porque sus compañeros le buscaron una y otra vez. Tiros en el pie. En el enésimo balón cedido al portero, éste falló en el despeje, que se encontró con la cabeza de Pumpido. Sin embargo, el argentino no acertó a dirigir el balón hacia las mallas.
A partir de ahí, el Racing dio un paso atrás. Redujo su presión, pero estuvo cómodo sobre el césped ante un rival muy blando que solo inquietó a Óscar Santiago en un disparo de falta directa de Aitor Aspas que el meta cántabro despejó de puños. Mientras tanto, los locales se dedicaron a eso que tanto le gusta a su entrenador de madurar los encuentros. Aunque no es lo mismo hacerlo con empate a cero que por delante en el marcador. Y, con el paso de los minutos, Migue García encontró la opción para haber sentenciado. Un centro del jiennense golpeó en la pierna de un defensa y la pelota, que se colaba junto a la cepa del poste, la sacó con una oportuna intervención Kike Royo. Al descanso, Luis, contento, miraba en el móvil cómo iban los marcadores en Logroño y Ferrol. «La cosa va bien», comentó a su compañero de grada.
Temores
El Racing jugó la segunda mitad con la tranquilidad que otorga la falta de mordiente en el rival y con el temor de una distancia corta en la que un simple detalle podría dar al traste con todo el trabajo anterior. Con el paso de los minutos, el segundo fue engullendo a la primera y el público, en vista de los innecesarios apuros que estaba pasando su equipo, empezó a ponerse nerviosa. Un tembleque que se vio, por ejemplo, en el cambio de Francis por Artiles. Munitis colocó al gaditano en el lateral derecho y adelantó la posición de Fede San Emeterio para reforzar el centro del campo. Desde la grada se valoró como una modificación muy conservadora y la decisión fue silbada. Ese mismo cambio, en Astorga, costó dos puntos.
No sirvió de nada, porque el equipo hacía tiempo que se había venido abajo. Un duro disparo desde unos 35 metros del central Jonathan que se marchó cerca de la escuadra terminó de colmar la paciencia. Aunque después de los pitos, en vista del bache moral del equipo, la grada intentó levantar el ánimo de sus jugadores para no perder la renta. Una cosa es saber sufrir, como en Burgos. Una lección importante. Y otra, sufrir más de lo necesario, que es lo que hizo el Racing ayer.
1. Buen inicio
. La presión inicial sobre el rival surtió efecto y el Racing sacó renta de ello. Al final, el tanto de Borja Granero sería decisivo y dejaría los tres puntos en El Sardinero.
2. Paso atrás.
Después de ese buen comienzo, el equipo se fue echando atrás y acabó dando una pobre imagen. Solo le salvó el escaso rendimiento del Guijuelo.
3. Solidez defensiva.
Por sacar una visión positiva más allá de la victoria, el Racing sumó un nuevo encuentro dejando su portería a cero. Un buen síntoma a pesar de las dudas en el juego.
La entrada de Coulibaly en lugar de Pumpido permitió avanzar en la presión en los últimos minutos, pero los cántabros gastaron sus últimas balas entre imprecisiones y más imprecisiones. Y esa dubitativa imagen dejó sensaciones agridulces en el aficionado. Por eso lo mejor fue el resultado y las consecuencias de éste. El Racing da un paso más en la clasificación y se coloca a cuatro puntos del líder a falta de seis jornadas para el final de la Liga regular. Y, además, al ser el único de los cuatro primeros que sumó los tres puntos, deja al Tudelano a otros tres puntos y a la Unión Deportiva Logroñés a cuatro. Más emoción de aquí a mediados de mayo.
A la salida de los Campos de Sport, Luis sacó pecho. Volvió a abrir el grupo de Whatsapp que comparte con sus compañeros de trabajo y se encontró con 254 mensajes. Merengues y culés. «Nosotros hemos ganado», escribió. Este lunes nadie podrá decirle nada en su empresa. Su clásico todavía está por llegar.
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