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Marcos Menocal
Lunes, 30 de enero 2017, 07:18
Los domingos son sagrados. Por muchos motivos, como puede resultar obvio. El Sardinero es un ejemplo. Hasta el frío que durante la semana azotó con virulencia Cantabria y lo que no es Cantabria se fue a descansar ayer. Y es que lo de los domingos ... tiene algo de especial. Y si no, que se lo pregunten al racinguismo que cuando llega el cierre de la semana se pone su bufanda como si de un ritual se tratara. Ayer hacía hasta bueno en El Sardinero, como si el estadio estuviese dotado de un microclima. Sobraban las chaquetas;tanto que a Pablo Rey, uno de los buenos del Racing de Ferrol, le miraban raro desde la grada porque era el único futbolista con manga larga. Desentonaba en el césped del campo.
"¿Jugará éste?", se preguntaban los unos a los otros. Las escaleras que llevan a las gradas del estadio eran un foro de preguntas. Después de una semana en la que solo se ha hablado del frío y de Abdón Prats, ayer, que el primero se había ido dicen algunos que para no volver las conversaciones giraban en torno al delantero balear. "Imagino que sí. Solo faltaba", contestaban los atrevidos. Razón llevaban. El serial en que se convirtió el fichaje del futbolista, como no podía ser de otra manera, fue el hilo musical de la tarde del domingo.
El otro tema fue Laro y su regreso a Santander. El hijo de Quique Setién saltó al campo vestido de negro, con su nuevo equipo, el Racing de Ferrol, y siempre que suena el apellido Setién por aquellos lares se le eriza el pelo al personal. Como no podía ser de otra manera. No estaba su padre en la grada, como el día que debutó con el primer equipo verdiblanco, y el de ayer no tenía aspecto de debut. Más bien todo lo contrario.
La tarde se desarrolló como es costumbre;con prisas en los últimos minutos por llegar y con los corrillos en los aledaños de los que madrugan para llegar al campo. La tradición es algo sagrado. Los domingos casi todo se parece a esa especie de ritual autómata que se cumple casi sin darse cuenta. Los más viejos del lugar no perdonan su café de puchero en los vomitorios del estadio;los jóvenes, sus bolsas de chuches, que compran a la carrera a los vendedores ambulantes. Lo que se cuenta y se dice en un campo de fútbol antes, durante y después de los partidos suele ser el informe más detallado sobre la radiografía de una sociedad. Un altavoz con el volumen alto que repasa lo que duele o afecta a los demás. Y ayer no podía ser distinto.
Setién y su hijo, Abdón Prats, el frío y tantas cosas... pero de lo que realmente se habló ayer fue de lo que llega al alma. Minuto 13. Los miembros de la Gradona de los Malditos despliegan una pancarta que abarca casi todo el frontal. En ella se puede leer con letra de imprenta. «Iván Gutiérrez, uno de los nuestros». En ese momento, los aplausos comenzaron a escucharse con bastante intensidad. Hubo gente que se puso en pie. La semana había sido dura para muchos porque salir de casa y tener que quitar con una pala la nieve es siempre un incordio;o ir encogido por la calle, porque a cero grados a uno le molesta todo, siempre es engorroso, pero no hay nada como escuchar a alguien a quien se quiere que lo ha pasado mal. Iván, el ciclista, como le conocen algunos, es esa especie de gurú psicológico que ayuda a quien lo necesita. Para muchos racinguistas y otros tantos no seguidores del equipo verdiblanco, Iván es ese campeón de ciclismo que una vez retirado, no se sabe por qué, pertenece al cuerpo técnico del equipo. Desde esta semana, además, es un amigo.
Las declaraciones más que sinceras sobre la depresión galopante que después de dejar la bicicleta le dio fuerte y flojo escocieron el corazón de quien las escuchó. Por eso, ahora es más amigo que nunca. Por eso, la afición del Racing le mandó un guiño con esa pancarta que, quien le conoce, sabe que le llegó dentro. No le gusta ser protagonista, pese a que durante muchos años lo fue por obligación, ya que le tocó subir al podio muchas veces. Ayer debió ver esa pancarta desde un lugar discreto del estadio;acompañado por amigos, por muchos amigos. Seguramente desde entonces es un poco más feliz. Ven, esos gestos también son sagrados. Todo es sagrado en los domingos. Debería haber más domingos en la semana.
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