El síndrome de Reus
El equipo sale animado, poco a poco va perdiendo fuerza y acaba encajando algún gol tonto que pone de los nervios a la grada o estando a merced del rival
Gerardo Sisniega
Miércoles, 8 de marzo 2017, 07:10
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Gerardo Sisniega
Miércoles, 8 de marzo 2017, 07:10
Los aficionados del Racing no viven para sustos. No hay un solo domingo en el que uno no esté a punto de darle un infarto en su localidad o escuchando la radio. Y este fin de semana no fue una excepción. El guión empieza a repetirse con demasiada asiduidad tanto en el Sardinero como lejos de casa. El equipo sale animado, poco a poco va perdiendo fuerza y acaba encajando algún gol tonto que pone de los nervios a la grada o estando a merced del rival. Luego, en la segunda parte, toca tirar de heroica y el partido se convierte en una moneda al aire. Si hay acierto como ante Osasuna o el Tudelano todos contentos. Si no, el cabreo es colectivo.
Últimamente, además, no hay término medio y no somos capaces de soltar un partido redondo. Ante los navarros el equipo perpetró una primera parte lamentable y en Tudela sólo un milagro en forma de paradas imposibles de Iván Crespo evitó el descalabro total. Llevamos ya muchos partidos en los que el centro del campo naufraga, la defensa es un coladero y solo la calidad de los delanteros está ayudando a sumar los puntos. Pero más por acierto que por fútbol. Abdón Prats ya ha demostrado que su fichaje es la mejor noticia de los últimos tiempos y esta vez Carlos Álvarez también quiso sumarse a la causa. Ambos convirtieron en gol dos balones intrascendentes de sus compañeros y ahí se terminó el partido y la resistencia del rival que nos había dado un meneo de consideración hasta el momento.
Las matemáticas son tozudas y la clasificación deja claro que el Racing es uno de los mejores conjuntos de la categoría. Sin embargo no nos podemos engañar y este equipo sigue teniendo muchos más puntos que fútbol y no termina de dar un verdadero golpe de autoridad. Al margen del portero, y de algún compañero aislado, el resto está bastante lejos de su mejor nivel. A los centrales les van a dar un premio el día que le envíen el balón a un compañero y en la sala de maquinas a Álvaro Peña se le paró el motor hace tiempo. Está claro que todavía nos queda un largo camino para ser un gran equipo y para quitarnos de encima el miedo a la fase de ascenso. Nadie aspira a la perfección, pero sí a no llevarnos un mazazo como el del año pasado cuando llegó la hora de la verdad. Y por ahora este equipo no me dice mucho más de lo que me decía el de Munitis hace un año. Ser buenos nos permite estar toda la temporada entre los mejores de este grupo, pero para pelear por el ascenso necesitamos ser excelentes y ahora no lo somos. El síndrome de Reus todavía está en la cabeza de muchos aficionados y debe de ser una referencia imprescindible para saber dónde estamos y dónde tenemos que llegar. Ganar a Osasuna o al Tudelano a trompicones está bien y ayuda. Pero el nivel tiene que empezar a ser otro si no queremos llevarnos un buen susto de nuevo.
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