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Justo Pérez Mansilla suma con el de este domingo «no sé cuantos partidos del Racing». Va envuelto en una bandera con el lábaro y en la cabeza, un gorro verde. Sólo verde. «Es del Racing», se apresura a recordar a los que le rodean. Tiene ... 73 años y la ilusión de «que gane el equipo». Hace dos grados de temperatura, pero no tiene frío. O eso parece cuando se aproxima al Reino de León encabezando un grupo de unos veinte racinguistas. Se arremolinan en los aledaños del estadio.Casi todos tienen entrada, muchos de ellos desde el pasado martes cuando se agotó el primer lote que mandó la Cultural Leonesa a los Campos de Sport. De fondo suena una canción de los Hombres G: 'Voy a pasármelo bien'. A veces el destino es caprichoso y burlón y quién les iba a decir a los cerca de 1.500 racinguistas que pintaban de verde y blanco los bajos del estadio a las 11.00 horas que se lo iban a pasar regular tirando a muy mal. La gran mayoría de ellos llegaron a León con tiempo. «Hemos venido el sábado. La mitad, la otra mitad llega hoy en autobús. Había un buen ambiente en el Barrio Húmedo», recordaba Pedro Arenal, vecino de El Astillero y simpatizante de la Peña San José.
El colectivo racinguista, de los que nunca faltan en los desplazamientos, se dividió en dos; la noche del sábado viajó en coches la primera remesa y el domingo, a las 7.00 horas, el resto fletó un autobús rumbo a la ciudad de la catedral de las famosas vidrieras, que, pese a los dos grados de temperatura dejaba entrar el sol por sus millones de cristales.
El otro autobús lo llenó la Peña Zalo, otra que no se pierde uno. Pionera y acompañante fiel de su equipo. Los más de cincuenta aficionados aparcaron en el estadio a las 10.30 horas. «Vamos al rastro a dar una vuelta antes», les sugirió el más atrevido al resto. No había mucho tiempo, pero el justo para dar una vuelta antes del partido.
En León se notaba que «los de Santander» habían venido, como explicaba Ángela, una de las camareras del Restaurante Valkiria. Cerca de la catedral:«Hay mucha gente.Se agradece, le da ambiente a la ciudad y eso es bueno. ¿De qué equipo son?». En fin, el fútbol no le gusta a todo el mundo, pero lo que le rodea... Sí. «Sí, sí. Si viene mucha gente da igual que sea por el fútbol o por lo que sea». Correcto.
Lo cierto, es que 1.200 seguidores foráneos «es el mayor número de aficionados desde hace años», recordaba Enrique Pasaron, socio de la Cultural Leonesa y que con la bufanda roja y blanca al cuello contempla la llegada de racinguistas al Reino de León. Afortunadamente el sol le ha ganado la partida al frío que las previsiones amenazaban y los hay que incluso se quitan la cazadora. A lo lejos se intuye a un grupo más de cántabros entre la niebla que planea por encima del río Bernesga. Vienen cantando. Son miembros de las Juventudes Verdiblancas y también se suman a la fiesta. No había llegado el mediodía y las sonrisas y los saludos eran todos de buen rollo. «Ya he estado aquí varias veces. No me acuerdo cuántas», señala Pepe Barros, socio número 5 del Racing, que como Justo Pérez –el protagonista del inicio de estas líneas– es de los de siempre y de los de antes. Y de los ahora.
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La afición racinguista se esparció por León. No quedó a ninguna hora en un lugar concreto, ni organizó una llegada conjunta al estadio como en otras ocasiones. Es probable que lo pensasen, pero prefirieron dejarle a la espontaneidad que hiciera su trabajo. Y entonces fue cuando cayeron en la trampa. La derrota truncó buena parte de lo que se esperaba. Antes de todo eso, la ilusión ganaba por goleada. Como también ganaron en la grada los verdiblancos a los de casa. «Es precioso estar aquí. Vamos a ganar», presumía Sonia Bastante, socia número 6.331 del conjunto santanderino, y que una vez dentro del Reino de León se erigió como la portavoz de los más de mil compañeros de grada con los que compartía calor. El sol les daba de cara a todos. Quién hubiera jurado que eran los mismos en el minuto noventa.
Una esquina y parte de la mitad de la grada de detrás de una portería se llenó con los aficionados cántabros. Entraron antes que nadie. Tenían ganas de vivir la emoción desde dentro del campo. El Reino de León tiene capacidad para 12.000 y la entrada de superó los 5.000 raspados. Más del doble de lo habitual en los partidos en los que la Cultu no se enfrenta al Racing. Es de agradecer dirían las arcas leonesas. Sus cánticos se escuchaban mientras calentaba el Racing. «Vamos Pablo. Aúpa Pablo», se escuchaba. Los grandes éxitos de Hombres G dejaron paso a la banda sonora de Los Piratas del Caribe, que le daban un toque de épica a la mañana.
«Ha sido una pena por los 1.500 racinguistas que se han acercado a León. Deportivamente ha cortado una racha positiva que llevaba el equipo. Realmente es un campo que se nos atraganta. Agradecemos el esfuerzo que han hecho los aficionados para desplazarse desde varios puntos de España, porque no solo se ha visto gente de Cantabria, también había racinguistas de Valladolid y de cerca de León. Este era un viaje señalado por la afición y ha sido una pena que haya acabado en derrota».
Y entonces surgió de la bocana de vestuarios el once inicial del Racing y de la grada un grito guerrero:«¡Voy a la Fuente de Cacho, a beber un vaso de agua...!». No había un alma sin su bufanda verdiblanca alzada al cielo de León. La estampa era tan digna que los aficionados de enfrente no dejaban de grabar con sus teléfonos móviles. «Da gusto, la verdad», reconocía Francisco Lorenzo, que se puso de pie en su localidad de Tribuna Central para inmortalizar el momento. Pancartas, banderas de Cantabria... Los nombres de las peñas cuelgan de las vallas de la zona acotada para 'los de Santander'. A lo lejos se intuía el resonar de un tambor. Magnun, envuelto en una bandera de la Cultural y una boina más grande que él, trata de animar a los socios de Tribuna, más reposados y tranquilos que los racinguistas. Y al otro lado del campo, el Orgullo Cazurro y el León Rampante, los más animosos de la hinchada leonesa, rivalizaban en decibelios e ilusión con los de verde y blanco. Las gradas parecían un guerra de reinos por la supremacía cantoral.
Y así, con ilusión, buenas sensaciones y disfrute arrancó el partido. Y esa rivalidad duró hasta el minuto 45, cuando algunos ya le quitaban el papel al bocadillo y entonces llegó el gol. «Ha sido determinante. Ha hecho daño y luego el Racing no ha sido capaz de hacer nada.Hemos perdido por méritos», admitía resignado Fede Lirón, otro hincha de tantos que salieron arrastrando los pies. A partir de ahí, la afición bajó sin darse cuenta la intensidad. El silencio fue adueñándose de la zona que más atención había congregado al iniciarse el partido. Fue irremediable. Por vergüenza torera, los chavales insistieron en ayudar a su equipo que para entonces ya había entregado la cuchara. Su entrenador comenzó a hacer cambios pensando en el próximo partido tratando de minimizar los daños y la derrota produjo el cortocircuito final.
Caras largas, Seriedad y algún reproche por las escaleras. El Barrio Húmedo se secó y lo que podía haber sido un espectáculo se convirtió en un reino de taifas rumiando la derrota. Unos en un bar, otros en otro. Cinco por aquí, cuatro por allá... Y la gran mayoría a casa directo. El 3 a 0 del marcador trastocó los planes, tanto que nadie hubiera imaginado que horas antes León hablaba con acento cántabro.
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