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MARCO G. VIDART y Aser Falagán
Santander
Miércoles, 12 de mayo 2021, 15:02
Aritz Solabarrieta, José María Amorrortu y Pedro Menéndez ya son presente histórico del Racing. Un proyecto que nació casi muerto por la confusión de funciones y el extraño enroque del vizcaíno en verano, con el rocambolesco fichaje de Rozada, que trató de echar abajo ... cuando estaba ya cerrado tuvo ayer su mármol y su día. El día en que el Racing anunció que su todavía entrenador, su aún secretario técnico y su, ya por poco tiempo, estratega deportivo, que es el nombre que se puso a un cargo hecho a medida de Amorrortu y que nadie o casi nadie ha conseguido comprender en qué consistía o, por acotar más, sus atribuciones, no seguirán la próxima temporada.
El precipitado final del segundo proyecto del Grupo Pitma, que ha durado apenas diez meses, supone el segundo rotundo fracaso tras la bofetada de realidad que supuso la última etapa de Chuti Molina en Santander. Del chutismo, todos sus males y las hipotecas que dejó se pasó a un nuevo proyecto colegiado y de cantera. De pronto haberse formado en La Albericia no significaba un veto, sino una ventaja. Buenos principios, como esos de los qué está lleno el infierno, pero mala elección de tareas y perfiles que llevó a recorrer uno a uno todos sus anillos. De verano a primavera, las estaciones del Racing de Amorrortu han sido las de un vía crucis, como lo está siendo para Pitma y sus dos propietarios, Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, gestionar este Racing que no encuentra al Dante que le guíe. Probó con Molina, a quien le dio hasta la llave del cuarto de la limpieza, y el manchego hizo y deshizo a su antojo para ascender sin brillantez y con gran presupuesto el primer año y descender después dejando una paupérrima imagen y dinamitando de paso el racinguismo. Y es que abrió una brecha que aún no se ha cerrado.
Pérez y Ortiz aprendieron en el sentido de buscar personas de mejor talante y que actuaran de modo más colegiado, pero erraron en los perfiles, las formas y la asignación de responsabilidades. Y claro, si en medio de su peor crisis histórica desde la Guerra Civil al Racing le sale todo mal incluso cuando hace las cosas bien, cuando esta temporada empezó de un modo tan desquiciado todo invitaba al fracaso que se ha producido.
Se mantiene, o al menos eso se ha dejado ver y así parece imprescindible, eso sí, la política de cantera, que de paso contribuye a aliviar la carga económica de unos patrones obligados a inyectar capital por la vía del aval crediticio ante la imposibilidad de ascender a la sociedad a una categoría en la que sea rentable. Se mantendrá porque se cree la adecuada, y aquí hay consenso con buena parte del entorno y la masa social y porque es, además, más barata. Pero eso no oculta el nuevo fiasco de la directiva y de unos profesionales cuyos resultados dictan una clara sentencia: lo han hecho mal.
En realidad Aritz Solabarrieta había dejado de ser entrenador del Racing hacía mucho tiempo. Al principio solo lo sospechaba; después lo supo y este miércoles se hizo oficial, pero era un hecho y un secreto a voces, como lo era que el club estaba buscándole sustituto, como ya adelantó El Diario Montañés. De hecho, la evidencia y lo complicado de la situación es lo que ha llevado a anunciar la marcha de los tres técnicos antes de terminar la temporada. Terminarán su contrato, que concluye el 30 ce junio, pero ya son interinos y se evita esa incómoda sensación de estar muerto y no saberlo o, como mucho, sospecharlo, que es lo que le ocurría a un Menéndez que era el que más posibilidades tenía de seguir, pero que tampoco.
También Amorrortu y Menéndez habían dejado el Racing. Todavía cobraban a fin de mes, como lo harán en hasta la nómina de junio, tomaban el café en el Remigio, iban a La Albericia y veían los partidos en los Campos de Sport y los de fuera. Pero ya no contaban, no hasta dos ni hasta diez. No se contaba con ellos. Menéndez sabía que Solabarrieta no podía seguir, aunque no tenía tan claro si lo había decidido él, y sospechaba que Amorrortu y él mismo correrían la misma suerte cuando el club se quedó sin opciones de jugar la fase de ascenso.
La sospecha se transformó en certeza cuando leyó en la prensa que el Racing había contactado con varios entrenadores para sustituir a Solabarrieta. Él había mirado por su cuenta y tenía una lista hecha, como se supone es el deber del secretario técnico, pero ni le preguntaron. Tampoco a Amorrortu, dada la mala experiencia anterior. La sospecha tornó entonces en evidencia. Y en cierto malestar, incluso, de modo que al recibir la noticia fue la crónica de una muerte anunciada, como esta.
En el caso de Amorrortu, la suerte de su padawan ha sido la suya. Se empeñó en contratar a Aritz Solabarrieta, aunque el de Ondárroa no tuviera una gran currículum. Se saltó un paso y tal vez en su afán por ayudarle haya hecho todo lo contrario. Amorrortu se marchará con sensaciones contradictorias; las mismas que deja. Los entrenadores del fútbol base están contentos con él y su metodología. Salvo aquel al que echaron, claro. Pero su empeño (o el verse obligado, que nunca se ha aclarado) en intervenir en el primer equipo le ha lastrado. Las tres derrotas consecutivas finiquitaron a Solabarrieta prácticamente según llegó. Y la suerte del padawan fue la del sensei. El empeño de Amorrortu en mantenerle asoció los destinos del protector y del protegido.
El segundo proyecto muerto en tres año obliga ahora al Grupo Pitma a replantearse de nuevo el proyecto, a ver si al fin consigue consolidar uno a largo plazo. Uno que funcione. En el segundo apostó por algo mas cercano a lo que siempre fue el Racing. Y a lo económicamente sostenible. Pero para llevarlo a la práctica se dejaron llevar por el consejo del Paulo Coelho de turno, como si fuera una solución universal. Y ficharon a un 'estratega deportivo' ya –literalmente– jubilado, al presidente del Lealtad y a un entrenador recomendado por una agencia, o por un ejecutivo de una agencia. Un entrenador al que además humillaron y al que no dejaron ni tener segundo. Y tras echarle con una derrota en siete partidos, a un sustituto que ya llegó con el sambenito de ser el protegido de Amorrortu. Y que se vio superado. Y acorralado tras las tres derrotas consecutivas que fueron su debut. El Racing estaba clasificatoriamente en caída libre y con él, el segundo proyecto Pitma, que había errado en nepotismo.
Pero todas las decisiones erróneas fueron o bien tomadas o bien consentidas por los dueños, que son los jefes; los patrones. Cuando Alfredo Pérez se hizo cargo del Racing en 2018 anunció que en tres o cuatro temporadas el club estaría en Primera. En unos meses, tres años después, estará en Primera, pero en Primera RFEF. El calendario ya no se puede cumplir, pero a tiempo está de enmendarlo para llegar a la terminal elegida, aunque sea con algo de retraso. Tendrá que elegir bien proyecto y protagonistas. Y no mezclar funciones ni papeles. Los errores también se achacan a la directiva, que se deja plumas y euros, muchos euros, en cada error. Los suyos o los que prestan al Racing.
De momento el Racing de Pitma deja un balance evidente. Como sus antecesores, los patrones tienen un gran mérito en su haber: evitar año tras año que la economía de guerra que vive el club no le lleve a la quiebra y la desaparición. Pero en lo deportivo, abrazados al gurú de turno, siguen sin encontrar la fórmula adecuada. Sus proyectos mueren antes de tiempo y la certificación de la evidencia llega meses después. Ocurrió con Molina y ahora con Amorrortu.
Mientras, Víctor Alonso gestiona la cotidianidad y se ha convertido en el encargado de negociar la construcción del nuevo Racing. Una reinvención, un cambio del cambio, que necesitará el tiempo que nunca se tiene en el fugaz mundo del fútbol. El tiempo que tuvo Chuti y no ha tenido un Amorrortu condenado por sus propias obsesiones. El tiempo que le quitaron los resultados, el entorno, la masa social y unos jefes que antes le consintieron todo. Incluso contratar a su entrenador de cabecera pese a que todo invitaba a no hacerlo. Cuando Pérez y Ortiz, que fue el primero en querer destituir a Rozada, lo consintieron, hicieron suya la decisión, como antes con Chuti. Ahí el Racing debe reconstruirse; mantener el proyecto de cantera y buscar otra estructura, mientras el infalible mañana le vigila.
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Marcos Menocal
En los diez últimos meses se han hecho cosas mal que han sido maquilladas por otras y algunas lejos de mejorarse aumentaron. Que Jordi Figueras no estaba en su mejor momento de forma, que en el primer tramo de Liga no se acercó a su mejor versión fue un hecho, pero que se le despidiera sin margen de tiempo para buscarse un nuevo acomodo fue un error. Que el catalán tuviera una nómina alta no era culpa de la nueva dirección deportiva ni, lógicamente, del propio futbolista. Probablemente la culpa habrá que buscarla en Albacete, pero no fue un acierto despedirle, dejar al equipo sin el único central que en realidad aportaba manejo y salida de balón, costear su despido y contratar en su lugar a Lars Gerson. El catalán se acordó de los responsables deportivos del Racing este miércoles en su cuenta de Twitter con un mensaje muy significativo junto al comunicado del Racing de no contar con Amorrortu, Menéndez y Solabarrieta para la temporada que viene: «Cierren la puerta al salir. Gracias». Figueras en su marcha se quejó de las formas con las que fue tratado y con el mensaje de ayer hacia justicia a su manera.
CIERREN LA PUERTA AL SALIR 🚪 GRACIAS!! 👋🏼
jfigueras21 (@jfigueras21) May 12, 2021
La salida de Figueras rompió esa 'piñuca', una especie de buen rollo que se había conseguido la temporada del ascenso con futbolistas como Álvaro Cejudo, Jon Ander, Iván Crespo... El defensa también se acordó de ello en su despedida.
Cuando Figueras pasó a ser historia, al Racing llegó un defensa central internacional con Luxemburgo y con experiencia en la Primera División sueca. Sus credenciales mejoraban –al menos eso era lo que se esperaba– la aportación de Figueras. Todo salió mal. Gerson se lesionó, tardó en debutar y cuando lo hizo dio la nota. Su rendimiento estuvo muy lejos de lo que se confiaba podía dar hasta el punto de que el propio jugador pidió salir hace unos días después de anunciar en Suecia que no había podido adaptarse al Racing. Obviamente se le liquidó hasta el último día de trabajo. Un desastre su paso por Santander.
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