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Gente en los pasillos. Gente en las escaleras. Gente en los vomitorios. Gente que se sienta directamente sobre el hormigón del muro, como los antiguos 'culers' de Les Corts. Gente que se intenta agenciar sitios que cree vacíos, o que directamente se los inventa, sin ... preocuparse de si deja a no deja ver a otros.
Cualquier día, habrá espectadores sobre las marquesinas, a horcajadas sobre los marcadores o colgados del palo de la bandera. Pero es que tampoco caben los periodistas; a alguna emisora local le tocó mudarse a la pajarera de la esquina, y ver el partido de perfil. Y hasta Juan Bandera tiene dificultades para correr la banda con la enseña al viento, sin tropezar con los espectadores de la primera fila.
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Sergio Herrero
Está claro que los Campos de Sport se están quedando pequeños. No cabe un alfiler. Y cada partido que gana el equipo, se suman nuevos aficionados. Es tal la fiebre que desata este Racing del rock & roll que se hace urgente ampliar el nuevo estadio. Sobre todo, porque de seguir así, a medida que se acerque el final de la temporada, va a ser más difícil conseguir un asiento en El Sardinero que encontrar aparcamiento en Cañadío la noche del sábado. Sobre todo, si ha vuelto a ganar el Racing.
Así que, como se cumplan las buenas expectativas y se ascienda, el año que viene habrá lista de espera para conseguir un carnet. Y sería una auténtica lástima que cinco o diez mil racinguistas no pudieran abonarse, simplemente porque no caben. Las olas buenas hay que aprovecharlas, que las malas ya te arrastran aunque no quieras.
Ya podría estirarse el Ayuntamiento y, en lugar de parchear los agujeros, renovar las tribunas y regalar a la ciudad un estadio del siglo XXI. O, si no, negociar con el club la recompra de un estadio que nunca debió dejar de pertenecer al Racing. Fórmulas legales para evitar la especulación seguro que hay, y al final todo tiene un precio. Y si vuelven las vacas gordas, ¿por qué no aprovechar? El Ayuntamiento se quitaría un muerto de encima –ni quiere el campo, ni puede hacer ningún uso de él, así que solo supone gastos y disgustos–, y el club podría sacar partido a un solar y un equipamiento claramente infraexplotado.
La ventaja de un estadio masificado es que todo ayuda para que siga la buena racha. Sobre todo, cuando las cosas pueden pintar mal y hay que redoblar esfuerzos. «Es mejor que te metan el 2-1 que dejar a tu equipo con uno menos durante cincuenta minutos», se lamentaba por 'guasap' el cirujano José Carlos Fernández, sufringuista en la distancia. Y es que no hay partido que no se complique. Pero la hinchada se lo tomó de la mejor manera, y Manu Hernando, aunque del cabreo se fuera al vestuario como Camarón –esto es, rompiéndose la camisa, se despidió con una ovación.
Lo curioso es que durante muchos minutos la inferioridad numérica no anuló al Racing. Los verdiblancos incluso tuvieron alguna oportunidad para ampliar el marcador. Y es que la maquinaria creativa del equipo es de otra categoría.
Pero claro, con uno más el rival, un Burgos que había pasado prácticamente desapercibido en la primera mitad, se vino arriba por pura inercia. Cierto que Jokin Ezkieta estuvo soberbio, poniendo el candado a la portería sur, pero cuando el ataque comenzó a ser un bombardeo, José Alberto se dejó de florituras y cambió el duende por el músculo. La cara B de un equipo que, con viento a favor o en contra, cada vez demuestra más lo merecido del liderato.
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