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MARCOS MENOCAL
Domingo, 27 de octubre 2019, 07:49
Aplausos. Sólo aplausos. Ni un silbido al empezar. Ni al equipo ni al entrenador. Mensaje recibido. Antes del partido no era momento para restar. ... Las voces críticas con el juego y los resultados se apagaron en los prolegómenos. ¡Sólo faltaba! Iván Ania salió al campo por primera vez cuando los futbolistas ya estaban en el sobre el tapete y como si no. Pasó desapercibido. El pacto de no agresión parecía claro. Ya habrá tiempo de protestar cuando uno se meta el agua en casa debieron pensar sensatamente entre todos. Y así fue, el partido comenzó en un ambiente tranquilo y sin que nadie sintiese más allá la presión que ya de por sí despertaban los tres puntos en juego. El final sería otra historia.
Con los jugadores en fila saliendo al campo comenzó a sonar 'La fuente de Cacho' a todo tren y a partir de ahí... Todo rodado. La rivalidad por ver quién cantaba más alto entre los dos fondos -el Norte, con la afición del Racing, y el Sur, con la del Dépor- hizo todo lo demás. Si alguien quiso pitar o silbar lo tuvo muy complicado. Al menos al principio.
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Con la supuesta desazón maniatada por el bien común todo fue más fácil. Y más si en el minuto 10 Yoda se inventa lo más bonito que se ha visto en El Sardinero en la última década... La pipa de la paz empezó a 'rular' por las gradas. Los goles son un amnésico inmejorable cuando son a favor. El tanto de Yoda arrancó unos aplausos que se convirtieron en hilo musical. Lo que podía haber sido un mausoleo previo a un plebiscito se lo cargó de un plumazo el gol del francés. Cosas del fútbol. A nadie se le escapaba que estaba reservada la dosis de sufrimiento habitual para el final del partido, pero la gente debió pensar que mejor disfrutar antes por si acaso. Y así fue. El empate del Dépor en el minuto 66 lo cambió todo. El poder del gol es incuestionable.
La afición del Racing cumplió con lo suyo y eso que los primeros cinco minutos se quedó muda en señal de protesta. LaLiga les ha quitado -de La Gradona- la estructura donde se subía el animador por no considerarla homologada. Eso sí, pasado el tiempo de ayuno gutural arrancó como si quisiera quedarse afónica. El duelo con los 500 deportivistas fue atractivo. Como debe ser. Y mientras duró el efecto del gol de Yoda fueron los verdiblancos los que ganaron. Después, los nervios atenazaron a la grada.
Durante la última media hora salieron los silbidos que se habían escondido. Nadie quería protestar más de la cuenta, pero el miedo al farolillo rojo creó un ambiente difícil de digerir.
El sol se encargó de calmar la mala leche en las horas previas. Esa preocupación que da el estar tan abajo en la clasificación se suaviza cuando el partido se juega a cien metros de la playa y con 24 grados en vísperas de noviembre. Pero sólo duró mientras el Racing fue ganando.
Por eso en los aledaños, pese a que había más policías de los que hacían falta -aunque nunca están de más- el ambiente era relajado y distendido. Nada que desvelara que el partido estaba declarado de 'alto riesgo'.
«Pero, ¿cuándo se han llevado mal estas aficiones?», se preguntaba la gente de a pie. Y lo cierto es que nadie sabía muy bien qué contestar.
El reloj fue corriendo a favor del Racing hasta que el Dépor le condenó de nuevo a la nada. Y entonces llegó el abismo, las prisas, el desorden... El árbitro parecía malo, los racinguistas peores y la clasificación un mal sueño. Al Racing se le escapó un triunfo que saboreó 56 minutos y la grada estalló. El final del partido hizo saltar un silbido generalizado. «Hay que echarle huevos», gritaba La Gradona. El empate del Dépor neutralizó la mala leche y las protestas fueron de fogueó.
aficionados del Dépor rivalizaron con la afición del Racing por la supremacía de los cánticos. Acabaron reprochando a su directiva.
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