Arana adelanta la hora

Así fue como a las once de la noche, una hora menos en la Comunidad Canaria, el Racing rompió medio siglo de maleficio. Desde el 28 de septiembre de 1974, hace diez lustros casi exactos, no ganaba en Tenerife. El Racing se llamaba así por los pelos: acababa de recuperar su nombre histórico, el que nunca perdió en boca de los montañeses, un año antes. Aquel año los de Maguregui subieron. Como este se imagina la 45 aunque dé urticaria lo de mentarla, por eso de los gafes, las presiones y los papardeos. El fútbol de ahora es otro y también el Racing juega a otra cosa, pero ni en Primera ni en Segunda los cántabros ganaban en Santa Cruz. Ayer, por fin, se pasaron la pantalla.

También a las once de la noche los verdiblancos eran segundos de Segunda. Tampoco es algo para venirse muy arriba, con solo cuatro jornadas disputadas y un partido más que todos los demás. Pero el lunes por la noche será, en el peor de los casos, cuarto. No es mal botín con un comienzo tan exigente y tras un partido algo gris que se resolvió a base de genialidad canaria, pero no de los locales, sino de un Juan Carlos Arana que ejerció de grancanario para meter el dedo en el ojo a sus vecinos.

Murphy conmina a no tocar lo que funciona, pero también advierte de que cualquier situación puede empeorar, así que sus consejos no ocupan mucho espacio en la libreta de JAL. «¿Qué creíais, que no iba a tocar nada?», parecía sonreírse en el banquillo. Pues poco, pero algo sí: Karrika a la cancha y Arana al banco. Mismo sistema, sí, pero otro delantero para medirse con Rubén Alves, titular con el Tenerife. Los demás, los de siempre.

Con la misma puesta en escena echó a rodar el balón a las nueve de la noche; las ocho en Canarias y las somnolientas seis de la mañana para el fútbol, que llegaba con retraso a su cita en las islas. Y eso que la banda parecía entonada, rondando el área canaria con dos córners en cuatro minutos, pero el efecto gaseosa iba a durar poco.

Cano tenía un truco para amarrar al Racing: buscarle la espalda. Y lo conseguía, pero siempre en fuera de juego. A los seis minutos, cuando Ángel no supo qué hacer con el balón. A los 17, cuando Galech anuló justamente un tanto de Maikel Mesa por partir su asistente en posición inválida. De nuevo en el 40. Fueras de juego que esconden el elefante que hay en la habitación verdiblanca.

Los de JAL, también imprecisos, ya había amenazado con un zurdazo de Andrés que se marchó fuera del poste de Salvi y otro con la diestra de Michelin, que tras el gol de Oviedo se ha venido arriba, con un libre directo que se convirtió en transformación, pero de las de rugby; no de gol. Pero no andaban finos los cántabros; llegaban con delay ante un rival tampoco en hora. Apenas una internada de Saúl a los 21 minutos y un malentendido del portero tinerfeñista con su defensa del que Karrikaburu no se pudo aprovechar.

Quizá lo más interesante era la amarilla que Galech perdonó a David por falta a Karrikaburu y el duelo que se traían PabloRodríguez y Rubén Alves. Porque ideas había, y muchas, pero las piernas no obedecían al cerebro ni a un lado ni al otro. Solo cuando Waldo hizo intervenir a Ezkieta en el 43 y Aldasoro hizo uno de los eslalons a los que acostumbra últimamente se levantó alguien del asiento antes de cerrar un primer tiempo sosete. No estaban jugando mal los suyos, pero tampoco especialmente bien.

Al descanso sonaba en la megafonía 'La ventanita del amor', pero en la cabeza de los audaces que viajaron a Tenerife reverberaba otra melodía. Aquel 'Racing Club, el rey de la paparda siempre lo has sido tú' que se canturreaba en los viejos Campos de Sport. Pero su entrenador se había guardado un par de cartas.

Tampoco le debió gustar mucho el planteamiento a José Alberto, que sentó a Pablo Rodríguez para sacar a Lago Junior como falso delantero mientras Arana seguía esperando en el banquillo. El resultado, el mismo. Voluntad y juego correcto, pero sin la chispa de otras ocasiones en un partido en el que el Racing no sufría, pero tampoco hacía sufrir, de modo que para intentar desatascar el partid JAL echó mano de Arana, que empaló una volea nada más salir para lanzar el primer aviso.

Tres minutos después hizo lo que sabe: escaparse en busca del pase vertical para entenderse con su compinche, Andrés, que centraba en profundidad para que el canario se plantara solo ante Salvi y le batiera de disparo cruzado. Pudo redondear el sevillano el marcador a los dos minutos, pero cuando vio de nuevo solo a Salvi intentó una vaselina telegrafiada que terminó en sus guantes.

Para terminar de revolucionar un partido que había cambiado para bien, José Alberto echó mano de Suleiman, al que ya le ha tocado el papel de revulsivo en un once casi inamovible. Le falta ser más goleador, porque tuvo el segundo en sus botas, como antes le había sucedido a Andrés, ante un Tenerife confuso por el imprevisto vendaval.

Terminaron los cántabros con diez por una justa segunda amarilla a Saúl a los 84 minutos, cuando evitó con una falta táctica que se le marchara Luismi Cruz. Pero el Racing ha crecido tanto que ya sabe sufrir. E incluso cuando sale mal (o no sale), Ezkieta evita que le marquen a base de reflejos. Y eso tiene premio: ser segundo provisional. Buen contexto para recibir en una semana al Sporting.