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En las columnas de prensa. En las tertulias deportivas. En las barras de los bares. En las redes sociales. A la salida del estadio. En los corrillos de oficina… Por tierra, mar y aire sonaba como un mantra el nombre de Íñigo Sainz-Maza, que ... todavía no había estrenado la capitanía de este Racing que parecía pedir a gritos un timonel. Y, a ser posible, de la casa y contrastado.
El de Julio Verne tenía quince años, pero el del Racing tiene veintitrés. Nada, en una competición que será muy nueva, pero tiene todo el regusto de la antiquísima Segunda B: partidos cerrados, juego trabado y subterráneo, manejo del reloj… Ese otro fútbol donde la experiencia llega a asfixiar al talento. ¿Tal vez eso había retrasado el debut de este capitán, demasiado joven para los cánones de la categoría?
Claro que a Sainz-Maza todo eso parece importarle poco; una campaña como indiscutible en este Racing de los disgustos curte al más pintado. Así que poco parece afectar la presión a este 'falso debutante', que comienza el partido robándole la cartera a Ceberio, el eje del Talavera, justo cuando entraba en el área con ventaja, en un despiste de la zaga que corrige sin aspavientos Íñigo. Primera ovación de la tarde.
Aunque, luego, al equipo le cuesta arrancar. Pero empieza a recomponerse la conexión del pasado curso entre el seis y el diez, que se apoyan, se felicitan en cada jugada y en cuanto pueden firman un tuya-mía para romper líneas.
Hacia el minuto veinte, algo falla en la dinámica del equipo, y el que lo ha visto es Pablo Torre, que deja la media punta y baja a pedir el balón a los centrales. Como si fuera Íñigo. Incluso, pide calma cuando a los zagueros les quema la pelota en los pies. El capitán, entonces, pasa a cubrir las espaldas del diez. Sin embargo, esa reubicación no sirve de nada, porque también ha visto el agujero de la defensa Dani Pichín, que se cuela y de la nada fabrica una asistencia. Cero a uno y a remar contra corriente.
Es entonces cuando se empieza a notar el brazalete de Íñigo. Sobre todo, porque el capitán se pone serio y con los brazos empieza a recolocar al equipo: tú aquí, tú allá. Tú defiende, Medina. Y tú corre la banda, Soko. Hasta desde la grada se oyen sus voces, y eso que la afición ha regresado tan ruidosa como siempre –«cuán gritan esos 'malditos'», que escribió Zorrilla para la Gradona–.
Y cuando el Talavera parecía haber perdido el respeto al Racing y a El Sardinero, Cedric pone la igualada en el marcador. Pero no sobre el césped, porque los visitantes parecen querer lanzarse en tromba, pero ahora el Racing está mucho mejor situado, como espoleado por el primer zarpazo rival. La jugada del gol de la remontada, que firma Pablo Torre, nace de una pared de Íñigo, que se ofrece a Soko para superar al primer toque la presión en campo propio.
Un detalle significativo: en la reanudación, Íñigo encabeza a su equipo, y sale pisando fuerte. Tanto, que empieza forzando la amarilla de Añón, que le agarra para frenar un contragolpe, levantando el césped porque Sainz-Maza le arrastra un par de metros, como en un ejercicio de fuerza. Media hora más tarde, se llevaría otra amarilla Jordi Martín, que harto de perseguirle le golpeó, en un gesto de impotencia.
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Sergio Herrero
El capitán parece tener un GPS especial para colocarse justo por donde va a pasar el balón. Recupera en segunda línea, corta pases interiores, hasta los rebotes le favorecen con demasiada frecuencia como para ser casualidad. Atempera el juego o lo acelera cuando conviene, se multiplica en un alarde de capacidad física, y cuando grita «¡Pablo!», Torre sabe ya que lo tiene a su espalda… Aunque parece anclado en el centro de la medular; al menos, mucho más que la temporada pasada.
A falta de quince minutos y con el trabajo resuelto, la grada le despidió con una cerradísima ovación; si los Campos de Sport dictan sentencias, aquí hablaron con la máxima claridad: el capitán imprimió carácter al equipo.
La actuación de Íñigo no sólo sirve para reivindicar su presencia en el once titular –una reclamación unánime entre el racinguismo–, sino que demuestra la 'cintura' de un Fernández Romo que no se enroca en sus planteamientos iniciales. En la misma línea, y más allá de lo abultado del resultado, el encuentro sirvió también para recuperar a un Mantilla con el que no se había contado hasta ahora, y que la pasada campaña había acumulado méritos de sobra para ganarse una oportunidad en esta. La entrada del aparentemente olvidado Ceballos redondeó una mirada a la cantera que, coincidencia o no, nos mostró al mejor Racing hasta la fecha.
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