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Sekou Gassama sería el triste protagonista del partido de ayer en Ibiza, y en buena medida de forma involuntaria, al dejar en inferioridad a su equipo tras recibir dos tarjetas amarillas, la segunda de ellas muy cuestionable. Cuarta titularidad consecutiva para el catalán, muy deseado ... durante su larga lesión, pero que sin embargo no había conseguido recobrar el nivel mostrado en sus primeras jornadas como verdiblanco. Escoltado por Matheus Aiás como segundo punta, el cambio de dibujo planteado por Romo acabaría lastrando el rendimiento del ariete, que en Can Misses se vería muy desasistido. En concreto, el desplazamiento de Jorge Pombo a la banda izquierda rompería una sociedad que en otros partidos se había mostrado como la más incisiva de un Racing con pocas opciones de cara a la portería contraria.
A los dos minutos, ya pudo verse un anticipo de lo que sería la tónica del partido: en un despeje de la defensa, el balón cae llovido y Sekou la deja botar en lugar de atacarla. Cuando quiere reaccionar, ya tiene encima a dos rivales, prácticamente subidos encima de él. Al tratar de sacudírselos de encima, impacta con el hombro de Isma Ruiz quien, en cuanto comprueba que no puede llegar al balón, cae redondo, quejándose del rostro. El árbitro no duda: falta de Sekou.
En cualquier caso, el equipo tomaría a Gassama como referencia y durante la primera parte le buscaría con tanta insistencia como falta de acierto. Lucas Alcaraz hizo gala de estratega y diseñó una defensa a prueba de panteras: la línea de zaga un poco adelantada le mantenía muy alejado de la portería, y cada balón aéreo tuvo que disputarlo con dos o más rivales. Una estrategia arriesgada, pues obligaba a disminuir la vigilancia del resto de racinguistas, pero que el equipo cántabro no supo aprovechar.
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Con el juego volcado por la banda diestra, Mboula no se asoció en exceso con Sekou, que incluso acabaría disputando algunos balones sobre la cal. Hasta el minuto trece no le llegaría la primera ocasión, en un balón colgado desde la banda cuyo remate dentro del área no pudo conectar con la suficiente potencia.
A partir de ahí comenzarían las protestas de Gassama al colegiado, ante el acoso y derribo de una defensa conjurada para no concederle ni un centímetro. Y recurriendo a la picardía, en especial un Juan Ibiza que conseguiría que sus agarrones pasaran, a ojos del colegiado Caparrós, por forcejeos o, incluso, por faltas en ataque del ariete verdiblanco.
La respuesta de Sekou sería redoblar esfuerzos, pero en demasía. En el veinticinco dejó claro que no llegó a conocer aquel eslogan publicitario de Pirelli: «La potencia sin control no sirve de nada». Obviamente, no podía recordar el anuncio de Carl Lewis, porque cuando apareció en 1995 Gassama era un recién nacido. Nada que ver con los casi noventa kilos que arrollaron al central Martín, que saltaba en el borde del área cuando el expreso de Granollers le pasó por encima, a velocidad punta. Amarilla que no perdonó el árbitro por más que Sekou insistiera en la falta de voluntariedad.
En la banda izquierda intercambiaron posiciones Pombo y Aiás, pero tampoco llegaron muchos más balones a Sekou. Lo que sí aumentaría sería su nerviosismo, con protestas cada vez más airadas tras cada encontronazo con la defensa, que invariablemente se saldaba a favor de los locales.
La segunda parte no comenzaría mucho mejor, con Sekou de nuevo muy lejos del área, pero con intención de participar más en el juego. Vio volar sobre su cabeza un saque de esquina y pase lateral de Dani Fernández.
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Hasta que llegó la jugada desafortunada de la segunda amarilla, una decisión más que controvertida de Iván Caparrós. En un saque de banda desde la línea divisoria, Dani Fernández buscó a Sekou sobre la cal, unos veinte metros en campo contrario. La presión del Ibiza era tal, que cuando la bajó ya tenía a tres jugadores encima. El balón botó y Sekou intentó darse la media vuelta para controlarla, pero Juan Ibiza se echó al suelo para barrer el balón. Aunque Gassama intentó evitarlo con un pequeño salto, al final acabaría apoyando el pie sobre el muslo del central.
Algo difícilmente evitable cuando el contrario invade tu espacio. Y, desde luego, sin la menor intención de dañar al rival, como resultaría evidente… Excepto para el colegiado. Sin el menor atisbo de duda, Caparrós le amonestó, y no admitió discusiones. Gassama, con gesto de incredulidad, acabó mirando hacia el banquillo, seguramente consciente no solo de cuánto se complicaba el partido para sus compañeros, sino de que la roja acarrea la suspensión para el próximo encuentro.
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