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El Racing sin Cejudo, por primera vez desde que salió de su lesión que le tuvo más de un mes de paréntesis forzoso ¿Sería el conjunto de Iván Ania gris como el día? Blanco y negro fundidos en un cubo de pintura, ¿o luciría ... quizás unos colores verdes y blancos más vivos?. Esa era la pregunta que antes de entrar al estadio se hacía la afición racinguista este domingo. Ya con el equipo local en el césped, de blanco y negro, y el Leoia, de verde y blanco, las dudas se hacían mayores.
El jueves, en Sevilla, el rival vistió con sus colores, los mismos de la bandera de Andalucía y los del representativo cántabro y el Guadalquivir se vino encima. El Betis hizo pupa, pero no tanta para que los cántabros no salieran a por todas contra un equipo difícil y más descansado, como el Leoia, que además nunca había perdido fuera de su estadio.
Los primeros minutos del encuentro nada tuvieron que ver con el color gris del cielo, todo lo contrario. El Racing salió del vestuario brillante, competitivo, rápido en las acciones. Sin Cejudo en el centro del campo, Hidalgo, Lombardo y Cayarga manejaban el timón con la misma destreza que en los barcos de aquella flota del comandante Bonifaz, cargados de montañeses, que reconquistaron la capital hispalense.
Durante los primeros veinte minutos sólo hubo un equipo sobre el verde césped de los Campos de Sport, el Racing. Rápido por las bandas y bien dirigido desde el centro del campo, ya había puesto en más de un apuro a los vascos que habían copiado los colores más representativos del Racing. De hecho, el Leoia no había pasado del centro del campo en dirección a la portería de Iván Crespo. Todo el peso del partido lo llevaba el conjunto local y, sobre todo, una banda izquierda por donde Enzo y Cayarga se movían como anguilas entre los defensas. Hasta el minuto 24 no llegaron los de Lambea a la portería racinguista y lo hicieron para protestar por una caída de uno de sus delanteros dentro del área.
Lombardo, dueño y señor del ataque racinguista, se manejaba también con facilidad por los tres cuartos de campo, dejando a Julen Castañeda y Berto Cayarga ocupar el espacio que dejaba libre. Por la otra banda, apenas se veía actividad. Dani Segovia casi no había tocado el balón cuando se cumplía el minuto 30.
A diez minutos para el descanso, botaba, sin peligro, el primer córner el equipo vasco, que atrás sufría los disparos desde fuera del área de los artilleros cántabros. Antes del intermedio, el gris plomizo del cielo que había dominado el día, se tornaba en un azul de ilusión. El Racing dominaba y el rival no creaba peligro alguno. En el lado negativo, que el gol no había llegado en 45 minutos justos de dominio local. Un asedio como aquel de la flota de Bonifaz que rompió las cadenas que cerraban el Guadalquivir merecía una mejor recompensa.
Con la noche ya encima, el Racing salió de nuevo con fuerza a disputar los últimos 45 minutos. Y se animó también el rival, que puso en aprietos a Crespo en el primer minuto. Sin Cejudo, la vida seguía igual, como canta Julio Iglesias. Sobre el terreno de juego, la misma intensidad que muestra el equipo desde el comienzo de la temporada y esa sensación de que esta categoría le queda pequeña.
Pero como Cejudo tiene peso en este Racing, el técnico le sacó al terreno de juego por Buñuel en el minuto 59 para que, segundos después, llegara el golazo de Rafa de Vicente. Es como si le estuvieran esperando sus compañeros para abrir esa lata que se había resistido en el primer tiempo. Y después llegó un centro magnífico a Enzo Lombardo, en el minuto 61, que debió haber sentenciado el choque. La jugada del cordobés fue de enmarcar. Lucha y más lucha en los minutos finales para levantar los brazos y festejar la victoria.
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