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Apenas siete partidos han servido para contrastar que el Racing es, de largo, el equipo más fuerte de su grupo. Con las máquinas todavía sin engrasar, aunque acercándose a la velocidad de crucero, los de Ania muestran hechuras de campeón, cerrando a cal y canto ... su propia portería y aprovechándose de las virtudes ofensivas de una plantilla que posee pólvora y calidad para hacer daño a cualquier rival en cualquier instante. A estas alturas y con los números en la mano, sólo el virtuoso filial del Athletic de Bilbao es capaz de aguantar a duras penas el ritmo marcado por los cántabros. El arranque es tan prometedor y todo es tan idílico que quien más quien menos tiene la sensación de que el máximo rival del Racing es el propio conjunto cántabro y que los errores propios más que los aciertos ajenos son los únicos que pueden apartar al equipo de celebrar el ascenso en el balcón del Ayuntamiento cuando llegue el mes de junio.
El problema es que los más de ocho meses que todavía nos separan del play off se pueden hacer eternos hasta que llegue el momento de la verdad. Piénsenlo. Ocho meses. Treinta partidos, sin contar el de mañana, hasta que el equipo se juegue el único e incontestable objetivo de la temporada. Ante una situación así, la gestión del vestuario por parte del entrenador se antoja clave. Con una plantilla cuya calidad alcanza para ganar a cualquier rival del grupo juegue quien juegue, mantener el estado de competitividad entre sus propios futbolistas será el gran desafío al que se enfrenten Iván Ania y su cuerpo técnico. No es nada nuevo. A muchos jugadores les cuesta entender que deben descansar para conseguir los objetivos de la temporada. Se sienten bien, porque nada espolea más a un futbolista que la sensación de verse superior a sus contrincantes. Sin embargo, el egoísmo natural del deportista que gana domingo sí, domingo también, le impide normalmente ver las cosas con algo de perspectiva.
Recuerdo que hace años, cuando la Tercera División cántabra estaba tan devaluada como ahora, algunos entrenadores que dirigían a equipos con aspiraciones de ascenso se afanaban en buscar desde el mes de enero partidos amistosos entre semana ante escuadras de comunidades limítrofes, Asturias y País Vasco casi siempre. Pretendían afinar el gen competitivo de los suyos, dar oportunidades a quienes tuvieran menos minutos y encontrarse con situaciones complejas que de por sí no te plantean rivales que carecen de tu nivel en la Liga regular. Por eso creo que al Racing le viene que ni pintado seguir dando pasos en la Copa del Rey. No sólo por la cuestión económica, que no es baladí, sino porque necesariamente necesita verse por debajo en el marcador y afrontar situaciones límite desde el punto de vista psicológico. ¿Se imaginan no perder ni un solo partido durante la Liga regular y que a los cinco minutos del primer partido del play off el equipo rival te marque un gol? Aparecerían de repente, en un momento tan sensible, fantasmas desconocidos hasta la fecha. Mejor haberlos sufrido antes y haberles visto la cara de cerca. Al fin y al cabo, uno sólo puede sentir miedo por algo que desconoce. Es la condición humana.
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