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Salir del campo con el balón dedicado por sus compañeros es un privilegio para cualquier futbolista. Borja Lázaro se tomó su tiempo el domingo por la noche para repasar lo que ponía: «Chorradas, ya sabes, pero que son de agradecer porque son ánimos». El delantero ... madrileño firmó un hat-trick ante el Vitoria cuando más falta le hacía al Racing, a su afición y a él mismo. Fue el primero de verdiblanco, pero no de su carrera. «El día que debuté con el Leganés marqué tres también; al Mallorca y en trece minutos. Dos de cabeza y una con la derecha», recuerda con todo detalle. Aquella temporada, el madrileño acabó sumando siete goles con el equipo alfarero, los mismos que en cinco de sus últimas seis campañas futbolísticas.
«Qué menos, ¿no?», asegura cuando se le pregunta por si será capaz de firmar un registro parecido con el Racing. «Espero que sean más. Si yo marco y me van las cosas bien, el equipo será el primer beneficiado», añade.
El día después de sus goles sonríe y transmite confianza. Agradece ser el foco mediático y saborea «la presión que da jugar en el Racing. Este club tiene mucho eco y eso es bueno para todos». En frío, en su casa y por la noche, mientras repasaba lo que sus compañeros de vestuario le habían escrito en el balón le decía a su mujer: «Estoy contento porque hoy (por el domingo) he tenido sensaciones muy buenas. Estoy convencido, el Racing ha cambiado. Necesitábamos algo así». Él sabe de su importancia ofensiva, de la dependencia que el Racing tiene de que el fichaje más esperado funcione: «Cuando vine aquí ya sabía lo que hacía. No me asusta, ni mucho menos». Se siente seguro y más ahora que ha marcado cuatro goles en tres partidos. Sin embargo, el Racing que tiene delante es diferente al que le pintaron cuando llegó. Su principal valedor, Ángel Viadero, le duró como jefe tan solo un partido. «Fue una pena, ya lo dije. Ángel es para mí una persona muy importante, pero esto es así. Un entrenador se va y otro viene y hay que dar todo para convencerle». La ley del fútbol en su máxima expresión.
El reloj de Borja Lázaro corre tan rápido como el del Racing. Sincronización perfecta. Ninguno de los dos tiene tiempos muertos; el del equipo no tiene margen de error y el del delantero tiene prisa: «Lo he hablado con el míster. No me encuentro al 100%, me falta chispa, ritmo... Llevo mucho tiempo sin jugar, pero lo voy cogiendo y cada vez estoy mejor». El pasado domingo completó su mejor partido desde que llegó a Santander: tres goles y fue objeto de un penalti. Pleno. Si él es consciente del peso que tiene en el equipo, su entrenador, Carlos Pouso, aún más. El primer día le encajó en un sistema (4-4-2) con ayuda del calzador, en cambio la propuesta del último partido es para él un traje a su medida. «Sí, lo he dicho. Me encuentro más cómodo estando arriba solo y bien arropado. En la izquierda tengo a Héber Pena que es un hombre de banda brutal y en la derecha a Dani Aquino, que juega donde quiere y siempre está a tu lado. Muy cómodo, la verdad».
El nuevo dibujo del Racing tardó en funcionar. Borja Lázaro se paseó durante media hora hasta que llegó su primer gol. «Fui al error, siempre hay que estar ahí por si falla el defensa. Había visto que el portero se adelantaba mucho y la pegue sin pensarlo. Lo mismo me podía haber ido al tejado, pero acerté», confiesa. Su gol transformó el partido -para eso se ficha a jugadores como él- y después todo resultó más fácil. «Aquino es un fenómeno y los dos goles me los puso para empujar. Siempre sabes que se puede inventar un pase así y es un lujo tenerle cerca». Fue la primera vez que jugaron juntos de inicio y en esa nueva propuesta ofensiva. Entre los dos pueden ayudarse a mejorar, por eso Lázaro invita al murciano a que explote ya. «Le necesitamos mucho. Es un futbolista imprescindible. Juegue dónde juegue puede ser capaz de muchas cosas». Su relación va viento en popa, tanto que incluso el madrileño le cedió el penalti que él mismo provocó. «Dani es Dani y los penaltis los tira él. Además, después de los dos pases que me había dado...». Cadena de favores.
El delantero admite que el triunfo ante el Vitoria «puede ser un punto de inflexión, un punto y aparte y una forma excepcional de entrar, como dice el míster, en los últimos diez partidos en los que se decide todo». Ganar 4 a 1 siempre es para poner el contador a cero: «Llevábamos muchos partidos ganando por la mínima y la gente necesitaba marcharse a casa sin sufrir, disfrutando y sin mirar el reloj», reconoce. Y así fue. No fue un partido bonito ni brillante, pero se consiguió el efecto que se buscaba: calmar los ánimos y enchufarse otra vez.
Del domingo le gustó casi todo; sus goles, la compañía por ambos lados con Héber Pena -«al que animo siempre a que encare y rompa en velocidad»- y hasta la presencia de Granero tan cerca. «La lesión de Antonio Tomás propició que Granero jugase pegado y con la llegada que tiene nos ayuda una barbaridad, sobre todo en el juego aéreo». Lo agradeció Lázaro y también el equipo. En ese momento se descubrió un Racing distinto, más atrevido y con más llegada. Es probable que ese cambio de rumbo que dio el equipo, motivado por la lesión del cántabro, le esté ahora retumbando a Pouso en la cabeza y el próximo domingo en Baracaldo tenga su reflejo. Sin embargo, eso es algo que depende del entrenador al que no parece temblarle el pulso para cambiar lo que no le gusta, no en vano suma ya tres sistemas distintos en cuatro partidos. De récord. «El míster tiene las cosas muy claras, sabe lo que quiere y a lo que ha venido», explica el delantero. Quizás después del último partido haya dado con la dichosa tecla. A Lázaro y a Pouso les unen muchas cosas; la más importante es que a los dos se les trajo para que cambien lo que no funcionaba. Eso de alguna manera une: «Yo no le conocía, si acaso de oídas. Es un tío que habla muy de cara, tanto en lo bueno como en lo malo. Sabe lo que quiere y nos lo ha dicho bien claro. Estoy seguro de que le irá bien».
La apuesta de Lázaro por aceptar la oferta del Racing fue decidida; se marchó de la Segunda División para jugar en una categoría que ya había olvidado. Aterrizó en un Racing que marchaba segundo en la clasificación, llegó, marcó en su debut ante el Sporting B, le expulsaron, se lesionó y su equipo se puso cuarto... Vaya contrarreloj. Todo en cuestión de tres semanas. El entorno empezó a mirar a su alrededor, todo era ruido, pero a Lázaro la experiencia le pedía calma. «Me lo enseñó Anquela -actual entrenador del Oviedo y técnico del Huesca cuando el madrileñó jugó allí-; hay que fijarse en nosotros y nada más. Si sólo te preocupas de lo que tú haces seguro que acabas arriba».
El madrileño confiesa que no mira «nunca lo que hacen los rivales». Es difícil de creer cuando se tiene la obligación de acabar primero de grupo y se marcha cuarto, tercero o segundo. «Esta mañana (por ayer) nos dijo el míster que el Mirandés había empatado, pero es igual. Los resultados de los demás no es lo más importante. Claro que el Sporting parece no perder, pero son seis puntos nada más. Eso si nosotros no perdemos no es nada», advierte con la motivación a flor de piel. Insiste en no distraerse con los enemigos y por eso expresa un pronóstico: «Quedan diez partidos y tenemos que ganar ocho por lo menos. Eso es lo que de verdad nos debe importar. Depende de nosotros y de nadie más».
Repasa de memoria el vestuario; Aquino, Héber Pena, Antonio Tomás, Granero, Crespo... «si es que tenemos un equipo muy competitivo para aspirar a todo. Claro que somos el Racing y tenemos que pensar en ser primeros». No deja de sonreír. Son poco más de las 12.30 horas y va camino de su enésima entrevista. Fue el encargado de comparecer en rueda de prensa tras el partido y allí apareció con su balón pintarrajeado, lleno de garabatos, todos ellos con intención. Ayer fue el chico más buscado de La Albericia. No le importa, es más, «se agradece». Tampoco le afecta que ahora la comparación con Abdón Prats -el goleador que permitió soñar con el milagro la pasada temporada- haya aumentado si cabe. «No, ni mucho menos. Prats fue un futbolista que aquí hizo una campaña brutal, marcó muchos goles, pero somos muy diferentes». 'No tanto', dirán algunos que el domingo le vieron marcar un obús con la izquierda del mismo modo que el mallorquín anotó ante osasuna el 26 de febrero de 2017 -casi un año antes- y que contribuyó a que el marcador ese día reflejase, precisamente, un contundente 4 a 1. El defensa rival falló y el delantero no dejó ni que el balón tocase el suelo. Golazo. Caprichos del destino.
Lázaro parece llevar consigo un manual de positivismo y esperanza. «Lo veo bien, mejor que hace unas semanas», explica. Su forma de pensar le permite insistir en que a partir de ahora «da igual quién sea el rival; hay que jugar de la misma manera sea el Vitoria, el Gernika o el Real Madrid» y para eso tiene claro que el Racing tiene un plus que no debe dejar escapar. «La gente igual no lo sabe, imagino que sí, pero lo recuerdo. Cuando estamos ahí abajo se escucha todo lo que se dice en las gradas y escuchar a los tuyos animando, eso es algo brutal. Y nosotros lo tenemos más que nadie. No nos puede faltar, necesitamos dar más para que la gente se enchufe».
Se marcha con prisa. Lleva una mañana de locos. Y está instalado y con ganas de no moverse «en mucho tiempo».
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